Prólogo

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SOPHIE JONES

Recién salíamos de Brighton, cuando Ryan le pidió a mi padre que aparcara el auto porque necesitaba vomitar.

—Ry, eres un asco—masculle cuando volvió a subir al auto. —Te dije que no comieras esa hamburguesa de Mc'Donalds, estaba en el cesto de basura.

—Lo se, pero tenía hambre y no quería caminar.— bufó con la tez totalmente pálida.

—¿Te sientes mejor?— pregunto mi madre. —Digo, ahora que expulsaste todo.

—Un poco, pero tengo el estomago revuelto.

—¿Quieres que demos la vuelta?— pregunto mi padre. —No nos alejamos mucho, mira si te hace mal el viaje.

—Lo siento, cariño— me acarició la mejilla. —No quiero arruinarles las vacaciones, señor Jones, mejor demos la vuelta.

—No hay problema Ry, espero que te sientas mejor pronto, ya nos veremos a la vuelta.— bese su mejilla.

Mi padre pego la vuelta y dejo a Ryan en la puerta de su casa, ya que vivía muy cerca de la autopista 27, en un barrio cerrado.

—Se veía muy mal en la mañana, cuando recién se levanto.— Dijo mi padre, con cierta expresión de asco en su rostro.

—No quiso desayunar nada, ya se sentía mal en casa.— respondió mamá, mientras volteaba a verme.

—Le dije que no se comiera esa hamburguesa en la noche.— Comenté con enfado.—Pero no me hace caso...

—Ya lo volveremos a ver, quédate tranquila.— me dijo mi padre mientas me observaba a través del espejo retrovisor.

—¿No estás emocionada? —me pregunto mamá, mientras subía la ventanilla del auto, con el botón pequeño, que está sobre el apoya brazos.

—¿Por nuestras vacaciones? ¿Por qué veremos a la familia?— pregunté pensativa.

—Si, pero también verás a Reece...

—Si, supongo que estoy emocionada.

La verdad me sentía extraña. Volver a ver al chico que me gustaba cuando era niña, no se había vuelto mi actividad favorita, el dolor de estómago que tengo a raíz de los nervios es horrible.

¿Qué pasa si no soy lo que espera? Digo, pasaron cinco años y cambié.

¿Qué tal si Reece no se acuerda de mi?

Quedamos como mejores amigos, toda mi vida lo hemos sido. Nuestras madres se conocen desde pequeñas, sobre todo porque ambas han crecido en la misma calle de Preston, en Accrington. Como nosotros decidimos vivir donde nació mi madre, yo creci siendo como una hermana, -además de Lexie-, para Reece. Pero, hace cinco años transfirieron a mi padre a Brighton, -donde el nació- para trabajar en la Universidad de Sussex, como profesor de filosofía.

Mi madre se dedica al arte de la jardinería. Quiso ser cantante, como un sueño pasajero, pero se estresaba, porque no llegaba a las notas y encontró su pasión dedicándose a vender, arreglar y decorar con flores.

Yo, trabajo con mi madre. Administró la caja registradora, ya que no soy buena arreglando flores.

En mi vida tuve cinco cactus, regalos de mi madre, para cada primavera. Todos murieron porque me olvidaba de que tenía que cuidarlos, por eso tampoco tengo mascotas, aunque me gustaría.
Ahora, cada primavera, mi madre me regala petunias, -mis flores favoritas- pero artificiales, para pintarlas en algún cuadro o decorar mi habitación.

Mi primer animal fue una tortuga, se llamaba Bucky, murió cuando tenía ocho años. Me olvide de cambiarle la lechuga y murió intoxicada. Ese día escape a la casa de Reece y mis padres fueron a buscarme cuando me dijeron que la habían enterrado. Cinco años después, Reece escucho que la habían tirado a la basura y corrió a contármelo.

Yo no quiero perritos en la basura. Por eso, cuando cumplí catorce, Reece me regaló un cachorro robot, solo tengo que prenderlo y da pasitos cortitos. Es pequeño y tiene el pelaje marrón pegado al plástico. También tiene un pequeño vestido violeta y un sombrero rosa. Eso es lo mas cerca que estuve de tener una mascota luego de mi homicidio del 2006.

— Cariño, escucha —me habló mi madre mientras subía el estéreo del auto. —¡Es Reece!

—Si, lo se ¿Canta muy lindo, verdad?

Lo cierto era que yo solía escuchar a Reece siempre que cantaba, desde pequeños.

—Tiene una voz hermosa, espero que nos cante algo.— decía mi madre, emocionada.

Cuando íbamos a ir a ver a Reece, en su audición para The X Factor, tuvimos que mudarnos. Un día antes, estaba super nervioso y yo lo ayude a que se calmará un poco.

Después de unas semanas me llamo, para contarme que estaba en una banda llamada Stereo Kicks. Un tiempo después, las noticias de las paginas de chismes me dijeron que esa banda había acabado y hace tres años leí que comenzó a formar parte de una banda muchísimo más chica y que se llama New Hope Club.

Desde que me llamó para contarme lo de Stereo Kicks, no hemos vuelto a hablar. Lo llame, le envié mensajes y hasta le escribí en sus redes sociales, para vernos cuando estuviera en Brighton, de gira. Pero no me ha respondido nada, supongo que la vida de músico es bastante ocupada.

—¿Cuánto falta?— pregunté un poco irritada.

—Sólo unas pocas horas, tranquila.— me respondió mi padre, mientras me observaba a través del espejo retrovisor.

—Descansa un rato, Sophie.— sugirió mi madre. —se que no pudiste dormir bien en la noche.

—Si, tienes razón.— respondí.

Gire mi cabeza, en dirección a la ventanilla, contemple la arboleda que se alzaba a un lado de la carretera y apoye mi cabeza sobre el vidrio. Lentamente fui cerrando mis ojos, tratando descansar un poco.
Aún era temprano y todavía me esperaba un largo día y tres horas más de viaje.

Espero que Reece se acuerde de mi y espero no ser tan impulsiva como para gritarle cuando lo vea, espero.

Limonada para dos (Reece Bibby Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora