Capítulo Nueve...

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Capítulo Nueve...


–Andrea se dirigió a la oficina de su tía la había escuchado muy mal, y le preocupaba estos dos meses, para Imelda habían sido lindos, ella y Pablo habían entablado una relación, que aunque al principio se negó a aceptar que lo que ella sentía por él era más que pasión, o un momento de debilidad, al final con la ayuda de Andrea aceptó que Pablo era eso que ella necesitaba, eso que ella había estado buscando y es que las diferencia de edades cuando estaba a su lado eran nulas, él era un hombre responsable, centrado maduro, muchas veces él era quien la guiaba, quien le daba las palabras de aliento, quien le daba las fuerzas para luchar, para seguir adelante, quien le demostró que los príncipes azules si existían–

Andrea – ¿qué pasó? –Imelda la abrazó–

Imelda – la realidad –se limpió unas lágrimas que aún tenía en su rostro–

Andrea – ¿de qué realidad hablas?

Imelda – la esposa de Pablo vino a verme, no sabes la escena que me hizo, tú madre, tu padre y unos socios de ellos la escucharon me humillo, me dijo unas cuantas verdades –su voz se quebró–

Andrea – de seguro lo hace porque se dio cuenta que ya perdió a Pablo –Imelda negó– tía, no le hagas caso a esa mujer

Imelda – mi amor –se limpió sus lágrimas– lo que dijo es la realidad, mi realidad y fue horrible, Pablo es un muchacho, es un joven, yo soy una mujer adulta, una vieja a su lado

Andrea – por dios tía, tú eres muy joven aún, son solo diez años de diferencia

Imelda – yo, me siento utilizada

Andrea – por dios tía no digas eso, él nunca te pidió nada

Imelda – no porque yo se lo ofrecí –comentó con dolor– Pablo solo me vio como esa mujer que le ayudaba a ser su vida más fácil, yo no puedo seguir actuando como una adolescente, Andrea eso te lo dejo a ti

Andrea – no digas eso tía, el amor no tiene edad, la juventud se lleva en el alma

Imelda – no mi amor, la realidad es otra –Andrea negó– habremos mujeres que no nacemos para ser madres, para ser esposas, para ser felices

Andrea – no te permito que digas eso tía, tú eres joven, aún puedes tener hijos, aun puedes casarte, claro que puedes ser feliz

Imelda – será la tía quedada

Andrea – obvio que no serás la tía quedada, por dios no me gusta escucharte hablar así, tú debes hablar con Pablo, él debe de darte una explicación –Imelda negó–

Imelda – te imagina como esta tú madre y Federico

Andrea – no le hagas caso, ella es tú hermana no manda en ti

Imelda – me propusieron un viaje, al menos un par de meses a Argentina

Andrea – no te vayas tía, yo te necesito

Imelda – tú padre confía en ti para que te quedes a cargo

Andrea – ¡qué! –Preguntó sorprendida– ¿a cargo?

Imelda – tú padre sabes que estás aquí trabajando

Andrea – ¡Tía!

Imelda – yo te estaré supervisando vía teléfono, Skype, Facebook live o el medio digital que mejor te guste

Andrea – no te vayas, yo no voy a poder sola

Imelda – no vas a estar sola, Samuel te va a ayudar –Andrea sonrió– esa sonrisita es por... –la observó esperando una respuesta–

las trampas del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora