VIII. ¿Que haces?

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Emití otro gemido que no pude evitar y él soltó una risita. Me senté a su lado con las piernas temblorosas recuperando poco a poco mi respiración normal, de pronto un gruñido proveniente de mi estómago hizo que me avergonzará.



– El ejercicio intenso provoca hambre – dijo sonriendo.
– Sí, la falta de alimento también, hoy no comí porque... – él arqueó una ceja y entonces recordé las reglas, estaba a punto de dar más información de la necesaria – no me dio tiempo – terminé diciendo.
– Bueno, podemos pedir servicio a cuarto.
– ¿A esta hora? – pregunté sorprendido, calculé que serían cerca de las diez de la noche.
– En este hotel hay servicio las 24 horas.


Se levantó del sillón y lo miré caminar desnudo, tenía un cuerpo muy bien tonificado, supuse que hacía ejercicio. Tomó el teléfono y dígito tres números, se volteó hacia mí.



– ¿Qué quieres? – preguntó y después le dijo a quien le respondió que esperara.
– No conozco el menú de aquí. ¿Alguna sugerencia?
– Hamburguesa, son lo mejor.
– Vale una, pero las papas en otro plato, por favor... gracias.



Me miró algo extrañado mientras le repetía a su interlocutor lo que yo le había dicho y pidió otra hamburguesa sin cebolla y dos zumos, entonces, el sorprendido fui yo, no imaginé que fuera a acompañarme. Colgó el teléfono y se acostó sobre la cama, tomó el control remoto y encendió el enorme televisor de pantalla plana, yo me metí al baño a lavarme las manos.

Me miré al espejo, tenía en el rostro una amplia sonrisa, él surtía un efecto en mí bastante poderoso, todo de él me afectaba, su olor, su sabor, su cuerpo. Recordé las reglas y decidí quedarme ahí mientras llegaba la comida, preferí eso a salir y soportar su indiferencia.

Minutos después salí envuelto en una toalla, no supe porque, pero me daba vergüenza que me viera desnudo si no estábamos teniendo relaciones, él tenía puesta una bata blanca con el logotipo del hotel y estaba sentado frente a la mesa, las hamburguesas ya habían llegado, así que recorrí la silla frente a él y me senté y empecé a comer mientras él hacía lo propio y me miraba.



– Son ricas, ¿verdad? – Preguntó y después se comió una patata.
– Sí, tienen un sabor especial.
– Receta secreta de la casa.



Le sonreí mientras le daba otra mordida a mi hamburguesa, era tan extraño todo eso, de pronto, sentí que su pie acariciaba mi rodilla, cerré los ojos en automático, no podía controlarme cuando sentía su piel rozar la mía, abrí los ojos y me sonreía traviesamente.

Decidí seguirle el juego, así que tomé la patata más larga que vi, hice mi cabeza hacia atrás y la introduje completa en mi boca, él frunció el ceño encantado y se mordió el labio inferior mientras yo masticaba la patata lentamente, su pie seguía acariciando mi pierna de la rodilla hacia abajo, abrí un poco las piernas y me deslicé un poco en la silla para que él pudiera alcanzar la parte interna de mi muslo, tomé la hamburguesa y la mordí suavemente, tratando de que pareciera sensual, él me miraba y sonreía, noté que su pecho se movía un tanto agitado, al parecer la seducción a través de la comida estaba funcionando, yo sentía como el pre-semen volvía a salir de mi miembro.

Terminamos de comer y bebí el zumo que habían llevado, jugueteando sensualmente con el popote, él también se bebió el suyo creo que de un solo trago. Se levantó y de su pantalón saco otro condón y se quitó la bata. Mi respiración ya estaba agitada, necesitaba de él y con cada encuentro crecía más esa necesidad.

Tentación I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora