Dollhouse.

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YOONGI:

Las gotas de lluvia caían heladas sobre mi cuerpo, pero eso no me importó y seguí corriendo como si la vida se me fuera en ello.

Los árboles en los alrededores me impedían ver con claridad. Todo estaba borroso, había neblina y mi cuerpo cada vez se sentía más paralizado mientras que una sensacion tan vacía como horrorosa albergaba mi interior.

Seguí corriendo, recordando que ví un pequeño pueblo quizá a una hora de camino en auto, pero no me importaba cuanto tardaría y cuando tendría que correr, debía llegar allí.

Corrí y corrí pero comencé a sentirme con la perturbante y molesta sensación de que me estaban siguiendo, tanto que no podía dejar mi mirada quieta en un solo punto. Los cuervos no paraban de graznar en lejanía y el sonido de los árboles bailando con el viento y la lluvia no me hacían sentir más tranquilo.

La tierra se hizo lodo, los truenos resonaron e iluminaron la noche. No recuerdo haber visto la barda que separaba la mansión de la carretera... Pero ya me encontraba en ella, corriendo en la oscuridad.

De pronto mis zapatos resbalaron y mi maleta cayó junto conmigo, abriéndose y regando mis cosas por todos lados.

El frío viento me golpeó, hizo que me estremeciera, pues traía consigo risas de niños que parecían estar jugando en la espesura del bosque.

Escuché voces y me olvidé de mis pertenencias, las dejé en el suelo empapándose de agua y llenándose de tierra mojada.

Me puse en pie y comencé a correr de nuevo, los podía escuchar reír y susurrar cosas que no lograba entender. Todo era oscuro, sólo la tenue luz de la luna me permitía ver un poco de camino.

El bosque alrededor era espectral y preferí no mirar hacia ningún lado.

YoonGi

Susurraron y entonces por fin voltee y los ví.

Eran ellos...

Los muñecos se escondían entre los troncos de los árboles, sus ojos brillaban como si fueran luces blancas, sus sonrisas eran casi de oreja a oreja y podía escucharlos reír.

Mis pies se detuvieron y giré hacia todas las direcciones, pero ellos estaban ahí, mirándome fijamente sin moverse.

—¡¿Qué es lo qué quieren?! — grité desesperado apretando con fuerza mis cabellos y sintiendo las lágrimas mezclarse con las gotas de lluvia.

—A ti.— susurraron ellos con una voz espeluznante.

Mi corazón golpeó fuertemente mi pecho y sin esperar otro segundo, retomé el camino, corriendo lo más rápido que mis piernas me lo permitían y sin embargo, a donde quiera que volteaba, los muñecos estaban ahí, con sus ojos de cristal mirándome.

Traté de no concentrarme en ellos y aumente la velocidad, corrí por minutos, quizá horas... Pero pronto frene de golpe y mis ojos volvieron a cristalizarse. Mis piernas temblaron, mi cuerpo se congeló y pronto mis rodillas me hicieron caer contra el lodo.

La casa estaba frente a mi.

¿Cómo fue que volví aquí? Sólo en eso podía pensar. Mi mirada quedó fija en una de las ventanas de la mansión. JungKook me miraba desde allí con un rostro serio. El muñeco rubio estaba a su lado, con la misma sonrisa que me mostró en el comedor y los demás muñecos en diferentes cristales de la mansión, todos con una sonrisa y ojos de mirada penetrante.

No sentía las manos, sentía que en cualquier momento me iba a desmayar, pero me armé de fuerza y volví a correr, sin embargo al cabo de unos minutos, regresé a la mansión... Como si estuviera corriendo en círculos, la única diferencia, fue que ésta vez sólo estaba JungKook mirándome, una ventana más abajo que antes.

Mis piernas dolían, quería descansar, pero no podía, así que seguí corriendo hasta que nuevamente resbalé con el lodo.

Mi cabeza golpeó con algo duro y sentí como lentamente perdía el conocimiento.

Mi vista se nublo y mis extremidades no respondieron. Escuché risas y voces. Los ví acercándose a mi, todos rodeandome con pasos lentos y pausados.

—Duerme.

Intenté mantenerme despierto, intenté ordenar a mis piernas que se movieran, pero supe que fallé cuando mis ojos se cerraron, los sonidos se hicieron lejanos y pronto no supe nada más.