capitulo II

247 8 0
                                    

¿Qué podría cambiar que hiciesen el amor una vez más? Aparentemente, más de lo que Nick y ella se habían imaginado.

Zoë miró el reloj que había encima de su mesa y luego volvió a mirar en el último cajón, donde había metido la bolsa de la farmacia, debajo de los archivos de los empleados. La bolsa llevaba allí cuatro días porque a ella se le olvidaba siempre llevársela a casa después del trabajo. Quizás fuese porque estaba intentando convencerse de que estaba reaccionando de manera exagerada. Lo más probable era que tuviese un virus que terminaría pasándose solo. Un virus que la había dejado sin energías y que le causaba náuseas por las mañanas, y que hacía que le doliesen los pechos.

Ah, y que le había retrasado el periodo.

Zoë estaba segura de que tenía que existir semejante virus y que aquello no tenía nada que ver con pañales y tomas a las dos de la madrugada.

Le habría sido mucho más fácil olvidarse del tema si no hubiese estado segura al noventa por cierto de que Nick no se había puesto preservativo la última vez que habían hecho el amor contra la pared en la habitación de hotel.

Pero no podía ir a preguntárselo. Habían tardado varias semanas en volver a la normalidad. Al principio, le había sido difícil mirarlo a los ojos, sabiendo que la había visto desnuda y que la había acariciado de modo íntimo.

Cada vez que miraba las manos de Nick, las recordaba sobre su piel. Ásperas pero tiernas al mismo tiempo. Y tan grandes que habían envuelto cada parte de su cuerpo que habían tocado.

Sus estrechas caderas le recordaban cómo había enrollado ella las piernas alrededor mientras él la empujaba contra la pared. La manera en que la había penetrado. Y cómo se había deshecho ella en sus brazos.

Y su boca. Aquella boca que la había hecho derretirse...

No. No. No. «Eres mala, Zoë».

Sacudió la cabeza para sacarse el cuerpo de Nick de la cabeza, para olvidar cómo se había echado encima de ella en la cama, y cómo se había estremecido de placer. Se había prometido, al menos cien veces diarias, que no volvería a pensar en aquello. Y las aguas parecían estar volviendo a su cauce. Nick y ella podían volver a una conversación normal. Zoë no quería arriesgarse a estropearlo.

Ni siquiera se lo había contado a su hermana Faith, a pesar de que se lo contaban prácticamente todo. No obstante, la última vez que habían hablado por teléfono, a Zoë le había dado la impresión de que ésta se olía algo. Y no le habría extrañado que Faith se plantase allí sin avisar para ver qué ocurría.

Zoë tomó aire. Se estaba comportando de manera ridícula. Tenía que hacerse la prueba y olvidarse del tema. Se había gastado diez dólares en el aparato, tenía que utilizarlo. Aunque esperase otra semana más, el resultado no cambiaría. O estaba embarazada o no lo estaba. Sería mejor que lo supiese lo antes posible para decidir qué hacer.

Y decidir qué le diría a Nick.

Justo cuando estaba abriendo el cajón apareció Shannon, de contabilidad, y Zoë suspiró aliviada.

-Eh, guapa, ¿vienes a comer con las chicas? Vamos a ir a Shooters.

A pesar de los nervios, estaba muerta de hambre. Aunque solía tomar sólo una ensalada al mediodía, aquel día hubiese vendido su alma por una hamburguesa con patatas fritas y un batido. Y de postre, un helado doble de chocolate. La hamburguesa, sin pepinillos.

-Suena estupendamente.

Agarró el bolso y la chaqueta y miró hacia cajón una vez más antes de seguir a Shannon.

SECRETSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora