Capitulo 8 (As the world falls down)

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Eva

Me desperté a la una de la tarde. Había dormido en total dos horas. Las restantes pensando en lo ocurrido el anterior día.

Me arrepentía de lo que les había dicho en nuestra guarida, en ese momento hablaba por mí mi puta estupidez e ignorancia de la vida. Pero aparte de eso, me sentía más tranquila: había alejado de mí un poco a Lucía. Desde que me dijo que estaba enamorada de mí, sentí que toda nuestra amistad se había quebrantado y solo había sido una fantasía de Lucía. Había sido demasiado blanda con ella sin darme cuenta. Sabía que ella era sensible y no quería hacerle daño, pero de eso a decirme que estuviera enamorada de mí hay una línea muy gorda.

Salí de mi habitación y me fui al baño a lavarme la cara. Estaba llena de sudor y no me gustaba sentir el sudor, me recordaba a tiempos horribles.

Me volví a mi cuarto y cogí mi bolsa de atletismo. Todos los domingos iba al pueblo de al lado, a hacer atletismo. En un sentido era lo que hacía olvidarme de la vida. Solía llevarme mi padre o iba yo andando ya que no estaba muy lejos, a unos 2 km. Me vestí con la ropa de atletismo y bajé las escaleras.

Mi padre estaba dormido en el sofá, así que no quise despertarle, ya que ayer tuvimos una pelea y no quería problemas con él. Cogí de la cocina un pan molde y un poco de mermelada, que iba a comérmela de camino. Así que me fui a la puerta y salí de casa decidida a llegar rápido al polideportivo.

Solía ir por un lado de la carretera, aunque no pasaba casi ningún coche, pero quien sabía sin un día me atropellaría uno. La carretera estaba muy mal cuidada y estaba llena de grietas y baches. A el pueblo no venía ni su madre. Era como un pueblo fantasma, no pasaba nada allí, aparte de muertes y suicidios, que en ese caso, éramos muy conocidos.

En media hora llegué al pueblo. A las afueras estaba el polideportivo, así que no tarde mucho en llegar. Me fui al vestuario y me puse la ropa de correr. Ese día nos hacían la foto de la temporada y el entrenador nos dijo que estuviéramos aceptables.

Cuando llegué al campo, ya estaban todos preparados en el campo para la fotografía. El fotógrafo me empujó al centro de todos ellos, pero en ese momento el entrenador llegó y me agarró del brazo.

- La única chica del equipo en el extremo de la foto. No queremos que nos la arruine.- todos los presentes se empezaron a reír.

- A ver si la confunden con una animadora.- contestó Oscar al entrenador. Volvieron las risas. Sacaron la fotografía y empezamos con el entrenamiento.

Empezamos corriendo alrededor del campo durante 30 minutos. Como siempre, todos me estaban mirando con cara de asco y riéndose de mí. De alguna manera, eso me daba más fuerza y resistencia, hacia que corriera más rápido de lo normal.

Ese día adelanté a todos y me puse en la cabecera durante los 20 minutos restantes. Al acabar de correr, nos fuimos con el entrenador para que dijera su opinión de la carrera:

- Habéis mantenido el ritmo durante todo el tiempo y por ello os felicito, vais mejorando desde septiembre.- cogió su cuaderno y miró sus anotaciones.- Hoy ha destacado Oscar, estando el primero durante todo el recorrido y sin que nadie le adelantase. Dadle un aplauso.- todos los chicos se pusieron a aplaudir escandalosamente, abrazándole y dandole las felicitaciones. Yo ni siquiera me acerqué a él, acto que el entrenador percató.- Eva, ¿por que no le das un aplauso? Es porque lo ha hecho mejor que tú, ¿verdad?-

- Te estas equivocando, yo lo he hecho mejor que él. Le he adelantado y he estado más de la mitad del tiempo delante.-

- Yo no he visto eso, señorita García.- Contestó el entrenador. Los demás susurraban por detrás diciendo lo mismo que él.

- ¿Es por que soy una mujer? Os jode que una chica lo haga mejor que vosotros. Os hace sentir bien pensar que sois mejor que yo, pues enteraros de una cosa: Esta vez una mujer os ha ganado en un deporte "para hombres", y no será la última vez que ocurrirá, eso os lo aseguro.- Uno de los chicos se acercó a mí y me dio un pequeño empujón. Buscaba pelea.

- Una mujer solo sirve para estar en casa, y para satisfacerme. Como no estas en casa, solo te queda una opción.- Empujó mis hombros hacia abajo para que me agachara, pero pude soltarme y cogí uno de sus brazos, tirando hacia abajo con fuerza. Él empezó a gritar sin remedio.

- Me vuelvas a tocar y acabas con un huevo menos.- Tiré con más fuerza. Él se tiró al suelo de dolor, llorando y gimiendo.- ¿Entendido?- Afirmó rápidamente para ser soltado.

Después de aquello, me fui del campo, cogí mis cosas y volví al pueblo. No quería volver a saber de ellos hasta que me calmara, que eso sería hasta que me muriera.


Cristian

Estaba desayunando tranquilamente mientras que mirábamos un álbum de fotos antiguas de mi abuelo.Eran antes de la segunda guerra mundial, en los años 30.Me recordaban a tiempos convulsos, sobre todo porque él murió tras un bombardeo en Berlín. Desde entonces, mi abuela y mi recién nacida madre, quedaron atrapadas en el lado comunista de Berlín. Mucho después, yo quedé atrapado.Mi madre estaba sentada conmigo también. Me contaba cada historia y anécdotas que la abuela le había contado. Todas hasta que el teléfono empezó a sonar.

Era una llamada desde Berlín. Un hombre desconocido dijo unas palabras en alemán:

"EL MURO ESTA AL CAER. CUMPLE TU TRATO"

Al colgar mi madre desenchufó el teléfono y lo tiró por la ventana. Se tiró al suelo llorando y asustada, recogida en una esquina.

Nunca había visto a mi madre así. Había sido siempre firme y fuerte ante todo. Algo debía de haber pasado para ponerse de esa manera. No tenía ni idea que ese problema tenía su conclusión en mí.

Después de unos minutos, se levantó del suelo y se secó las lágrimas. Nuestras miradas se cruzaron y se acercó a mí.

- No sé como nos ha encontrado, pero tenemos que salir de aquí lo antes posible.- volvió a irse hacia las habitaciones. Yo le seguí detrás.

-¿Mama, quien nos ha encontrado?- Ella ya estaba sacando nuestras maletas y metiendo todo lo que encontraba.

- Adler, el hombre que nos llevo a la Alemania del Oeste. No sabía que el muro se iba a caer tan pronto, pensaba que lo tirarían a finales de la década siguiente... Para ese momento ya estaríamos en América.-

-¿Como que en América? Mama que has hecho.- Dejó de moverse y giro su cuerpo a mi orientación.

- Para salir de allí, nos vendimos como esclavos. Adler es traficante de esclavos.- En ese momento se me heló la sangre. Los esclavos sonaban muy lejanos en 1989, pero en realidad estaba tan cerca de mi vida, demasiado cerca de la realidad.

EL MONJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora