4. Siempre nos quedará Paris

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Para la madrugada de aquél día ya nos encontrábamos en el avión, en un viaje largo y cansado. Dirigiéndonos a un lugar totalmente desconocido. El tiempo que tuvimos en Toronto fue excelente para relajarnos, nos tomamos un respiro de todo el caos, aunque nuestra mente sin querer parecía que nos llevaba hasta Nueva York de nuevo.

Paul, después de realizar las gestiones correspondientes en el banco, por fin habló de lo sucedido en el bar de Nueva York, cuando el caos comenzó. Relató que hubo una explosión y tras el humo empezaron a llover balas. Él y Nardi estaban cerca por lo que lograron esconderse y al igual que los atacantes manejaban el humo para usar sus armas sin ser sorprendidos, lo utilizaron a su favor y de esa forma se escabulleron en la oficina de Nardi logrando escapar tras una explosión provocada por ellos mismos. Afortunadamente no había muchas personas ahí, el problema fue que varios puntos de reunión también habían sido atacados. Jaime y Joseph, los que nos cuidaban de vez en cuando la espalda a mí y Angela habían perdido su vida ese día, defendiendo a su familia.

Me sentí asqueada cuando terminó de relatarlo todo, tenía el corazón roto y había mucha rabia también en él. Si hubiera sabido todo el daño que Angela causó no le hubiera dado ventaja. Pero algún día tendría que pagar, juré que lo haría.

Durante el vuelo no pude poner mi mente en otra parte, no sabía lo que me esperaba, no sabía que planes tenía papá y tenía un mal presentimiento. Prácticamente estaba avanzando a la nada, no sabía cómo protegerme y eso era muy injusto de su parte. ¿Quién sabe que tratos hizo para que estuviéramos seguros? ¿Con quién hizo esos tratos? ¿Y si eso nos comprometía a Isaac y a mí? Pero era imposible sacarle respuestas a papá, siempre era tan reservado con sus planes.

—Deja de pensar tanto —susurró la voz de Isaac a mi lado, quien dormitaba.

—¿Cómo sabes que estoy pensando? No puedes leerme el pensamiento.

—Pero sí tu cuerpo y no has parado de moverte en el asiento. Si no te conociera ya hubiera puesto una queja con la azafata —se burló con una media sonrisa.

Recibió un golpe fuerte pero amistoso en su hombro de mi parte, lo que hizo que se le abrieran las ojos un poco más. Me reí y lo contagié de mi risa. Se giró hacia mí y yo lo imité por lo que quedamos recargados en los sillones del avión mirándonos a los ojos.

—¿Qué te preocupa?

—Todo. Siempre hay un plan en mi mente y justo ahora ya no hay. Ahora le toca a Paul y me pone muy nerviosa eso. ¿Qué tal si quedarnos a dónde sea que vayamos implique hacer cosas que no nos gustan?

—Bueno, no es que tengamos muchas opciones —musitó Isaac—. ¿Qué sugieres?

Le sonreí con complicidad.

—Escaparnos en cuanto sea posible —murmuré.

—¿A dónde iremos? —Su rostro dibujo una amplia sonrisa.

Me encogí de hombros.

—Un lugar muy lejos de papá —susurré—, solo tenemos que encargarnos de ganar nuestro dinero y ahorrarlo para poder escaparnos.

—¿Y seguiremos trabajando cuando nos vayamos?

—No, sería una jubilación muy temprana.

Isaac asintió riéndose.

—Tienes las mejores ideas, cariño —dijo para después acercarse y robarme un beso de mis labios.

—Ya sé —susurré acariciándole el rostro.

Isaac era muy bueno haciéndome olvidarme de todo, con él podía bromear y fantasear todo lo que quisiera. Esa parte de él me encantaba. Sí, lo hablábamos como si fueran sueños tontos pero de verdad lucharía por poder irnos sin tener que rendirle cuentas a nadie. Yo pertenecía al clan Nardi y esa era mi única lealtad.

Mentirosa { #2 Saga Peligrosas }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora