CAP 20

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Desperté por el sonido de un rayo. Temblé y me escondí bajo las sábanas, y sin que pudiera evitarlo lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas.

¿Olvidé mencionarlo?

Le temo a las tormentas eléctricas, me traen malos recuerdos.

–¿Jazz? –Oí la voz ronca de Zuko.

Me sentí débil al saber que me habría escuchado llorar y se había levantado por aquello. No me moví y me mantuve escondida bajo mis sábanas, no quería que me viera llorar.

Entonces sentí que me quitaron las sábanas y me vi obligada a mirar al príncipe exiliado.

–¿Estás bien? ¿Qué sucede? –Preguntó, en un tono preocupado.

–La... tormenta. –Logré decir, en un hilo de voz.

Creí que se reiría, pero no sucedió.

Al contrario, se acostó a mi lado y me miró, sonriendo levemente.

No supe qué decir, así que simplemente lo abracé y me aferré a su torso. Él también me rodeó con sus brazos y por alguna razón dejé de llorar.

Sentí que no tenía nada que temer, y me fui relajando poco a poco.

Cuando abrí los ojos de nuevo, era de día y Zuko ya no estaba a mi lado. Estaba en la pequeña mesa de la cocina, sirviendo el desayuno.

¿Qué?

Me levanté bostezando y me acerqué a él con una sonrisa tímida.

–Gracias por lo de anoche. –Agradecí, ruborizada.

–Por nada. –Me devolvió la leve sonrisa.

Ambos nos sentamos a desayunar en silencio y noté que Iroh no estaba.

–¿Y Iroh? –Pregunté.

–Salió, dijo que no regresará hasta el anochecer. –Respondió, comiendo.

Asentí y no supe qué decir, aquel día lo teníamos libre.

–¿Quieres salir a pasear por la ciudad? –Pregunté, luego de que ambos termináramos de comer.

Zuko asintió y luego de arreglarnos un poco, ambos salimos a caminar juntos. La ciudad estaba llena y todos caminaban por todos lados.

Llegamos a una especie de fuente en una plaza solitaria y corrí a lanzar una moneda para pedir un deseo.

Deseo encontrar mi destino.

Luego de pedir mi deseo miré a Zuko, quien había hecho lo mismo que yo.

Me senté en la sombra y el príncipe exiliado se sentó a mi lado.

–Zuko, no tengo palabras para agradecer todo lo que tú y tu tío hacen por mi. –Le dije, mirándolo.

Él sonrió.

–Tú también hiciste mucho por nosotros. –Respondió.

Ambos nos quedamos mirándonos por un buen rato, y sentí que me ruborizaba al tener el impulso de hacer algo que no debería.

–Me gustan tus ojos. –Sonreí.

–A mí me gusta tu sonrisa. –Respondió, del mismo modo.

Entonces sentí que sin querer posó su mano sobre la mía y ambos miramos las mismas por instinto. Pensé que iba a quitarla, pero no lo hizo.

Eso hizo que me sonrojara aún más.

No supe cómo reaccionar porque sentí mariposas en el estómago y era un sentimiento nuevo para mí. Y aquel sentimiento incrementó cuando entrelazó sus dedos con los míos.

Me acerqué a él y me acurruqué en su hombro, para que no notara mi nivel de rubor.

Entonces ambos nos quedamos así, tomados de las manos y mirando a la nada hasta que anocheció.

El príncipe y la akiva (Príncipe Zuko)Where stories live. Discover now