Capitulo 7 (Bailaré sobre tu tumba)

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Lo que encontraron en ese bosque no era normal

4 días antes de la tormenta

Sergio

Me desperté de un golpe, levantando todo mi tronco. Había tenido una pesadilla que había parecido eterna, una que protagonizaban Oscar y Victoria.

Recordé que estaba en casa de Javier, ya que lo ví en el sofá de al lado dormido, y además que era de día por los rayos de luz que pasaban por la ventana.

Me puse de pie apoyando mi brazo en el sofá. Las heridas ya no me dolían tanto, solo sentía un escozor muy leve. Me dirigí al reloj y vi la hora: las 8 de la mañana. No quise despertar a Javier, así que sin hacer ruido me fui a la cocina a beber agua. En la mesa pude ver unos puntos y un poco de alcohol. Suponía que me lo habían puesto a mí.

Al beber agua me volví a tumbar en el sofá, para ver si podía volver a dormir, pero se me hizo imposible. El hecho que me había ocurrido no paraba de pasarse por mi cabeza. No me aliviaba en absoluto estar protegido en otra casa de ellos, ya que al salir estarían ellos. Era imposible pegar ojo con ellos cerca.

Volví a levantarme del sofá y esta vez me dirigí a la ventana. Me puse a ver la calle. No había nadie asomado, solo los pequeños animales que salían o se posaban en el asfalto. El sol cada vez era más grande y se veía con mayor claridad. Se asomaba entre las ruinas de ese monasterio derruido en la plaza. Solíamos ir ahí aparte de al cuenta secretos. Daba un poco de miedo por la noche, por eso íbamos por la mañana o por la tarde. No hacíamos nada allí, solo hablábamos o nos quedábamos en silencio mirándonos.

Una mano me toco el hombro, apoyándose en mí. Era Javier, que se acababa de levantar y había venido al verme despierto.

- No has dormido una mierda.- Dijo él sentándose a lado mío. Me alejé un poco de él y seguí mirando por la ventana.- ¿Puedo ver las heridas?.- acerqué mis brazos a Javier y él subió las mangas cautelosamente. Estaba lleno de puntos y sangre, parecía Frankenstein y que me iba pegado partes de otras personas en mis brazos.- Están mejor que ayer.- Volvió a bajar las mangas.- Supongo que fueron Victoria y Oscar, menudos cabrones sanguinarios.-

- No han sido solo ellos.- Tragué saliva, ya que mi boca estaba seca y la voz no me salía casi nada.- Mis hermanos también me han hecho esto.- Javier me miró incrédulo, no podía creérselo.

- ¿Por que te han hecho esto?- Preguntó tartamudeando.

- Porque mi familia me odia. Me maltratan y me pegan. Soy simplemente el hijo que utilizan para ahogar sus penas y sus vidas de mierda. Mientras, mis hermanos, aparte de marginarme, me pegan, me empujan y más cosas peores. Pero a mi que no se me ocurra hacerles algo, porque sino toda mi familia se vuelven contra mí. Mi vida es un infierno joder.- volví a estallar en lágrimas. Me daba igual lo que pensara la gente en ese momento, solo quería llorar y soltarlo todo.

- Yo te voy a ayudar, y mi familia también. Lo prometo.- Javier se acercó y me dio un abrazo. Esta vez no me lo tomé a mal, ni siquiera le di importancia. Cristian tenía razón, ¿por que iba a ser malo un abrazo?

Mario

De repente, mi madre entró en la habitación. De la fuerza que hizo, clavó el pomo de la puerta en la pared. Me agarró del brazo y de in tirón, me tiró de la cama. Mi hermano se levantó del susto y encendió la luz de su mesilla. Mi madre tenía una expresión de ira contra mí.

- Levántate.- Sin rechistar me levanté. En la mano tenía mi pantalón y del bolsillo de atrás sacó una bolsa. La reconocí al instante: Era de mi hermano. En ella estaba la droga que él se tomaba cuando mis padres no estaban en casa. También al instante supe lo que había ocurrido: mi hermano me la había metido en el pantalón. Le miré de reojo. Por dentro se estaba riendo de mí, pero por fuera parecía asustado y extrañado.- ¿Que cojones es esto?.-

- No es mía mamá. Es de Jorge, me lo ha metido en el bolsillo.- La mirada fulminante de mi madre se giró a mi mellizo.

- Mamá, yo no he sido. Mario es un drogadicto, además ayer le vi tomando de eso antes del desayuno.- Otra vez se giraron las miradas a mí.

- Jorge, hijito mío, yo te creo. La siguiente vez que lo veas me lo dices rápidamente.- Mi hermano asintió. De repente, mi madre se fue hacia mi mesa y cogió todos los libros para el siguiente año para el colegio y se fue escaleras abajo. Fui detrás de ella con mi hermano detrás con una ligera risa. Ella se acercó a la chimenea y giró su mirada hacía mí. - A partir de hoy trabajarás en la tienda con tu padre y dejaras estas gilipolleces.- Me acerqué unos pasos a ella, con las manos puestas para recoger los libros.

- Mamá, no puedes hacer eso. Es ilegal.-

- ¿Y esto no es ilegal?.- Me volvió a enseñar la bolsa con droga.

- Te repito que es de Jorge, no mía. Me la ha metido en el pantalón.-

- No digas mentiras. Eres un drogadicto, y los drogadictos no van a clase.- Se giró a la chimenea y antes de que pudiera pararla, tiró los libros al fuego. Pude ver como todos mis apuntes, cuadernos y libros de texto ardían. Era un humo negro que se esparció por todo el salón. Mi hermano abrió la ventana para hacerse el héroe ante mi madre, que se acercó y le dio un beso en la mejilla.- Muy bien hijo muy bien.- Se volvió a dirigir hacía mí y puso mis ojos para que la viera.- Vístete y vete a la tienda. Trabajarás todos los días y quiero que le ayudes. Si tu padre me habla de que no haces nada, te vas a enterar de lo que vale un peine, ¿me has entendido?.- Afirmé tímidamente y me fui a cambiarme y a la tienda. En una mañana mi vida había cambiado más que en mis quince años de vida.

EL MONJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora