8: Holden Caulfield, un descuido y una fiesta -Parte 1.

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[...Ana ríe  y, antes de darle tiempo a responder, Jimmy se le adelanta, mirando a su cantante con una sonrisa tan amplia como orgullosa- Hemos ido a la playa, nos hemos bañado, hemos visto a unas tías impresionantes en bikini y hemos bebido cerveza fría viendo el atardecer. -Arquea una ceja- ¿Qué habéis hecho vosotros? -Matt hace amago de responderle pero el batería le interrumpe también- En realidad no me interesa, seguro que nada en comparación con lo bien que nos lo hemos pasado nosotros. -Se gira y mira a Annie, hablándole con una media sonrisa cabrona y bajando el tono de su voz, aunque todos alcanzan a escucharle- ¿Lo ves? Te dije que se morirían de envidia. -Alza los brazos y también el tono de su voz, dejando entrever esa faceta alocada tan espontánea y tan característica suya- ¡WOHOOOOOOOO! Otro punto para Jimjam. -Exclama, haciendo reír a todos los presentes.

En medio de las carcajadas colectivas, Ana y Eli intercambian una mirada cómplice, sacudiendo la cabeza casi a la vez. Qué vamos a hacer con ellos...]

Sus párpados comienzan a rendirse ante el creciente peso del cansancio conforme sus ojos color verde esmeralda recorren, cada vez más despacio, los párrafos de la página ochenta y siete hasta que terminan cerrándose por completo. No obstante, esto no dura demasiado, pues pasados unos segundos y como si se hubiese dado cuenta de que se ha quedado dormida, Annie vuelve a abrirlos de golpe, pegando un pequeño bote sobre el colchón. Molesta por la tenue luz anaranjada de la lámpara que descansa sobre su mesita de noche, la muchacha parpadea un par de veces y después frunce el ceño, rodeando la habitación con la mirada como si estuviese tratando de ubicarse.

Al sentir el frío de las tapas contra las suaves y cálidas yemas de los dedos de su mano derecha, baja la mirada hacia el libro y recorre con los ojos cada detalle de la portada, que en letras grandes y negras reza 'The Catcher in the Rye' en la parte superior. Debajo del título, escrito sobre un fondo color crema, aparece el dibujo -casi garabateado- de un niño que parece estar caminando por la calle, con la cabeza gacha, las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta y un cigarrillo humeante columpiándose al borde de sus labios. Todo está en blanco y negro a excepción del gorro que lleva puesto, un gorro de caza con orejeras de color rojo intenso que parece tener incluso una textura diferente al resto del dibujo. Es el libro favorito de Annie, y lleva siendo así desde que lo leyó por primera vez cuando tenía doce años. En aquellos tiempos se sintió tan identificada con Holden Caulfield, con su espíritu rebelde y esas ganas de escapar de todas partes, que obligó a todo su grupo de amigos -entre ellos a Eli- a leerlo. Desde que su padre le regaló la edición de tapa dura por su trece cumpleaños, no se ha separado de él ni un solo día. Se lo llevó cuando se mudó a vivir a Atlanta y se lo siguió llevando en absolutamente todos sus viajes fuera de la ciudad, aunque la inmensa mayoría de las veces se quede en el fondo de la maleta. Se ha convertido para ella en una especie de talismán con todos esos garabatos, notas a pie de página y subrayados que ella misma fue haciendo con el paso del tiempo, y cada vez que tiene la oportunidad de volver a leerlo es como si, de alguna forma, pudiese permitirse por un instante volver a aquellos años. 'La época en la que solamente Holden me entendía', como a ella le gusta llamarla.

La joven sale de su ensimismamiento con un suspiro largo y se pone de pie aún con el libro en la mano, encaminándose hacia el escritorio para dejarlo. En el momento en el que la tapa de cartón garabateado toca la madera de la mesa, Annie escucha un portazo provenir del jardín, y al alzar la mirada hacia la ventana que tiene frente a sí puede ver a Brian rodeando su precioso BMW gris para sacar la guitarra del asiento trasero y acto seguido colgársela al hombro, cerrando la puerta con tanta brusquedad como hace escasos segundos y después echando a andar hacia la entrada de la casa, de modo que no tarda en desaparecer de su campo de visión. Lo cierto es que no ha podido verle la cara con detalle desde tan lejos, pero juraría que al pasar junto a uno de los farolillos que ladean el camino de piedra que atraviesa el jardín pudo percibir una expresión hostil en su rostro, con el semblante serio y los ojos de un depredador a punto de saltar sobre una presa. Para variar, piensa la muchacha con otro suspiro antes de apartarse de la ventana y dirigirse nuevamente hacia la cama. Dejándose caer sentada al borde,  desvía la mirada hacia la mesilla y más concretamente al reloj digital que descansa sobre ella y que ahora marca las cuatro menos veinte de la madrugada, y frunce ligeramente el ceño, preguntándose quién demonios llega de trabajar a esa hora. Es entonces cuando empieza a escuchar ruidos extraños procedentes del piso de abajo y un '¡Mierda!' que procede del jardín, así que, intrigada,  vuelve a ponerse de pie y a encaminarse a la ventana, aunque no es capaz de ver nada relevante a través del cristal porque el pequeño tejado que cubre el porche situado justo debajo de su habitación le impide vislumbrar la figura de Brian.

Welcome to the FamilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora