Capítulo 3 (Abracadabra)

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Lucia

Después de ver como Oscar se metía en casa de Victoria, Eva y yo nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo. Era uno de los únicos momentos en el que podía estar tranquila haciendo lo que más quería: escuchar música y hablar con Eva, mi mejor amiga.

Antes de que María se uniera al grupo, éramos las únicas chicas y nos contábamos todo. Ella siempre me escuchaba y ayudaba con mis problemas y yo hacía lo mismo. De alguna manera éramos muy cercanas y no sabíamos porque, pero nos gusta.

Nos dirigimos al parque del pueblo y nos sentamos en un banco. De mi pequeña bolsa, saqué todos los casetes que tenía y se los enseñé.

- Estos son los de toda la vida, que ya conoces, pero, tengo una sorpresa.- De la bolsa cogí el último y lo dejé en sus manos. Eva me miró sorprendida.

- Descanso Dominical, es súper nuevo.-

- Casi recién estrenado.- Giro el casete para ver las canciones que tenía. Todas le parecieron interesantes pero se quedó pensativa con una.

- ¿Mujer contra mujer?- Afirme con la cabeza y puse el casete en el walkman. Le di un auricular a ella y puse la pista de la canción, que empezó a sonar. Fue nuestra primera vez escuchándola y con las primeras palabras de la letra quedamos hipnotizadas.

Sin saber porqué y sin poder remediarlo puse mi cabeza en sus muslos. La miré a los ojos que expresaban tranquilidad y paz. Una paz que me hizo pensar una frase que me reconcomia la cabeza sin parar.

"¿Por que no la veo como una amiga ahora?"

Mi estómago empezaba a retorcerse, sintiendo esas mariposas que todos sentían cuando estaban enamorados. Nunca había sentido algo igual y menos por eso: por una mujer.

- ¿No sientes algo extraño?- Eva se quedó mirándome extrañada.

- ¿El que?- Preguntó preocupada.

- Un cosquilleo en la tripa.-

- Ahora que lo dices, sí.- Me incorpore un poco. ¿Sería real lo que decía? ¿Por que siente lo mismo? ¿Es lo que creo que es?- Siento...-

- Mariposas.- dijimos al unísono. Soltamos una risa a la vez, una risa única y verdadera que nunca había hecho.

En ese momento, puse mi nariz contra la suya y muy extrañamente no la quitó. Esta vez , sentía que le gustaba estar cerca de alguien, llamar la atención  que era la mía.

- Nunca había estado enamorada. Supongo que eso es lo que siente.- dije yo extrañada.- y menos con una mujer.-

- ¿Enamorada?- De repente mi expresión cambió a una arrepentida, volviendo a llevarme a la realidad, una realidad en la que estaba sola y mi sexualidad que volvía a  aparecer y volver desde hace mucho tiempo me hacia alguien extraño y peculiar: como un animal de circo, raro.

- Lo siento, no quería decir eso.- Me quité de sus piernas y me fui corriendo, dejando todas mis cosas allí. Oía como me llamaba entre mis llantos, pero nunca la hice caso.

Llegue a mi casa y me senté en el sofá, tapándome la cara. Mi padrastro y mi madre no estaban, por lo cual empecé a llorar más fuerte, sin resistir el llanto en mi garganta. Pararon al oír el teléfono. Al cogerlo, era María:

- ¿Se lo has dicho ya?- Me preguntó María. Ella sabía de mí sexualidad ya que un día me encontró con esa chica que no quería recordar, pero eso era agua pasada.

- Me ha rechazado. He quedado como una tonta.- Empece a llorar de nuevo. María me hizo callar con un relajante sonido y me siguió explicando.

- Tu tranquila, puede que haya sido el impacto del momento. Déjala un tiempo.- Yo asentí. Al menos alguien me comprendía.- Oye dentro de una hora hemos quedado toda la pandilla. Vente que estarás mejor y así hablamos.- Obviamente le dije que si, aunque  luego pensé de que volvería a ver a  Eva. Arrepentida quise decir que no, pero ya había colgado. Tocaba volver a verla. No había remedio.

María

Después de haber llamado a todos y haberles avisado de la quedada me fui escaleras arriba a mi habitación. Me fui al armario y cogí mi ropa. Después fui al baño y me maquillé y me puse laca en el pelo para que se me quedara a la moda. Cuando acabe volví a la habitación y me percaté de algo al rebuscar entre los cajones. Ese anillo. El anillo que lo cambió todo.

3 de febrero de 1989

Esa noche, estaba con Oscar. Los dos estábamos en la cama desnudos después de habérselo pasado como nunca. Recuerdo el olor de su cuarto: el alcohol, los cigarros aromaban el ambiente. Él me agarraba con fuerza, no quería dejarme. Sentía sus uñas casi incrustadas en mi piel. Tan protector y con esa sonrisa tan serena. Todo parecía perfecto, hasta que lo soltó.

- Te quiero dar una cosa.- Sacó su mano hacia la mesilla y al abrir el cajón me dio una caja con un lazo de color verde. Quite el lazo y cogí lo que había en su interior: ese anillo.

- Oscar, es precioso.-Ahora era yo la que me agarraba a él. Era la única vez que alguien me había regalado algo tan especial. Oscar cogió el anillo y me lo puso en el dedo. Después me dio un beso y miró hacia la ventana.

- Esta amaneciendo, deberías irte ya, antes de que mis padres se levanten.- Miré por la ventana y vi que el sol estaba ya saliendo. Me levanté de la cama y cogí mi ropa que estaba esparcida por el suelo. Oscar también se levantó y se puso los calzoncillos.

Al vestirnos, él me acompañó a la puerta. Al abrirla, me puse rumbo a mi casa, no sin antes despedirme de él. Pero entre ese tramo entre mi casa y la suya, me encontré a alguien. Una chica de mi edad, rubia, muy maquillada y el pelo suelto. Parecía un monstruo comparada a mi que iba sin maquillar, aunque me acerque a ella sin miedo.

Me senté al lado suyo y pude percatar que estaba llorando.

- ¿Estas bien?- Ella afirmó con la cabeza y me miró. Todo su maquillaje destrozado por las lágrimas.- Vente a mi casa y te ayudo. Puedo arreglarte un poco.-Soltó una sonrisa y nos levantamos a la vez. La agarré de la cintura ya que no podía mantenerse en pie, suponía porque estaba borracha pero conseguimos llegar a mi casa.

La lleve hasta el baño. Cogí del armario de este el maquillaje de mi madre y las toallitas para quitar el anterior. Me acerqué a ella y la senté en el vater. En ese momento la chica me vomitó en toda la chaqueta manchándonos la dos. Avergonzada de lo que había hecho volvió a llorar.

- No pasa nada. Dame la camisa y los pantalones que te los limpio.- Sin rechistar me los dio y me puse manos a la obra. Mientras que limpiaba se quedó mirándome fijamente las manos. Al estar unos minutos mirando dijo:

- ¿De donde es ese anillo?- Al mirarlo sonreí y le conté que me lo había regalado un buen amigo.- Y, ¿me lo podrías dejar?- Lo que dije después fue la peor decisión. Pensaba que estaba borracha y por eso me lo pedía, pero esas no eran sus intenciones reales.

- Adelante, pero luego me lo devuelves-

- Si te lo prometo.- Así que se lo di. Ese anillo me destruyó mi vida... y también la de mi familia.

EL MONJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora