II. Reglas.

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Asentí con la cabeza, aquella intensa sensación que su aliento produjo en mi oreja no me permitió hablar y eso que todavía no me tocaba. 


Volteé y me encontré con el hombre más guapo que había visto jamás; un centímetro más alto que yo, conun cuerpo de dios griego, piel canelada, ojos azules que parecían un mar, cabello castaño claro con un toque desordenado y con una sonrisa cuadrada, demasiado cautivadora, vestía un pantalón y saco negro, junto a una camisa blanca impecable, en verdad era un dios. Me ofreció su brazo y nervioso lo tomé.


Caminamos en silencio al elevador. Subimos al piso 15 y recorrimos el pasillo hasta la última habitación. Deslizó la tarjeta y la puerta se abrió, me dejó pasar primero, además de guapo olía exquisitamente. Entro detrás de mí, encendió la luz y cerró la puerta.


– ¿Cómo me contactaste? – preguntó mientras yo caminaba al centro de la habitación.
– Un... amigo me dio tu número – no consideré buena idea decirle la verdad.
– ¿Te explico las reglas? – dijo con un tono de solemnidad.
– No... sólo me dijo la clave. – respondí volteándome y mirándole fijamente.
– Bien, regla número 1. No nombres, no me dirás el tuyo ni yo te diré el mío; regla número 2. No preguntas personales, nada que pueda dar indicios de quienes somos en realidad. ¿Entendido?
– Sí, no nombres, no preguntas personales – repetí como si fuera un alumno.


Se acercó a mí, mi corazón se disparó más de lo que ya estaba, me quitó mi saco y comenzó a acariciarme un brazo por encima de mi camisa, con el dorso de su mano, como acto reflejo cerré los ojos, lo próximo que sentí fueron sus tibios labios recorriendo mi cuello mientras me sujetaba por la cintura, yo subí mis manos por su pecho y lo abracé por el cuello, estaba perdiéndome en sus caricias, ¿Cómo era posible que un desconocido estuviera excitándome de esa manera?

Deslizó sus manos por mi espalda, hasta llegar a mis glúteos y los apretó de manera juguetona, mientras que sus labios subían por mi mentón hasta llegar a los míos, me besó despacio y suavemente, yo correspondí un tanto frenético, me estaban matando sus caricias y había deseado, como nunca antes, sentir su boca unida a la mía. Le quité el saco y lo tiré en el suelo, él movió sus manos al inicio de mi pantalón y comenzó a desabotonarlo y bajar el cierre, suspire cuando sentí su tacto sobre la tela de mis boxer's los cuales se asomaba del pantalón, en tanto yo desabrochaba su camisa sin dejar de besarnos, de apoco el baja mi pantalón, hasta que este cayó al suelo, como puede me quite los zapatos, para poder librarme completamente de él y lo aventé al igual que su camisa.

Entonces, él beso de nuevo mi cuello mientras sus manos desabrochaban mi camisa y me lo quitaba por completo, besó uno de mis pezones mientras acariciaba el otro con movimientos circulares y pequeños pellizcos, yo estaba ya jadeando y tenía mis manos enterradas en su cabello. Subió por mi cuello con besos cortos hasta volver a besarme en los labios y me dirigió hacia la cama, me tendió en ella y se colocó encima de mí, fue besando mi cuello nuevamente y siguió bajando por entre mis pectorales, continuó hacia mi ombligo y sentí como sus manos me quitaban la única prenda que me quedaba.

Abrí la boca cuando sentí que besaba la punta de mi erección, bajando hasta mis bolas, para volver a subir lentamente lambiendo toda mi longitud y después succionar la cabeza de mi miembro, mientras yo apreté con mis manos el edredón y un fuerte gemido se me escapó que, incluso, me sorprendió, yo era del tipo silencioso en esas cuestiones, pero sus caricias me estaban enloqueciendo, de pronto sentí una fuerte corriente eléctrica recorriendo cada minúscula parte de mi cuerpo, estaba llegando al clímax, otro sonido escapó de mi boca y apreté aún más la colcha.

Mi respiración y mi pulso estaban a mil y trataba de controlarlos, vi como él se levantaba y terminaba de desnudarse, de su pantalón sacó un condón, le retiró la envoltura y se lo puso, al subirse a la cama acarició mi pierna derecha con su mano, mientras que la otra la llevaba hacia mí apretada entrada, la acaricio, ante de introducir los tres dedos, llevo su mano a mi boca para que los lubricara con mi propia saliva, ya listos los saco de mi boca, para volver a dirigirlos hacia mi apretada entrada, en donde lentamente empezó a introducir uno por uno, hasta tener tres dedos dentro de mí.

Empezó un delicioso vaivén el cual no sé qué botón encendió, pero sentí una fuerte necesidad de tenerlo dentro, así que abrí más mis piernas y sentí como sacaba de un por uno, para después ir introduciendo su miembro, el cual era un poco más grande, gemí al tenerlo completamente dentro de mí, llenándome, me aferré a su espalda cuando él se empezó a moverse, beso alternadamente mis pezones, jadee.

A decir verdad, mis gemidos eran los que inundaban la habitación, jamás había sentido lo que ahora estaba experimentando, aceleró sus movimientos mientras se apoyaba con ambas manos sobre la cama, pude ver completamente su rostro retorcido, mis manos subían y bajaban por su espalda mientras le suplicaba por más, sus movimientos se volvieron frenéticos y de pronto me envolvió una sensación totalmente desconocida y nueva para mí, era el éxtasis total, creo que hasta luces de colores pude ver. Se dejó caer rendido sobre mí, estábamos empapados en sudor y de mi esencia la cual había descargado en mi abdomen.Cuando controló un poco su respiración, se acostó a mi lado, nos quedamos en silencio unos minutos, yo trataba de recobrar el aliento y el sentido de las cosas, entonces él se levantó de la cama.


– ¿Te vas ya? – pregunté casi con pánico.
– Sí – se dirigió al baño – pero tú puedes quedarte, la habitación ya está pagada – agregó.
– Espera... tú... – no supe como formular la pregunta para que no sonara personal.
– Regla número tres: no lazos afectivos – dijo y entró al baño.


¿Así que eso era todo? Sexo casual entre dos extraños, sin compromisos de ninguna índole, sin explicaciones ni interrogantes, sonaba sencillo y simple. Suspiré, sin duda alguna era el mejor cumpleaños de toda mi vida, sonriente y satisfecho abracé la almohada y me quedé profundamente dormido.    

Tentación I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora