[...Eli rompe a reír por lo bajo y sacude la cabeza, apagando la luz en el interruptor que está junto a la puerta para después abandonar la habitación, cerrando tras de sí. Ana ni siquiera tiene tiempo de escuchar los pasos de su amiga alejándose por el pasillo, pues cae al instante en un profundo sueño...]
Los primeros rayos de la mañana se cuelan entre las finas cortinas blancas y se reflejan en las paredes de la habitación, llenándola de luz. Es una luz tenue y relajante, pero lo suficientemente intensa como para sacar a Ana de su letargo. La muchacha, con el pelo adorablemente revuelto, suspira profundamente y deja escapar un gemido apenas audible al mismo tiempo que se gira de espaldas a la ventana, como si estuviese evitando a toda cosa despertarse, aunque ya es demasiado tarde. Se queda totalmente quieta y en silencio durante un par de minutos hasta que finalmente decide darse por vencida, con lo que suspira de nuevo y abre los ojos, viéndose obligada a entrecerrarlos enseguida a causa de la molesta claridad. Un agudo pinchazo de dolor se apropia de sus sienes cuando, lentamente, se incorprora sobre sus codos y mira a su alrededor, intentando ubicarse. Es entonces cuando se da cuenta de dónde está y también de que anoche llegó tan borracha a su nueva habitación que ni siquiera se molestó en quitarse la ropa. Lo cierto es que se encuentra bastante mal, tiene una sensación de vacío en el estómago que la está matando, un dolor de cabeza que la hace desear arrancársela y un deseo irrefrenable de darse una ducha, pero le falta tanto la fuerza física como la fuerza de voluntad para despegarse de las sábanas blancas y suaves de esa cama que en este preciso instante se le antoja como el lugar más cómodo del mundo. Despacio para intentar no marearse más de lo que ya lo está, la joven se reclina de nuevo hacia atrás y vuelve a tumbarse, aunque esta vez con la mirada clavada en el techo y los ojos ya plenamente adaptados a la luz. Se queda totalmente en silencio, sumida en sus pensamientos y esperando pacientemente a ver si es capaz de escuchar algún ruido dentro de la casa, aunque esto nunca sucede. Nadie se ha levantado aún, y quizá por ello este sea un buen momento para hacerse con el baño.
Así pues, deleitándose a sí misma con un par de minutos más retozando entre las sábanas, la muchacha se incorpora despacio, intentando no perder el equilibrio, y avanza hacia la ventana, dando tumbos en la semioscuridad de la habitación. Al correr las cortinas en un gesto rápido, la cantidad de luz que entra de golpe la hace entrecerrar los ojos de nuevo, soltando un quejido de puro dolor que la obliga a apartarse del cristal y a abandonar toda intención de maravillarse con la hermosa imagen que ofrece el gigantesco jardín de la casa bajo el sol. Resignada, Annie avanza por la habitación en dirección al armario, con tan mala suerte que al pasar junto a la cama se tropieza con una de las patas y cae boca abajo sobre el colchón con un golpe seco, quedando su cara enterrada en una pequeña montaña que había hecho con las sábanas al destaparse. Sin embargo, no parece que esto la haya molestado demasiado, y a decir verdad ni siquiera parece que tenga intenciones de incorporarse, pues en cuestión de segundos vuelve a quedarse profundamente dormida. La estampa es cuanto menos indigna, pero por suerte para ella, esa mañana no tiene a nadie que pueda juzgarla.
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La enorme puerta principal de la casa se abre soltando un chirrido sordo y un pequeño perrito blanco y peludo hace aparición en el recibidor con paso ligero, recorriendo con sus ojillos negros cada centímetro de la habitación como si quisiese asegurarse que todo está en su sitio. Tras él entra un muchacho de melena negra y ligeramente ondulada que le llega casi por los hombros, rasgos finos y perfilados exquisitamente adornados con una perilla del mismo color que su pelo y ojos color chocolate. Lleva puestos unos vaqueros oscuros, rotos y desgastados, y una sudadera negra con la cremallera medio abierta que permite ver la camiseta blanca que lleva debajo. En la cabeza lleva puesta una bandana gris y blanca y, sobre esta, una gorra gris de medio lado con letras blancas y un diseño tan abstracto que resulta ilegible. Un pequeño y fino aro plateado adorna su igualmente pequeña y casi perfecta nariz, y su piel, ligeramente más oscura que la del resto de los chicos, está igualmente cubierta de tatuajes que ahora están ocultos.
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Welcome to the Family
FanficCuando Ana O'Donell decidió hacerle una visita a su mejor amiga durante los meses de verano, lo que menos se esperaba era toparse cara a cara con cinco desconocidos que entrarán en su vida y la pondrán patas arriba por completo.