Capítulo 13 (Billy boy)

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Javier

Desde mi ventana miraba los coches de policía, las sirenas y los murmullos de la gente. Ver a el padrastro de Lucía, un carbón de pies a cabeza, reventar a su esposa e hijastra y ganar por primera vez en su vida, me hervía la sangre. No sabía el porqué, pero no era justo que ese hombre que había maltratado a esas dos personas se saliera con la suya.

No veía a Lucía y eso me ponía aún más nervioso. No sabía si estaba bien, mal o en ese coche directa a un reformatorio. A duras penas mi mente podía cambiar de tema, per el timbre sonó repentinamente. Mi madre abrió la puerta y en apenas unos segundos me llamó para que bajara.

Hice caso a la orden y para mi sorpresa, Lucía y Eva entraban al recibidor de mi casa. La primera dio un paso al frente y la abracé con todas mis fuerzas.

- Llama a todo el mundo, por favor.- contestó con una débil voz.

-¿Para ir al cuenta secretos?- Contestó Eva atrás nuestra. Por un segundo olvidé que estaba allí.

- No, a algún sitio más cerca.- Volvió a responder Lucía.- El sitio derruido de la plaza, iremos allí.- Se soltó de mí y se fue al salón, cogiendo el teléfono y llamando a todos los de nuestra pandilla. Le preguntaban sobre lo que había ocurrido, pero no se sentía preparada para decirlo a todos ellos en ese momento.

Colgó el teléfono y se tiró al sofá, mirando inexpresiva al techo. Eva y yo la mirábamos distanciados y sin dirigirnos la palabra, seguramente esperando a que alguien de los dos se acercara a ella. Eva se puso junto a ella y le susurró algo al oído, lo que hizo que Lucía volviera a incorporarse y ponerse delante mía. Se secaba las lágrimas con rapidez y empezó a hablar:

- Vámonos ya por favor. No aguanto aquí metida.- Salió de la casa sola cerrando la puerta. Desde la ventana pude ver como iba corriendo hacia la plaza. Me dirigí a Eva y le dije que recogería algunas cosas para que estuviera más tranquila, por lo que fue también hacia allí.

Recogí algunas de mis cosas y las metí en mi mochila tales como unas revistas, una linterna por si nos quedábamos hasta tarde y unas onzas de chocolate. Después de prepararme, fui a la plaza.

Mario

Habían pasado dos horas desde que el policía había venido a la tienda y nos había contado lo de Lucía. Había recibido su llamada y tenía muchas ganas de preguntarle que pasaba, pero me era imposible salir de la tienda. Si alguien de mi familia veía que había descuidado mi puesto no sé qué pasaría.

Decidí volver a llamar, pero no recibí respuesta. Suponía que ya estaban allí esperándonos a todos. Por dentro esperaba que un milagro ocurriera y pudiera irme de la tienda.

De pronto, llegó mi padre exhausto. Se apoyó en el mostrador y empezó a hablar. Antes de eso me puse muy recto, simplemente por que le tenía mucho miedo en ese momento:

- ¿En que lio se ha metido tu amiga?- Perguntó

- ¿Que amiga?-

- La morena esa, la que dicen que es bollera. No me acuerdo de su nombre ahora.-

- No lo sé papá, como no he salido de aquí.- De pronto se me ocurrió una idea para salir.- Pero creo que va a quedar en el edificio derruido de la plaza. Si pudiera ir te lo diría.- Mi padre se fue al lado mío, me quito el delantal y me dio un pequeño empujón a la puerta.

- Si te enteras te doy un duro.- Afirmé con la cabeza y salí corriendo. No quería que mi padre me diera dinero, solo quería estar a su lado y ser un buen amigo. La única forma que veía que podía conseguirlo era de esa manera.

Sergio


Volví a casa realmente serio. La cosa pintaba muy seria y tenía el remordimiento de no poder ayudar. 
Sentía que la estaba fallando, recordando el día en el que me llevó a casa de Javier cuando estaba malherido.  No tenía mucha relación con ella, pero sabía que tenía buen corazón y que no le faltaba empatía. 

Al entrar por la puerta no pude reaccionar a la mano de mi padre que acabo en mi cara estampada.  Me apoyé en la puerta mareado y me agarró de la camisa, tirándome en el suelo del comedor.  Mi familia estaba reunida esparcida por la sala, mirando maliciosos.  Mi madre estaba en el sofá y le dio una hoja que tenía en el bolsillo a mi atacante.  Enfadado comenzó a leer.

-iTe parece normal lo que pone en esta nota de los padres de Javier?  Supongo que se lo ha contado todo.  Te ha dejado un gusto poniendo verde a tu familia.  Ahora quedaremos como los malos de la película cuando el único malvado eres tú, subnormal.- Me volvió a agarrar de la camisa y poner su cara frente a la mía dijo: -Juro  que la propuesta de adopción que han pedido se las voy a  meter por el culo.- Puse los ojos en blanco.  Esas últimas frases en vez de ponerme los pelos de punta me relajaron como si de una anestesia tratase. 

Al final Javier sí que había obtenido lo que había prometido: Una familia.  -¿Javier me quiere como hermano? - Susurré pensativo.  Mi padre me volvió a pegar.  Las lágrimas comenzaron a brotar de las mejillas y  comencé a sollozar, convirtiéndose estos en gritos entrecortados de alegría.  Esta vez las miradas no iban hacía mí, sino a mi padre, que se retorcía en su sitio de asco y con ganas de pegarme, pero antes de eso me puse en pie y mirando a mi padre empecé a reír.

- Que te jodan, papá.  A ti y a toda esta puta familia de mierda.  Que os toque lo peor en la vida, porque a mí me va a ir de puta madre sin vosotros.- Me fui hacia la puerta y mi padre fue detrás, cogiéndome el brazo tirando hacia dentro de la casa.  Le volví a mirar a los ojos, pero esta vez era al revés: él me miraba con miedo y yo con asco.  Entre sus piernas abiertas le di una patada que hizo que se cayera para atrás.  La familia entera fue a socorrerle. 

"Ojalá nuestros caminos no se vuelvan a cruzar" pensé.  Entonces salí de la casa y cerré la puerta soltando un breve suspiro.

Al girar mi cabeza pude ver como Eva y Lucía salían corriendo.  Decidí ir hacia ellas corriendo, feliz y libre para contar la noticia, pero al llegar a la esquina, encontré una sorpresa que no me esperaba: Lucía y Eva se estaban besando.  Mi corazón se paro de arrepentimiento ya que creía que me habían visto, pero pasaban los segundos y ellas seguían a su rollo.  Sin decir nada volví por el camino que había vuelto y por una extraña razón olvidé lo que estaba pasando detrás de mi al ver a una persona: Cristian, ese chico con el que me había peleado y no me había reconciliado.  Sentía que era el momento perfecto para hablar con él y volver a ser amigos.

EL MONJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora