Primera Hora; Distopía

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Su cuerpo temblaba de frío mientras trataba de moverse por los oscuros callejones de aquella zona tan desconocida de Royal Woods. Le hubiera gustado tener al menos una bufanda para proteger su cuello del frío. Todo estaba tan oscuro, y era tan aterrador para Lincoln. Se movía por un callejón tratando de pensar alguno de sus planes, pero todo era inútil. Sus planes eran sólo para sobrevivir a diez hermanas, no para sobrevivir en una noche donde es legal asesinar a cualquier persona que se encuentre caminando por la calle.

En Internet leyó que era mejor alejarse de los callejones y metros, que esos eran los lugares preferidos para los vagabundos por lo que serían los sitios más próximos a ser purgados, pero Lincoln tenía tanto miedo que simplemente no se atrevía a volver a salir a plena calle.

-¿Todo esto por un maldito video? –Susurró mientras se estremecía ante los sonidos de disparos y gritos que no habían parado desde que inició la purga. La purga siempre iniciaba de forma estruendosa.

Le pareció escuchar risas y amenazas detrás de un callejón. Sabía que tenía que retroceder en cuanto escuchara algo, pero parte de él aun quería creer que se podría razonar. Todos seguían siendo seres humanos, sólo porque una estúpida ley dijera que las personas podían matarse sin temor a ir a la cárcel no significaba que tuvieran que hacerlo. Quizás podría pedir ayuda. Tal vez tuvieran un auto, lo llevaran a casa y cuando Lisa lo viera por sus cámaras lo dejaría entrar y todo volvería a la normalidad. Era la típica esperanza de un niño en su situación.

Antes de salir escuchó unos sollozos pequeños junto a las risas, eso lo hizo desconfiar un poco, por lo que se apoyó con cuidado al borde de la pared y miró con cuidado.

Eran cinco hombres, o chicos. No podía estar seguro de como se veían debajo de su ropa: los cinco tenían chaquetas de cuero con algunos adornos de metal, los pantalones parecían ser del mismo tipo, tres de ellos tenían puestas mascaras de payaso, los otros dos también las tenían pero estaban levantadas hasta la cabeza para poder fumar lo que Lincoln veía como un cigarrillo. Esos dos eran jóvenes, quizás los otros no fueran diferentes.

Había otras tres personas con ellos, pero estaban de rodillas mientras uno de los chicos les apuntaba con lo que parecía un rifle. Desde la purga era muy fácil conseguir armas, algunas personas se paraban en la calle y simplemente las mostraban mientras ponían precios especiales e incluso dos por una. El año anterior cuando fue al mercado con Lori se encontró con tres chicos un poco mayores que ella que estaban vendiendo pistolas y rifles del mismo tipo que esos chicos fuera del centro comercial. Lori fue lo bastante sensata para cruzar la calle para no tener que pasar junto a ellos mientras ponía la mano sobre su cabeza.

-¿Por qué me trajiste aquí, Lori? ¿Por qué? –Agitó su cabeza para liberarse de esos pensamientos, no podía perderse ahora.

-Luche por el Estado, ¿Y así me pagan? –Un hombre vestido en harapos y con el cabello largo y sucio les gritó a los chicos mientras se reían. –Soy héroe de guerra. ¿Entienden? Gane un corazón purpura al recibir el maldito disparo en la pierna por el que terminé aquí.

-¿Héroe de guerra? –Uno de los chicos tomó un bate con clavos de uno de sus compañeros y se inclinó mientras le hablaba burlonamente. –¿Enserio? ¿Un héroe de guerra? ¿Eh? ¿Eh? ¡Aquí esta tú guerra! –Dio un pequeño salto con el bate levantado mientras lo dejaba caer sobre la cabeza de aquel hombre. El largo cabello no le ayudó a detener el impacto del bate cuando este se estrelló sobre su cabeza, hizo un sonido como de melón reventándose mientras caía al piso.

Lincoln ocultó totalmente su cuerpo contra la pared mientras se tapaba la boca ante lo que había visto. Su respiración comenzó a acelerarse mientras escuchaba como los chicos se reían y comenzaban a felicitar a su compañero por el golpe.

La Purga Loud: La noche de LincolnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora