A la mañana siguiente, entrábamos en clase de Biología. Con la madre de Lydia. Natalie había sido muy amable conmigo siempre. Incluso recordaba los momentos en los que Lydia comenzaba a ser una Banshee y dejaba que fuera a verla aunque no fuera amigo suyo.
- Adivinad esta planta. -Dijo sacando una flor de acónito con un guante.
- Eso es... ¿Un tulipán? -Preguntó un alumno. Natalie negó.
- ¡Es acónito! -Exclamé yo, levantándome de golpe para mirar a Scott y Malia.
-Estos se levantaron y vinieron conmigo- Así es Stiles. ¿Cómo lo has sabido?
- Creáme profesora... Jamás olvido el aspecto de todas las especies de acónito. -Reímos.
- Muy bien. ¿Quién quiere cogerlo? Es altamente tóxico así que debéis llevar un guante... -Nadie levantó la mano- Scott. -Éste la miró- ¿Por qué no lo intentas tú?
- ¿Yo? No creo que sea una buena idea...
- Venga. Coge el guante y ven. -Dio un paso para delante. Lo detuve.
- Yo lo haré profesora. -Dije, cogiendo el guante de la mesa.
- Está bien...
Tocar una flor de acónito me ponía nervioso. Aún así, lo hice decididamente para que Natalie no notara nada. Ya que había sospechado cuando no había dejado hacerlo a Scott. Cuando acabé volví a mi sitio. La profesora comenzó a explicar qué era el acónito y todas y cada una de sus "peculiaridades".
El timbre sonó. El entrenador, también conocido como nuestro "querido" profesor de economía, entraba en clase mientras que la señora Martin salía.
- Adiós Bobby. -Dijo ésta, supongo que sonriendo.
- Hasta luego Natalie. -La cara épica de idiota supremo del profesor era muy graciosa. ésta abandonó el aula. Bobby se sentó sobre la mesa.
- Señorita Tate, dígame la diferencia entre éxito y fracaso.
- Pues... El éxito es el logro de completar todas tus metas mientras que el fracaso viene a ser todo lo contrario.
- Muy bien Malia. Al menos alguien que lo sabe. Aprended de ella. -Dijo, mirándonos.
- Malia... La libreta... Se ve que lo has leído. -Le susurré, en broma.
- Ya, claro. Si lo tengo escrito en la mano de qué hablas... -Reímos. Abrí los ojos como platos.
- Tus manos... -Se las miró. Se quedó boquiabierta- Haz que te desmayas pero escóndelas.
Le habían salido las garras. Y cómo aún no controlaba del todo cómo sacarlás y escondérlas, pues necesitábamos tiempo y soledad. Dos cosas que nos faltaban. Malia hizo que se desmayaba. Yo me levanté, ganándome las miradas de todos y la típica pregunta por parte del profesor.
- ¿Stiles, qué ocurre? -Preguntó Bobby.
- ¡Malia! -Dije yo, mientras la sujetaba- ¡Se ha desmayado! ¡Voy a llevarla a la enfermería! -Y salimos de allí.
Cuando ya nadie podía vernos comenzamos a caminar, de manera rápida, al baño de las chicas. Entré con ella. No había nadie. Todos estaban en clase.
- ¡No puedo esconderlas! -Dijo, refiriéndose a las garras.
-La abracé- Tranquila...
Malia me devolvió el abrazo, notaba sus garras en mi espalda. Poco a poco, iban desapareciendo hasta que finalmente consiguió esconderlas al completo.