capitulo I

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Nick Bateman se quedó tumbado en la suite nupcial del hotel, haciéndose el dormido y preguntándose qué demonios acababa de hacer.

En vez de haber pasado la noche con la mujer que se suponía que sería su nueva esposa, a la que había dejado en el altar a mitad de hacer los votos, estaba durmiendo con Zoë, la gerente de su empresa.

Le hubiese gustado poder echarle la culpa al champán, pero dos botellas compartidas no eran suficientes para emborracharlo. Había estado demasiado bebido como para conducir, pero lo suficientemente sobrio para saber que no era buena idea acostarse con una empleada.

Y, lo que era peor, consideraba a Zoë una de sus mejores amigas.

Alargó la mano hacia el otro lado del colchón, que todavía estaba caliente. Olía a sexo y a feromonas y todavía tenía su perfume pegado a la piel.

Oyó un golpe y un quejido en algún lado de la habitación. Zoë llevaba varios minutos moviéndose sigilosamente, probablemente estuviese buscando su ropa. La única excusa que tenía para haber hecho aquello, aunque no fuese muy buena, era que después de que la boda hubiese sido un fracaso, se había sentido deprimido y no había pensado con claridad.

En vez de haber dicho «sí, quiero», había dicho «no quiero» y había dejado a su prometida. A su segunda prometida, de hecho. ¿Qué culpa tenía él, si se había dado cuenta justo en ese momento de que estaba cometiendo un error? ¿Sería el deseo de a esposa y formar una familia lo que lo ofuscaba? Después de un mes de relación, casi no conocía a la mujer con la que iba a casarse y sus amigos le habían advertido que sólo estaba con él por su dinero.

Qué pesadilla.

Nunca olvidaría la indignación en el rostro de Lynn cuando le había dicho:

-Lo siento, pero no puedo hacer esto.

Todavía podía sentir el golpe de su puño en la mandíbula.

Le había estado bien empleado. A pesar de ser una vampiresa chupa sangre y mentirosa, no merecía que la humillasen de esa manera. ¿Por qué no era capaz encontrar a la mujer adecuada? Hacía cinco años que se sentía preparado para sentar la cabeza. Se había imaginado que, a esas alturas, ya estaría casado y tendría al menos un hijo y otro en camino.

Nada en su vida estaba saliendo como tenía que salir. Como él había planeado.

Después de que la ceremonia terminase abruptamente, Zoë lo había llevado al hotel, donde lo esperaba la suite nupcial con el champán ya frío. No había tenido ganas de beber solo, así que la había invitado a que entrase. Ella había pedido comida al servicio de habitaciones, a pesar de que Nick no tenía hambre, y le había puesto una bolsa con hielo en la mandíbula.

Zoë siempre lo había cuidado. Sobre todo aquella noche.

No estaba seguro de cómo había empezado todo. Estaban sentados, charlando y entonces ella lo había mirado de aquella manera, y lo siguiente que había pasado había sido que él le había metido la lengua en la boca y que se habían quitado la ropa el uno al otro.

La boca de Zoë estaba caliente y sabía dulce y su suave cuerpo había respondido a sus caricias. Y el sexo con ella había sido estupendo. Nunca había estado con una mujer tan... expresiva en la cama. No había tenido que averiguar qué quería porque ella se lo había pedido directamente.

Dios santo, se había acostado con Zoë.

No era que nunca hubiese pensado en ella de un modo sexual. Siempre le había atraído. Pero no era de las mujeres que hipnotizaban a los hombres con sus encantos. Era guapa, pero su belleza era una belleza sutil. Venía del interior, de su extravagante personalidad y de su fuerza.

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