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Lance se despertó un tanto tarde.
Se removió perezosamente entre las sábanas y se topó con un cuerpecito templado.
El dueño de dicho obstáculo tenía el pelo por la cara, despeinado, y oscuro, tanto que Lance de queso mirando cada uno de los mechones que lo formaban. Era increíble que pudiese ser tan negro. Con razón se le veía tan paliducho.
Con una sonrisa inconsciente en la boca, miró su rostro y detalló cada parte de este.
Tenía las pestañas bastante largas,y los pómulos algo remarcados. Se veía mono dormidito, como más tranquilo y amansado. Aunque estando despierto tampoco es que fuese muy agitado y revoltoso. Era tan serio, tan... soso.
Pero bueno, no se puede ser perfecto.
Su mano tuvo el detalle de apartarme algunos mechones de la cara. Keith se removió al sentir dicho roce y escondió la mitad de su cara en la almohada.
Sus labios quedaron entreabiertos. ¿Serás calentitos y blanditos? Pensó Lance.
Vió sus dientes tras esos cojines rosados, pero no se paró a mirarlos bien. Se perdió la forma tan perfecta y triangular de sus colmillos.

Se quiso levantar, pero una mano por su muslo de lo impedía. Esbozó una suave sonrisa y con cuidado apartó su mano de su pierna. Es pegajoso pero sólo de noche, se dijo a sí mismo. Se fijó que al lado de donde colocaba su cabeza al dormir había una gotita de sangre. Se palpó la nariz en busca de pruebas. Ni rastro. ¿Y eso de donde venía? Vete tú a saber.
Una vez se levantó, sintió un suave dolor de cuello. Pasó su mano por este y notó dos pequeñas endiduras, como dos huequitos. Un bicho, pensó. Pero era raro, por qué le escocía un poco, y las picaduras o dueles o pican.
Keith ya notó la ausencia de calor, y eso le hizo fruncir el ceño y buscarle débil y vagamente con la mano por el colchón.
Lance se dirigió al baño.

Keith se despertó al sentir un dolor que crecía en su mano: le daba el sol.
Apartó su mano en un suave jadeo siseado por dolor. Sacudió esta y la miró: justo a tiempo.
Lance no estaba a su lado. Eso también le extranó. Al azabache ya le rugía un poquito la tripa.
Se levantó y buscó a Lance, aún estando descalzo y haciendo un tanto de frío.
Lo encontró en el baño con la luz encendida, asustado y con una gasa curando eso que había encontrado en su cuello.
Lance miró a Keith.

-Mira esto. -Keith tragó saliva. Mierda. Mierda mierda mierda. -¿Que coño es? ¿Que bicho es este? -pasó sus dedos con miedo. Le temblaban. Estaba nervioso. -Qué cojones...

-Lance. -murmuró Keith. El chico se quitó la venda del cuello lentamente. La sangre que el cubano le había encontrado días antes ya estaba seca.
Y se dió cuenta.

-¡A ti también te han...! -Keith negó antes de dejarle acabar. Lance frunció el ceño.

-No es un bicho. -murmuró el azabache en voz baja. Apretó la venda entre sus dedos. -He sido yo. -Lance frunció el ceño aún más. Es que el corazón me iba a salir del pecho con tanto nervio.

-¿Tú? ¿Cómo? ¿Que tienes, complejo de vam... ? -Keith, frente a él, subió su labio superior suavemente con sus dedos. Le mostró sus colmillos, tan afilados y blancos. Lance negó. Palideció instantáneamente. -No... no es verdad...

-Lo puedo explicar. -musitó algo asustado. Lance negó.

-No, no es verdad. No existis...

-Lance yo... tenía hambre y...

-¿¡Y las putas cerezas que!?

-¡No me llenaban, estaba muriendome de hambre y sed! -Keith frunció su ceño. -Lance yo no... -el cubano pasó una mano por su frente. Keith se acercó y Lance se alejó un paso.

-Vete de mi casa. ¡Vete ya! -Keith negó. Ahora su rostro era de miedo.

-¡No por favor, ahora no, ahora no por favor!

-¿Ahora que ya me has mordido no, no? ¡Vete ya!

-¡Lance, no lo entiendes, yo no...!

-¡Vete de aquí!

Y tras una forzosa salida, Keith quedó fuera. Pero no se alejó ni un centímetro de la puerta.
Al contrario, se aferró a ella.
El tejado de Lance era escaso y el sol amplio. Si le tocaba un poco estando donde estaba, ya podía despedirse de su cuerpo.

-¡Lance, Lance por favor, voy a morir Lance! -Keith empezó a gritar de forma desgarradora. Y empezó a quejarse de dolor. El sol le alcanzaba.
A lo lejos había un arbol, pero si se atrevía a correr hacía él era hombre muerto.
Lance miraba el suelo, con la mano tapando la gasa que tenía en el cuello pegada.
Oir rogar a ese chico por su vida no ayudaba nada.
Mierda. La consciencia.
-¡Lance por favor voy a morir quemado! -ahora gritaba sin miedo. Su voz estaba desgarrada y rota, y no hacía más que pegarse a la pared y gruñir de dolor. Quemaba hasta el aire.
Se iba a quemar.
Se iba a derretir.

Y Lance se puso de pie.
Keith gritó aún más fuerte.

Nos queda la noche. //Klance Vampire!AU  [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora