CAPÍTULO QUINCE

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CAPÍTULO QUINCE


–Samuel sonrió emocionado al ver al pequeño, y aunque aún Imelda no le decía quién era él ya lo sabía, si tenía los ojos de Andrea, Imelda lo observó sorprendida ante el gesto que Samuel había hecho–

Samuel – hola –comentó emocionado mientras se colocaba a la altura del pequeño–

Saúl – ¡pa! ¡Pa! –Señaló la bolsa de papá que había en su escritorio–

Imelda – creo que alguien tiene hambre –sonrió observándolo, y sacó la bolsa de papás–

Samuel – eran papas las que querías –él pequeño le ofreció los brazos y Samuel lo cargó–

Imelda – ¡vaya esto si es impresionante! –Pidió los brazos de Saúl pero este negó aferrándose más a Samuel–

Samuel – ¿es su hijo? –Imelda asintió– lo sabía tiene sus ojos –lo observaba con ternura– y... –guardó silencio observándolo fijamente–

Imelda – se parece mucho a Elizabeth incluso más que a Romina

Samuel – ¿tú sabes quién fue el donante? –preguntó observándolo atento–

Imelda – no, hay alguna posibilidad ¿Qué seas tú? –Samuel negó– ¿seguro?

Samuel – que más quisiera ser el padre de esta preciosura –lo abrazó con fuerza–

Imelda – toma amor –le dio al pequeño una papa–

Samuel – ¿estás segura que puede comer eso?

Imelda – oh por dios eres peor que Andrea

Samuel – es comida chatarra –observó cómo se la comía– y veo que le fascina –la puerta de la oficina se abrió–

Andrea – ¡dame a mi hijo! –Pidió exaltada acercándose a Samuel y al pequeño–

Imelda – por favor Andrea cálmate y baja la voz

Andrea – me pides que me calme, ¡cómo me puedes pedir que me calme! –Observó a Samuel furiosa– ¡dámelo! –Exigió molesta, él pequeño frunció el ceño y se aferró a Samuel–

Samuel – te puedes tranquilizar –acarició al pequeño– no le hagas caso a tu madre, nadie nos va a separar –le susurró en el oído–

Andrea – o me lo das o le hablo a la policía –intentó quitárselo, pero el pequeño empezó a llorar con miedo–

Imelda – no mi vida –le extendió las manos pero el niño negó de nuevo aferrándose a Samuel– no llores

Andrea – ¡Vez lo que provocas! –Exclamó un poco más tranquila– cielo soy yo mami –acarició su espaldita– ven conmigo por favor –el niño no se separaba de Samuel–

Samuel – vez cómo un pequeño pedazo de ti aún me quiere –comentó con una enorme sonrisa, Andrea sintiéndose muy molesta, tomó a su niño en los brazos–

Andrea – suficiente –observó a su pequeño– tú pequeño traidor eres mi hijo –lo observó con el seño fruncido– así que debes de estar a mi lado –sin decir nada más tomó la mochila del pequeño y salió furiosa de la oficina–

Imelda – ¡Andrea espera! –salió atrás de ella–

Andrea – tú también eres una traidora, quédate con ese sinvergüenza engañador –caminaba de prisa rumbo a su oficina–

Imelda – creo que se enojo –observó a Samuel– ¿Qué haces aquí? –él suspiró–

Samuel – venía a pedirte que me ayudaras con ella

las trampas del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora