capitulo V

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Zoë se despertó el sábado a las once y media de la mañana, tenía la vejiga llena a rebosar y algo pesado y caliente encima de los pies. Abrió los ojos y miró hacia los pies de la cama, donde un par de ojos marrones la observaban esperanzados.

-¿Qué estás haciendo en mi cama? -desgraciadamente para ella, Tucker parecía ser uno de esos perros a los que le atraían los humanos a los que no les gustaban los perros. Zoë le dio un empujón-. Vete de aquí.

Tucker suspiró y dejó caer la cabeza con tristeza. Dexter los observaba desde encima del armario y miraba al perro con maldad.

-Vete a dormir a tu cama -insistió ella volviendo a empujarlo. Pero Tucker la miró todavía con más tristeza-. Fuera.

El perro bajó de la cama, salió de la habitación y descendió las escaleras.

Zoë se sentó y sintió que tenía el estómago revuelto. Hasta entonces no había sufrido casi náuseas. Sólo una ligera sensación de mareo que se le pasaba en cuanto comía algo.

Salió de entre las sábanas y se puso la bata, pero no encontró las zapatillas al lado de la cama, donde las había dejado la noche anterior.

Maldito perro.

Caminó descalza por el suelo helado y bajó las escaleras para ir al baño. Olió algo que parecía comida y su estómago rugió. Utilizó el baño y se lavó los dientes. Luego intentó peinarse aquella maraña de rizos rubios.

Bueno, si Nick iba a vivir con ella, tendría que acostumbrarse a verla recién levantada. Zoë se dio cuenta de que el baño olía más a hombre que la mañana anterior y al abrir el armario se encontró con que había una estantería llena de cosas de hombre. Aftershave, colonia, espuma de afeitar y una maquinilla. Además de otros tubos y frascos con productos masculinos.

Zoë sacudió la cabeza. Extraño.

Se dirigió a la cocina y tuvo que retroceder al pasar por el salón. Parpadeó y se frotó los ojos, tenía que ser un espejismo. Pero no, el salón estaba ordenado. Los periódicos, las revistas y los platos sucios habían desaparecido. Y Nick había pasado la aspiradora y quitado los pelos del gato. Hasta había limpiado el polvo.

¿Un hombre que hacía las tareas del hogar? ¿Estaba muerta y había ido al cielo?

Tucker estaba tumbado en su cama al lado del sofá y de debajo de su vientre sobresalían las puntas de dos zapatillas rosas. Las zapatillas de Zoë.

-Devuélveme mis zapatillas, asqueroso ladrón -le dijo mientras Tucker la miraba inocentemente, como si estuviese diciendo: «¿Zapatillas? ¿Qué zapatillas?»

Como no parecía que fuera a moverse, Zoë se agachó y tiró de ellas. Afortunadamente para él no estaban ni mordidas ni llenas de babas. No obstante, a partir de entonces las colocaría encima del armario.

Al entrar en la cocina vio a Nick cocinando algo que parecía una tortilla. Llevaba puesta una camisa roja de franela, con las mangas enrolladas hasta los codos, que acentuaba la anchura de sus hombros. Los pantalones vaqueros, que no le quedaban ni demasiado ajustados ni demasiado amplios, le hacían un trasero perfecto. Calzaba botas de cuero.

-Huele muy bien.

Nick se dio la vuelta y sonrió.

-Buenos días.

Se había duchado y afeitado, y parecía demasiado contento. La miró de arriba abajo y le preguntó:

-¿Has pasado mala noche?

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