El amanecer sobresalía entre las montañas rocosas. Todo ese país era maravilloso. Todo era único y perfecto, incluso las personas. Katheryn ni si quiera se dio cuenta que no había dormido nada y no le importaba, se sentía bien.
Un par de kilómetros antes de llegar a una gasolinera cercana, Katheryn necesitó la ayuda de un par de hombres que pasaban con una carreta jalada por un caballo. La ayudaron sin dudarlo y le regalaron café a todos—incluidos Brenton y Ben—.
Bebieron el delicioso café y siguieron su camino. Aún faltaba más de un día para llegar al Estado de México y al Distrito Federal.
Gabriel Duarte estaba más que deseoso de llegar, así que Katheryn le suplicó a Owen cederle el lugar a Gabriel en lo que faltaba de camino, a pesar de los pucheros del rubio, cambiaron de lugar.
-¿Ya revisaste si todo sigue en su sitio, Katheryn?—le preguntó Owen desde atrás.
-¿Todo?
-Sí. Todas tus cosas que trajiste desde California. Ya revisé lo mío y todo está en orden. Faltas tú.
-Supongo que todo está aquí—abrió el tablero donde había guardado el libro y la llave—todo en orden. Solo que no sé dónde está mi teléfono.
-Aquí lo tengo—repuso Heidi—lo guardé porque lo habías dejado debajo de los asientos. Tómalo.
Lo recibió sin verla. No tenía batería.
-No tiene batería. Guárdalo, por favor—se lo devolvió.
Y Luke iba con la boca cerrada desde la noche anterior y solo había intercambiado un par de palabras con su novia y con los hombres del café, pero nada más.
Los ojos oscuros de Gabriel se postraron en Katheryn. Ella conducía a toda velocidad y el sol de la mañana la había hecho sudar, gotas de sudor resbalaban de su rostro, cuello y axilas. Necesitaba una ducha urgente. Se echó aire con una mano y luego encaró a Gabriel, regalándole una gran sonrisa y para su sorpresa, él le devolvió una más radiante.
-¿Estás ansioso por ver a Gaby?—se animó a preguntarle. Las pupilas de él se dilataron.
-Bastante. Supongo que ella también lo está, ¿verdad?—le temblaba los labios al hablar. Katheryn sintió terror, Gabriel Duarte se debatía en no perder la cordura y llorar frente a ellos.
Katheryn optó por alargar su brazo y depositar su mano sobre la de él para reconfortarlo. Apretando los labios, Gabriel asintió y su mirada se perdió en la ventanilla. Y en ese momento sintió unas ganas inexplicables de abrazarlo y decirle que todo estaba bien.
Oh, Katheryn. Este sujeto está destrozado por dentro.
¿Podrías dejar de meterte en su cabeza?
No. Debes escuchar lo que él está pensando ahora.
¿Qué?
De repente, la voz de Heidi desapareció y tomó lugar la de Gabriel Duarte en su cabeza.
¿Por qué me siento así? estas personas son solo niños.
No estoy seguro de poder soportar tanto tiempo sin romperme en pedazos y llorar frente a todo el mundo. De que todo esto termine, ¿Qué será de mí? Abrazaré a mi sobrina, ¿y luego que pasará? ¿Iré con ella? ¿Regresaré a Tijuana? ¿Qué soy realmente? ¡Quiero morir justo ahora!