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Keith frunció el ceño.

-¿Que?

-Que cuando me... -el teléfono sonó.  -Espera ahí. -murmuró. El cubano se dirigió a la cocina. Cogió el teléfono. -¿Si?

-Hijo, ¿que tal todo por allí? Ya no te acuerdas de tu madre... - Lance lanzó una risa que hizo a Keith girar su cabeza.

-Por dios mamá sólo han pasado 24 horas... o menos.

-Ay hijo, nunca es poco tiempo para llamar a tu madre. ¿Como va todo?

-Bien... -miró a Keith. Keith desvió su mirada de él. Comió otra cereza. Lance perfiló con sus ojos su cuello y su mordida. -Bien. Todo bien.

-¿Quieres pasarte a por comida? Tengo lasaña y...

-¿Tienes cerezas? - Lance continuaba hablando en su idioma natal con su madre.

-Claro hijo. Tu padre me ha avisado de que hay una bolsa más nueva.

-Guardame una bolsa. Voy a por ella ya. Y a por esa lasaña. - dijo sonriendo.

-Vale cielo. Ahora nos vemos.

-Hasta ahora mamá. Te quiero. -Lance colgó tras oír la respuesta de su madre. Keith volvía a mirarle desde el sofá. -Qué.

-¿Era tu novia? -Lance alzó las cejas. Se aguantó la risa. -¿Novio? -Lance lanzó otra carcajada al aire. -¿Qué?

-No Keith, no era mi pareja. Si no tengo... -dijo riendo. Cogió las llaves. -Ah, no me olvidó de esa pregunta. Voy a por comida a casa de mis padres. Más vale que cuando vuelva esté todo como cuando estaba aquí. -Keith frunció su ceño.

-¿Crees que tengo ganas de robar o algo? Si sólo quiero descansar... -murmuró tumbándose en el sofá. Keith creyó ablandarse, pero se le pasó enseguida.

-Bueno... yo he avisado. Hay agua y cerezas en la nevera. Y mermelada. Y pan en el segundo armario. -Keith asintió. Suspiró y abrió la puerta con cuidado. -Ahora vuelvo. -no le ofreció acompañarle por que sabía de sobra que que le diría que no. Ese chico no podía pisar el exterior. No si hacía ese calor y ese sol.

Lance arrancó y condujo hacía la casa de sus padres.

Keith en cambio, a los minutos se aburrió de estar tumbado. Se ponía bocarriba, jugaba con su pelo o acariciaba de forma continua la manta de terciopelo con sus dedos.
Se acabó levantando.
Sus pies descalzos aún escocian un poco, no se habían curado aún.
Se echó a andar por aquella casa.
Pirmero la cocina: abrió la mermelada, metió el dedo en el bote y lamió esta. Estaba dulcecita, aunque el notar trozos un poco sólidos se le hacía asqueroso.
La dejó en su sitio tras varias lamidas con su dedo.
Se dió un paseo por la planta en la que estaba.
Realmente estaban todas las persianas bajadas. Eso le pareció un detallazo.
Con la sabana sobre sus hombros, entró en una habitación: un baño. Era más pequeño que el del cuarto de Lance.
Al fondo vió otra habitación. Estaba aún sin muebles, sin nada. Estaba vacía. Sólo habían cajas.
A Keith le rugió la tripa. Se quejó y tiró el aire lentamente.
Era hambre, y no de cerezas.
Se miró la muñeca. Si muñeca con venas marcadas y algo amoratonada.

-Joder... -susurró.

Lance llegó a casa de sus padres.
Tomó algo con ellos y estuvo hablando.

-Y dime, ¿que tal por allí?

-Bien... no se mamá. No es que sea diferente a aquí...

-Ay Lance pero algo habrá. -murmuró su hermana.

-Tu no te metas. ¿Donde está mi caja con ropa? -su hermana sonrió traviesa. -¡Ah no, cabrona, dame mi ropa!

-Que más te da, usas siempre lo mismo, anda.

-Chicos, ya está bien. - dijo su madre. Lance le dió un pellizco a su hermana, y está en un quejido le devolvió el ataque. En un quejido y en una colleja que sonó y dolió.

-Bueno, dame esa lasaña y esas cerezas. Tengo prisa.

-¡Eh, me quería quedar con la lasaña! -murmuró su hermana.

Volvió a su casa con la caja de ropa y la comida.
Entró con cuidado.

-Ya estoy. -murmuró. Dejó las llaves y con rapidez metió la caja y las bolsas con comida dentro de casa.
Miro a su alrededor. Keith no estaba en el sofá.  -Genial... este me ha tomado el pelo. Sólo me quería robar. -susurró en voz baja. -¿Keith?

-Lance. -escuchó su voz suave y costosa. El cubano frunció el ceño.

-¿Que haces, donde estás? - el cubano dejó la comida en la cocina. La caja la cargó hasta su cuarto vacío. Allí vió el cuerpo de Keith en el suelo, apoyado en la pared, con la muñeca llena de sangre y los labios de tono carmín. -Keith, que... -al fijarse en su brazo dejó caer la caja al suelo. -¡Keith que has hecho!

-Tengo mucha hambre y sed... -murmuró cerrando los ojos. -Duele joder. -había intentado beber su propia sangre.
Y era como la pescadilla que se muerde la cola: era tal estupidez que se estaba matando a sí mismo.

Lance corrió al baño de forma torpe. Volvió con más vendas.

Nos queda la noche. //Klance Vampire!AU  [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora