Miró los alrededores con miedo, no sabia con exactitud como la recibirían, o si aún seguían siendo amigos, pero Natasha solo estaba segura de una cosa, no quería pasar sus días sin el centinela de la libertad. Así que armandose de valor, tocó la puerta con su mano temblorosa, esperando unos segundos antes de que alguien abriera la puerta. Pero rápidamente un pensamiento invadió su mente, era estúpido estar envese lugar ¿Por qué pensó que la recibirian con los brazos abiertos? Los había traicionado, eso es lo que ella era. Se dió media vuelta para comenzar a caminar antes de que alguien la descubriera, sin embargo, una mano ya la estaba sosteniendo con fuerza.
--¿Nat?-- Aún sin querer voltearse, intento reconocer la voz de la persona que la llamaba, pero era casi imposible --¿Natasha, eres tu?
Finalmente se giró para observar a la persona que apretaba su brazo firmemente y se encontró con el rostro de su amigo, Sam.
Una sonrisa aprecio en el rostro del individuo quien miraba a la espía felizmente, al fin después de meses de búsqueda habían dado con ella, o ella había dado con ellos. De cualquier forma eso solo lo llevaba a un pensamiento.¡El capitán estaría feliz nuevamente!
Envolvió a la rusa en un abrazo que acababa con el aire de sus pulmones. La mujer sonrio, sintiéndose en casa, era absurdo no pensar en que la última vez que se sintió así de feliz fue desde que compartió un beso con el capitán América, en las escaleras del centro comercial. Abrazó a su amigo de vuelta en un gesto que duró solo unos segundos al escuchar unos pasos que se acercaban a ellos.
--¿Quien tocaba sam?-- esa voz, aquella voz que durante meses había sido su verdugo, que la atormentaba cada noche de pesadillas por no haber echo lo correcto. Se separó lentamente de su amigo para dirigir su mirada al rubio que se encontraba congelado en el marco de la puerta.
--Capitán-- soltó ella en un susurro.
Steve creía que era su imaginación, que estaba soñando nuevamente y que la mujer que tenía frente a el, no era su nat, no podía ser ella quien llegara a ellos después de que el se desveló todos los días durante cuatro meses intentando encontrarla.
--Creo que mejor los dejaré solos--mencionó el moreno que miraba como sus amigos habían dejado de prestarle atención y se miraban fijamente el uno al otro.
--Estas aquí--hizo una pausa--¿eres real?--preguntó esta vez.
--¿Quieres tocarme para confirmar que soy real?--preguntó la espía con coquetería, haciendo que las mejillas del capitán se tornasen de un rojo carmesí.
--Dios...--susurró steve antes de acercarse a Natasha y pegarla a su cuerpo.
La rusa se sintió en el cielo cuando el olor de steve invadió sus fosas nasales, colocó su cabeza en el cuello del rubio y cerró los ojos dejándose llevar por el abrazo que había estado deseando los últimos meses.
--No te imaginas cuanto te he extrañado--admitió el rubio.
--No creo que sea más de lo que yo te he extrañado soldado--respondió natasha.
Inhaló su aroma una y otra vez, sintiendo como el rubio soltaba pequeñas risas al tener a la letal espía olfateandolo como si fuera un cachorro. Steve acarició su cabello con delicadeza, llevando sus manos hasta sus mejillas, y separándose unos cuantos centímetros, pero sus rostros seguían estando tan juntos el uno del otro, inconscientemente Natasha coloco ambas manos alrededor del cuello de Steve y el llevó sus manos a la cintura de ella provocando que una corriente recorriera su espina dorsal.
Sus rostros se fueron acercándose cada vez más hasta casi rozarse. Pero el grito de una mujer hizo que se separaran de golpe, sintiéndose confundidos.