Inicio De Mi Tormento

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A primera vista puedo parecer una chica agresiva, por esta repentina declaración, ¡Pero no lo soy, ni mucho menos, maldición! Soy una dama, ¡Toda una dama!
Puedo controlar mis nervios y mi compostura de buena gana en casi todas las situaciones posibles, pero hay momentos en los que me es imposible, ¡No hay manera humana ni concebible para que alguien soporte tantas estupideces juntas sin sufrir un revés!

Y todo comenzó desde el día que, sin ton ni son, el ruidoso y estúpido miembro del equipo de baseball del colegio se había plantado delante de mí y, sin demasiados miramientos, se había declarado enamorado de mi persona, y me exigía una cita con él, para poder salir formalmente. Atolondrada durante la primer milésima de segundo, mi siguiente reacción fueron unas ganas incontrolables de querer matarlo mientras mi cara, como siempre, respondía de una manera natural con un sonrojo que se acentuaba debido a las miradas de todos ¿¡No había un lugar mejor donde hacerlo que no fueran los pasillos del instituto!? Ni en un millón de años saldría con un elemento así, pero me habría evitado las risas mal disimuladas de mi ayudante en el consejo, Shadow, ni esas miradas por parte de todo aquel que pasaba cerca y había escuchado claro como el agua el grito escandaloso de aquel patán pidiéndome de salir.

Me negué rotundamente, diciéndole que era años menor y que ni tan siquiera lo conocía, pensando que quizás así no seguiría insistiendo ¡Pero el muy idiota salio entonces de que la edad no importaba, que dos años no importaban realmente, y que podíamos conocernos si salíamos a menudo! Saco mi lado irracional y furioso, al cual trate de aplacar y todo lo educadamente que pude –a pesar del tic que empezaba a saltarme en el ojo derecho-, le dije que no salía con mocosos, que realmente no salía con nadie, y que me dejara en paz. Y ahí empezó mi pesadilla…
Parece ser que tomo mi negativa rotunda como un "Conquístame, guapo", o quizás es que el joven de ojos dorados adoraba las causas perdidas y absurdas. A partir de aquel día, Silver the Hedgehog –como me indicaron mis amigas que se llamaban, entre risas- se convirtió en el icono de la pesadez y la persistencia, tratando de llenarme de detalles, regalos, presentes, palabras dulces… todo para tratar de abrirse camino y cumplir su objetivo y que acabáramos saliendo juntos.
Y a partir de ese día también empezaron mis jaquecas y mis estados malhumorados por todos esos chillidos hacia mi persona, las miradas, los seguimientos… y es que odiaba aquel acoso, era demasiado molesto. Odiar es una palabra fuerte ¡Y más para una dulce señorita tierna como lo soy yo! Pero de veras aquel chico era insistente y había demasiadas cosas y actitudes para odiar de él que casi se podían hacer una lista descomunal…

Te odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora