Capítulo Cuatro

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Capítulo Cuatro...

–Los amigos de Samuel observaron a la mujer que se acercaban a ellos impresionados, Andrea no era mujer muy voluminosa pero era bella, pasó al lado de un expendio de cerveza y más de un piropo escuchó, pero no prestó atención su mirada estaba fija en él, Samuel tocaba la guitarra mientras su voz se escuchaba–

Samuel – que más quisiera, que fueras mi sueño hecho realidad... –Andrea se colocó al lado de él, nunca había escuchado esa canción pero en su voz le gustaba, Samuel era su sueño realidad, un chico tímido, guapo, caballeroso y ahora descubría que cantaba y tocaba la guitarra, él hombre perfecto para ella y lo tenía al lado– ¿qué pasa? –Observó a sus amigos quienes dejaron de acompañarlo con sus guitarras–

Andrea – creo que fue mi culpa –les dio una sonrisa a todos, Samuel giró lentamente observándola, lo que le faltaba–

Samuel – ¿qué haces aquí? –Preguntó sorprendido– por favor que no sea lo que me estoy imaginando –Andrea se mordió el labio– no viniste a buscarme ¿verdad Andrea?

Joaquín – y si tu respuesta es no, pues me encontraste a mí –extendió su mano– Joaquín un gusto en conocerte Andrea –Andrea tomó la mano de este–

Andrea – no de hecho no vine a buscarte

Pablo – eso suena muy bien –extendió su mano– pablo y lo que necesites yo te puedo ayudar

Andrea – que amables –observó a Samuel– deberías de aprender un poco de ellos

Joaquín – así es un mal educado, pero créeme Andrea yo no soy así como él

Samuel – ¡ya déjenla en paz!

Pablo – ¿qué pasa Samuel? Acaso la Pato no fue la única que cuerneo en esa relación –Joaquín le dio un codazo para que se callara–

Andrea – ¿cómo se llama la canción que estabas cantando? –preguntó omitiendo a todos los demás–

Samuel – el color de tus ojos

Andrea – me gusta, nunca la había escuchado

Samuel – me imagino que no escuchas ese tipo de música, es banda

Andrea – pero no se escuchaba banda –Samuel sonrió negando– que tonta, faltaban más instrumentos, estoy segura que me va a gustar más como tú la cantas

Pablo – va creo que aquí sobramos –comentó sonriendo, Samuel los observó molesto– ya va Andrea mejor dinos, ¿qué hace una niña como tú aquí?

Andrea – ¡cómo yo! ¿Cómo soy yo? –preguntó molesta, Samuel sonrió al ver el rostro de sus amigos preocupados al escucharla–

Joaquín – no te enojes Andy –ella levantó la ceja esperando una respuesta– pero con ese carro es obvio que no eres de aquí –Samuel se giró observando su auto–

Samuel – ese es tu auto –Andrea asintió– ¡Ey dejen eso! –gritó a uno de los malandros que rondaba el auto de Andrea–

Andrea – fue un regalo de mi padre ¿qué pasa con él? Ya sé el color no es el mejor lo sé, pero en rosa se veía muy común

Pablo – ¡Común! Por dios en mi vida un carro como ese había pisado estas calles

Samuel – bueno ya, ¿qué andas haciendo aquí con ese carro?

Andrea – una amiga del trabajo, tenía mañana un viaje y necesitaba darle algo –Samuel frunció el ceño, la única persona de la empresa que vivía ahí era Irina, acaso será por eso la insistencia de Irina por que le diera una oportunidad a la loca que trabajaba con él– de seguro la conoces

las trampas del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora