CAP 16

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Desperté y solté un pequeño bostezo. Sentía que estaba recostada en una cama muy cómoda y acolchonada, además de encontrarme abrigada por una colcha que presionaba mi cuerpo pegándome a aquella cama tan cómoda.

Y entonces recordé que estaba en una florería y allí no había ninguna cama en la que pudiera descansar, y definitivamente no había cobijas.

Abrí mis ojos de golpe y me encontré acurrucada contra el pecho de Zuko, y él estaba con la espalda apoyada contra la pared, y sus brazos me rodeaban, dándome calor.

Su cabeza estaba apoyada contra la pared y su respiración era pausada y tenía un ritmo lento; aún dormía plácidamente.

Sentí mis mejillas arder.

Demonios, ¿cómo llegué a tan comprometedora situación?

Sin importarme si lo despertaba o no, me levanté de golpe, rompiendo su agarre. Él gruñó levemente y abrió los ojos, mirándome.

–Gracias por despertarme, akiva. Estaba cómodo. –Murmuró con voz ronca.

–Lo siento. –Susurré, aún sonrojada.

En ese momento la puerta por la que Iroh había entrado se abrió y salió junto al hombre que nos había ayudado.

–¡Tío! ¿Terminó la reunión? –Preguntó, mirándolos.

–Ya me encargué de todo. Iremos a Ba Sing Se como refugiados.

–Traje los pasaportes de los invitados, –Dijo un chico de mi edad entrando a la casa.- pero hay dos hombres allá afuera buscándolos.

Los tres nos acercamos a la ventanilla para observar quién los buscaba, y reconocí a los dos tipos que los habían estado buscando la noche anterior.

–¡Tengo una idea! –Dijo el señor, observando dos cántaros con flores.

Todos comprendimos y ayudé a Zuko y a Iroh a esconderse allí. Entonces el chico que nos ofreció los pasaportes y yo salimos del lugar, jalando la carreta con los cántaros.

Los dos hombres me miraron y me reconocieron. Entonces se colocaron delante de mí.

–¡Tú estabas con esos dos anoche! –Me gritó uno de los hombres.

–Deja en paz a mi novia, bicho raro. –Gruñó el chico, rodeando mi cintura con uno de sus brazos.

Me sentí muy incómoda y continuamos caminando mientras los hombres locos entraban a la florería.

Caminé abrazada al chico cuyo nombre ni sabía, hasta que salimos de la ciudad.

–Ya suéltame. –Dije, luego de unos momentos.

–De nada por la ayuda. –Sonrió... ¿Intentando coquetear conmigo?

Rodé los ojos y no le hice caso.

–Ya es seguro. –Dije, para que Zuko y Iroh pudieran salir de los cántaros.

Ambos salieron y comenzamos a caminar en silencio, hasta que llegamos al puerto del que salían los barcos para ir a Ba Sing Se.

El chico se alejó luego de despedirse de nosotros y subimos al barco, que partió casi al instante.


El príncipe y la akiva (Príncipe Zuko)Where stories live. Discover now