Discreción

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Había un gran alboroto en el salón, el maestro no llegaba aún, al poco tiempo vino el prefecto a decir que nuestro maestro estaba en una reunión y que no llegaría para la clase, aún así nos prohibió salir del salón hasta el toque del timbre. Todos mis compañeros hablaban animada mente mientras yo me escondía en el teléfono leyendo el mensaje de Quique una y otra vez.

— ¿Por que tan pensativa si se pude saber? — pregunto una voz conocida, era Javier hablándome otra vez.

— Dudo que te importe — respondí tajantemente.

— Ehehehe...en cerio ¿por que eres tan seria? Con tus amigas siempre te estas riendo y cuando yo te hablo apenas si me dices unas cuantas palabras.

— ¿Que es lo que quieres? Tu jamas me habías dirigido una sola palabra...¿por que me hablas ahora...es por lo de Quique?— le contesté frunciendo el ceño.

—¿Quique? ¿De que hablas? ¿Ammm estas hablando del Quique que yo conozco? — preguntó arrugando la frente.

—Tu primo — dije confundida por su asombro, acoso no sabía que Quique y yo habíamos salido? ¿Quique no se lo había dicho?

Hubo un silencio incómodo y por suerte el timbre sonó, me apresure a guardar mis cosas y salir de ahí lo más rápido que pude, dejando a Javier sumamente confundido.

Cuando me dirigía a los vestidores después de la clase de gimnasia escuche unos pasos detrás mío que se acercaban velozmente, en seguida la figura se puso frente a mi tomandome de los hombros.

—¿Quique?

— Hola...perdona por no marcarte ayer, estuve ocupado en algunos asuntos...te llego mi carta?

— Ammmm...sí...me la entregó uno de tus amigos.

— Bien...y escuchaste la canción que te dije?

— Si la escuché y me gusto mucho, no la conocía.

— Bueno que bien que te gusto, cuando la escuche pensé inmediatamente en ti— dijo con una dulce sonrisa.

— Lo dices en cerio?

— Si, hablo en cerio...tu...me gustas mucho — dijo tomando una de mis manos tiernamente, sus palabras me derritieron en seguida. — quiero que salgamos...ya sabes, salir a divertirnos después de clases o el fin de semana para poder conocernos mejor.

— Eso me encantaría y...también me gustas mucho — le dije ruborizada.

— Genial...eso es...genial, entonces podemos vernos hoy saliendo de clases, digo si puedes.

— Claro, hoy salgo a la una, mi maestra de sociales no vendrá, puedo esperarte en la entrada si quieres.

Él respiro pausadamente y acomodo un mechón de cabello tras mi oreja antes de hablar.

— Por qué no me esperas en la cafetería del parque, la que esta junto a la dulcería?

— Creí que, tal vez podríamos irnos juntos — le respondí mirándolo a los ojos.

— Escucha...no quiero que me mal entiendas, pero creo que es demasiado pronto para decirle a nuestros amigos sobre esto, no creés?

Me quede pasmada por un momento pensando en que responder, ¿él quería mantener esto en secreto?...no...dijo que aún no podíamos decirle a nuestros amigos...diablos...pues mis amigas ya lo saben, me estaba tardando demasiado en responder y su cara de espantado me empezaba a dar risa así que respire profundo y le di la razón.

— Es verdad, es demasiado pronto, primero veamos si funciona — le dije tratando de sonar divertida y despreocupada aunque por dentro me devoraban las dudas.

Él se acercó para besarme y justo cuando lo iba a hacer una risa que ambos conocíamos resonó en el pasillo, se aparto rápido y me pidió que lo esperara en la cafetería como habíamos acordado, me lanzó una sonrisa y un guiño mientras se alejaba rápidamente.

La risa era de Javier que venía con sus amigos charlando de lo mas animados, corrí a los vestidores pues no quería volver a toparmelo después de lo ocurrido en la mañana. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al salir muy alegre de los vestidores, recargado en uno de los pilares estaba nada más y nada menos que el idiota de Javier.

Me detuve en cuanto lo vi ahí parado, me miraba fijamente como en la fiesta de hallowen y sonrió cuando notó mi nerviosismo.

— Creí que nunca saldrias, ¿que hacen allá adentro que se tardan un siglo en salir? ¿Algo así como charla de chicas? ó tal vez se maquillan? — decía mientras se acercaba a mí.

— Sí, hacemos todo eso y también hacemos rituales vudú y esas cosas — le conteste algo molesta, a él que le importaba lo que hiciera o dejara de hacer? Tenia muchas dudas, pero una cosa si sabía, él no sabia lo de Quique y yo, de lo contrario no hubiera salido huyendo al escuchar su tonta risa en el pasillo.

— Bueno no te molestes, no quería ofenderte ni nada de eso, sabes? empiezo a creer que te caigo mal — reclamó alzando una ceja y arrugando la frente.

No podía estar más en lo cierto, pero no podía decírselo, iba a salir con su primo y si las cosas funcionaban bien seguro que iba a tener que verlo muy seguido. Respire profundo y le sonreí lo mas convincente que pude.

— No, claro que no, ahora si me disculpas llego tarde a cómputo.

— Si lo sé, tomamos la clase juntos lo olvidas?— dijo casi corriendo para alcanzarme.

Nuestro recorrido al salón tardo una eternidad y estuvo plagado de chistes bobos y preguntas que respondí tajantemente.

Cuando llegamos al laboratorio la mayoría de nuestros compañeros ya se encontraban adentro y justo cuando iba a empujar la puerta para pasar Javier adelanto su brazo para abrirla y muy caballerosamente me invito a pasar primero, me sentí algo extraña con aquella acción.

Todo en la clase iba como de costumbre hasta que la maestra empezó a hablarnos del proyecto final, debíamos hacer un reporte de todas las prácticas realizadas en el curso y quería que trabajáramos en equipos, en seguida voltee a ver a Isa y Paco que son con quienes me llevo mejor en esa clase.

Mi paz se desvaneció en seguida cuando la maestra dijo que ella misma haría los equipos.

— Formare equipos de tres, el reporte se entregara en dos semanas.

Yo solo rezaba por que no me tocara con alguno de esos burros que no habían trabajado en todo el curso, los nombres de la lista se iban acabando cuando dijo mi nombre y el de Saul, respire aliviada pues él es un chico aplicado y nos llevamos bien, después la maestra pronuncio el nombre " Javier"...hubiera preferido a uno de los burros mil veces. No pude evitar hacer una cara de repudio y justo cuando hacia la mueca él volteó a mirarme, al ver mi expresión me sonrió tímidamente y agachó la mirada, debo admitir que me sentí mal por mi acción pues note que le incomodó.

Al terminar la clase Saul y Javier de acercaron a mi para ponernos de acuerdo en el proyecto, trabajaríamos en el los fines de semana y quedamos para este fin en la casa de Saul. En cuanto terminamos de hablar huí de ellos o mejor dicho de Javier, estaba emocionada por mi cita con Quique así que caminé pensando en él hasta llegar a la cafetería.

Miraba el reloj a cada momento y mi ansiedad crecía más y más, por fin llegó, con esa sonrisa seductora y esa mirada que me derretía. Estuvimos solo un rato en el lugar, me invito a los bolos que están casi del otro lado de la ciudad. Lo que pasó allí fue tal como en las películas, la escena dónde el chico le enseña a lanzar la bola de boliche a la inexperta chica, tal vez era un cliché, pero a mi me encantó su cercanía, sus manos en las mías y en mi cintura, su respiración en mi nuca, su sensual voz en mi oído, todo era perfecto.

Nos divertimos y reímos como locos, de regreso caminamos hasta la estación del metro y nos escabullimos hasta la parte de atrás, me tomó las manos y las puso sobre sus hombros, me miro sonriendo y se acerco lentamente hasta que nuestros labios se unieron, el beso era apasionado, nuestra respiración se agitaba, una de sus manos acariciaba mi espalda y la otra empujaba mi cintura más cerca de él.

Amor En SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora