22. Vuelta al hogar

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Caminar por la capital de mi reino fue fácil. Al contrario que en otros lugares iba con el rostro descubierto y sonriendo. Mucha gente se paraba a ver y nos seguían. Al llegar al palacio real el guardia abrió la puerta

-A todos los ciudadanos que están aquí hoy-me gire a mirarles y proyecte mi voz con magia-Gracias por su preocupación y su amor, su princesa ha vuelto a casa

Las puertas se cerraron cuando empezó el griterío de felicidad de los plebeyos. Después de todo la familia real era muy amada




Después de que una oleada de sirvientas me cogiera por banda para llevarme al baño. Antes de darme cuenta muchas manos me arrancaron toda la ropa del cuerpo

-¿Habéis estado limpiando vuestro cuerpo con magia?

-Tenéis la piel fatal, iré a preparar la mascarilla hidratante.

-Preparad el champú especial, el pelo también está mal y ha estado atado mucho tiempo

-Mi pobre princesa, no os preocupéis, enseguida estaréis tan preciosa como siempre. Tal vez como nunca antes.

Después de bañarme y frotarme a fondo, normalmente lo hacía yo sola, pero no parecían dispuestas a dejarme. Me cubrieron varias veces con distintos pringues, pelo incluido, y me aclararon otras tantas.

Luego me cogieron, tras secarme el pelo, y me llevaron otra vez como un rio arrastra una rama, hasta mi dormitorio.

Terminaron de secarme el cuerpo y me empezaron a vestir, en ese punto yo ya era como una muñeca que dejaba que le hicieran lo que quisieran

Tras vestirme con uno de mis mejores y más hermosos atuendos me sentaron frente al espejo y mientras cepillaban y peinaban cuidadosamente mi cabello una de ellas se dedico a extender la delgada capa de maquillaje que llevaba normalmente

Luego otra trajo las joyas que fueron colocadas con cuidado y cariño tanto en mi pelo, como mis orejas y mi cuello. Al acabar se miraron entre ellas satisfechas y me pusieron frente al espejo.

Mi rostro, tan encantador como siempre, me devolvió la mirada. No había tenido oportunidad de verme, pero sabía que al estar descuidada el nivel debía de haber disminuido, aunque ligeramente.

La mujer que tenía delante de mi no era la que casi se había fugado con un plebeyo. Esta era una princesa con todas al de la ley que vivía pensaba y respiraba por su pueblo. La manera perfecta de despedirse de Bastian

La promesa azul [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora