Tercera Hora; Depravación

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Dolía mucho. Su pierna se sentía cada vez más pesada mientras Lincoln la arrastraba tras de si. No había puesto mucha atención a las calles mientras escapaba. Todo lo que quería era alejarse de aquel demente del hacha y del casco de toro. Realmente había tenido suerte de tener ese tuvo de acero a la mano, de otro modo posiblemente ahora estaría...

-No pienses en eso, Lincoln. Sólo no pienses en eso. –Se dijo a si mismo mientras seguía arrastrando la pierna por la calle. Con una herida así no podía correr. Sería una presa demasiado fácil si vuelve a estar en peligro. No sabía exactamente cuanto tiempo había pasado desde el inicio de la purga, para él era al menos una eternidad, pero aun no había escuchado la bocina que indicaba el fin de esta pesadilla.

Se sentía sumamente sucio. Había intentado limpiarse al menos un poco de la orina del pantalón, pero todo lo que consiguió fue que su mano apestara. Y para hacerlo peor, el golpe en la cara se había hinchado y le dolía un poco cuando trataba de hablar. A Lincoln aun le costaba creer que todo esto pudiera ser realmente fruto de un maldito video.

Se lo había repetido al menos mil veces desde que la purga inicio, incluso antes le parecía que la furia de sus hermanas era exagerada. Ya había pasado un mes, y la única vez que pudo hablar con ellas era cuando Lori estaba obligada, o cuando a Leni se le olvidaba que estaba enfadada, o cuando Lynn lo insultaba. Por no mencionar a Luna y sus canciones ofensivas contra él.

Un mes aguantando todo eso por un trabajo escolar que reprobó y por el que ya pagó el triple que ellas.

Quizás fuera el dolor o el mido, o incluso ambos los que hablaban, pero Lincoln realmente comenzaba a sentirse muy enfadado con ellas. No era la furia común a la que estaba acostumbrado cuando sus hermanas solían pasarse un poco de la raya, o cuando destruían algo que era suyo. Esto era más. Lincoln realmente creyó que podría hacerles daño.

-N-no. Jamás podría... –Dijo en voz baja mientras se apoyaba un poco en la pared. Era sólo el dolor y el miedo los que hablaban. Lincoln sabía que sus hermanas sólo querían darle una lección, no matarlo. Ellas nunca lo dejarían abandonado en medio de la purga por un estúpido video. Lo que pasó fue sólo un accidente.

Un accidente que casi le costó la vida dos veces, y por el que su pierna ahora estaba herida.

-Basta. No quiero pensar en eso. –Agitó un poco su cabeza, pero eso pareció causarle un ligero malestar mientras un pequeño dolor se hacia sentir en lo profundo de su cráneo. –Tengo que encontrar el camino a casa. Una vez que lo haga todo estará bien.

Lori había seguido el mismo trayecto después de dar algunas vueltas en lugares que Lincoln conocía. Supuestamente sólo tendría que seguir el mismo camino, pero... al huir de los payasos había perdido totalmente el rumbo. Todo lo que le había interesado en ese momento era escapar. Y por eso no podía saber siquiera si estaba siguiendo el camino correcto. Había perdido totalmente la orientación.

Quizás sólo se estaba alejando más.

Un auto pasó rápidamente junto a él. Lincoln lo reconoció como aquel auto repleto de potentes luces que iluminaban toda la calle.

-¡Dale que ya viene en cuco! ¡Jajaja!

Un adolecente le gritó mientras salía por la ventanilla y le arrojaba una botella de cerveza. Lincoln cerró los ojos y se cubrió la cara, pero la botella falló por mucho y se estrelló contra la pared de la casa asiéndose pedazos.

-Las calles tampoco son seguras... –Dijo en voz baja mientras seguía cojeando. Nada era seguro en ese día del año. Lincoln había intentado engañarse a si mismo al creer todas las historias y guías de supervivencia sobre la purga que había leído. Había tratado de hacer un plan para sobrevivir en caso de quedar atrapado en ella.

La Purga Loud: La noche de LincolnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora