Capítulo 1:

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Sentí el frío del suelo y traté de moverme. Un dolor punzante invadió mi sien izquierda e instintivamente acerqué la mano. La piel se estremeció bajo el tacto de los dedos y noté lo que debía ser algo de sangre seca.
- Buenos días, preciosa. O buenas tardes, mejor dicho.
Me giré hacia la voz. No distinguí gran cosa en la penumbra pero vi una figura apoyada contra la pared.
- ¿Qué ha hecho un damisela como tú para acabar aquí?
- ¿Y tú qué?
Oí una risa, casi como un murmullo. Se hechó hacia delante y la luz de las antorchas que colgaban en la celda me permitieron verle mejor. Era un joven bastante apuesto, con el cabello negro cayendo sobre los hombros y ojos de un azul gélido. Cuando se acercó más a la luz, pude comprobar que tenía una cicatriz en el ojo derecho y un tatuaje asomaba en su cuello.
- Si no vas a responder a mis preguntas tal vez pueda divertirme contigo de otra forma - susurró poniéndose de cuclillas frente a mí.
Un golpe metálico me sobresaltó y me obligó a retroceder. Un hombre vestido con una cota de malla había golpeado las barras de la celda con la empuñadura. Era el mismo guardia que me había golpeado en la cabeza y me había dejado inconsciente.
- Cuando salga de aquí me encargaré de que recibas tu merecido - le grité mientras me acercaba a las barras.
Estalló en una sonora carcajada.
- Me gustaría ver como lo intentas.
Le fulminé con la mirada y extendí mi brazo hacia él. Trató de echarse hacia atrás pero yo fui más rápida. Agarré la tela del cuello y tiré hacia mí. Su cara se estampó contra los barrotes en un sonido que mezcló el metal resonando y la nariz partiéndose. Cayó de culo en el suelo con la nariz y la boca ensangrentadas. A mi espalda el chico de negro se rio.
- La próxima vez que golpees a alguien asegurate de que puedes recibir el golpe de vuelta - gruñí antes de escupirle.
- Maldita zorra - bramó poniéndose en pie.
Abrió la celda y se acercó a mi cuando una sombra se interpuso en su camino.
- No voy a quedarme mucho tiempo. Supongo que no querrás que todos sepan que una chiquilla fue la que te dejo la cara así - amenazó mi compañero de celda.
El guardia salió de nuevo y esta vez se alejó de los barrotes. El chico misterioso volvió a su posición con calma y se sentó de nuevo en la penumbra. Tenía curiosidad por saber quien era pero más curiosidad tenía por saber quien era yo. Trataba de recordar algo antes del incidente pero todo estaba en blanco. Lo primero que recordaba era estar sentada en unos bonitos jardines hacía apenas unas horas. No sabía donde estaba ni como había llegado ahí. Entré al enorme castillo y traté de encontrar a alguien que me ayudara pero cuando me acerqué a unos guardias intentaron desenfundar sus armas y atacarme. Corrí para huir de ellos pero solo me topé con más guardias. Uno trató de agarrarme y asustada le empujé. Entonces fue cuando el capullo me golpeó con la empuñadura de su espada para dejarme inconsciente. Me había decidido a preguntarle su nombre cuando oí unos pasos acercándose. Un hombre con una túnica celeste con adornos blancos y una capa impecable también de color blanco, se acercó al guardia de la puerta. Tenía el pelo castaño largo recogido en una coleta que le llegaba a la mitad de la espalda. Todo en él inspiraba limpieza y cuidado.
- Seb, ¿cuándo aprenderás? - dijo en un tono cansado.
- Esta vez no ha sido mi culpa - respondió el chico de negro.
- Nunca lo es. ¿O me equivoco?
- Bueno, ¿has venido a sacarme de aquí o qué?
El chico de azul abrió la puerta y el de negro salió sin dudarlo.
- ¿Ella es la chica? - preguntó entonces el de azul al guardia.
- Sí - respondió apretando la mandíbula.
- Enviaré a alguien a por ella en cuanto pueda.
En cuanto se marchó, el guardia me miró con un sonrisa que no presagiaba nada bueno.
- Ya no está el imbécil de Sebastian para detenerme. Así que dime, ¿qué piensas hacer ahora?
Había abierto la celda de nuevo y se había acercado a mí. Cada músculo de mi cuerpo estaba en tensión. Mis ojos se movieron casi de forma automática. Primero a la puerta abierta, después a la espada en el cinturón y después a las manos del guardia que se levantaban hacia mí. Como si alguien moviera mi cuerpo controlando unos hilos invisibles, me abalancé hacia él con un movimiento rápido y desenvainé su espada. Antes de que tuviera tiempo de reaccionar volví a moverme y me coloqué a su espalda para golpearle con la empuñadura como el había hecho. Dejé caer el arma junto al cuerpo y miré mis manos temblorosas. No sabía como había hecho eso ni como había sido capaz de moverme tan rápido. Un ruido me sacó de mi ensimismamiento y salí corriendo de la celda. Recorrí vario pasillos en penumbra y vi algún que otro preso. También había guardias por lo que traté de ocultarme y evitar pasar por los pasillos con vigilantes. Por fin llegué a lo que parecía ser la salida. Unas escaleras que subían hacia un lugar con luz natural. Sin embargo, como era de esperar, dos guardias custodiaban la salida. No podía hacer ruido para atraerlos o también llamaría la atención de más guardias. Y estando en lo que parecía un calabozo, hacerme la inocente y tratar de pedirles ayuda no serviría. No me funcionó en un pasillo cuando aún era inocente... No me quedaba otra que improvisar. Salí al pasillo y andé con paso seguro mirando al frente. Ambos guardias llevaron sus manos a sus respectivas armas y dieron un paso al frente casi al unísono. Estaba solo a unos metros cuando me desplomé. No sabía si mi fingido desmayo funcionaría. Pero aunque se acercaran esperando algo debía ser más rápida. No sé quien sería antes de perder la memoria pero debía tener nociones básicas, o no tan básicas, de combate. Oí los pasos de uno de los guardias y noté como me ponía bocarriba con un golpe de su bota.
- Debe haberse escapado de su celda. Vete a comprobarlo. Voy a encerrarla en una de estas mientras tanto.
- Ten cuidado. Puede estar despierta.
- Deben haberla encerrado aquí por robar. Últimamente muchas madres intentan robar para sus hijos. No creo que pudiera hacer mucho.
- ¿Y como explicas que esté fuera de su celda?
- Sé de varios que la dejarían marchar a cambio de un buen polvo.
- Tú ten cuidado.
El segundo guardia pasó a nuestro lado y le oí marcharse mientras el primero volvía a golpearme con la punta de la bota. Sin mucho aprecio, me levantó y me colocó en su hombro. Aproveché para abrir los ojos y comprobar que el segundo guardia no estaba. En vez de quitarle el arma, la desenganché del cinturón para que cayera al suelo. No le quedó más remedio que dejarme en el suelo de la celda y agacharse a recogerla. Cuando me daba la espalda, me incorporé de golpe y rápidamente le esquivé para salir de la celda antes que él. Cerré con un sonoro portazo pero ya no importaba si alertaba a los demás. Igualmente encontrarían a su compañero inconsciente y el gaurdia tendría las llaves para salir de la celda y avisar a sus compañeros. Fuera como fuera, iba a llamar la atención. Subí las escaleras a toda prisa y me topé con unos pasillos similares a los que en su momento había recorrido. No veía ninguna puerta cercana así que corrí para alejarme todo lo posible. Aquello parecía un laberinto. Terminé por llegar a una enorme sala que en esos momentos se encontraba vacía. Varios guardias se percataron de mi presencia y se acercaron a mí.
- Dad la alarma - oí que gritaba uno.
Salí de allí tan rápido como había entrado y traté de seguir buscando una salida, esta vez a contra reloj. Me topé con un pasillo lleno de puertas y entré por la primera. En ella había una ventana que daba al exterior y estaba en la primera planta así que no tendría que saltar. La abrí y me escabullí al jardín. Corrí por las baldosas cuando al doblar una esquina me choqué con un guardia. El estaba más confuso que yo por lo que en su despiste, le robé la espada y seguí corriendo haciendo caso omiso de sus gritos. Seguí corriendo, cuando me topé con un grupo de mujeres vestidas de forma elegante. Miré a mi alrededor y las apunté con la espada.
- Dadme uno de vuestros vestidos.
Escuché a lo lejos varios gritos y pasos.
- ¿Estás loca? - preguntó una ofendida.
- Sí. Y armada. Ahora quítate el vestido.
Se quitó el vestido a medida que oía a los guardias alejarse. La mujer se quedó con el corsé y una falda muy fina. Cogí el vestido a toda prisa y me lo puse mientras seguía corriendo. Tuve que tirar la espada para poder hacerlo. Me quedaba algo holgado pero debía bastar para pasar desapercibida. Me llevé las manos al pelo y me hice una trenza. No recordaba tener el pelo tan largo pero lo cierto es que no recordaba nada en absoluto. Cuando me había alejado, entré de nuevo a los pasillos y busqué algún espejo. Me topé por fin con uno. Me quedé unos segundos confusa, observando mi reflejo como si de una extraña se tratase. Tenía el pelo castaño y los ojos violetas. Las mejillas sonrojadas por el esfuerzo, una nariz pequeña y unos labios carnosos. A pesar de haber estado en una celda, no parecía muy sucia por lo que conseguiría pasar inadvertida si jugaba bien mis cartas. Me arreglé un poco más y coloqué bien el vestido. Lo bueno de que me quedara largo era que no se veía que además iba descalza. Estaba bastante fatigada por lo que comencé a caminar en vez de correr. Vi a varios guardias pasar corriendo por mi lado sin percatarse de mi presencia. Continué caminando y vi una puerta enorme que tenía toda la pinta de ser una salida importante. Llegué al recibidor donde varios guardias se movían con rapidez. Varias mujeres vestidas elegantemente cuchicheaban al pie de una escalera. También había hombres vestidos con túnicas similares a la del chico que vino a la celda, aunque estas eran de colores distintos. Había algunos de un rojo oscuro y otros de color verde. Nadie pareció percatarse de mi presencia y yo no esperé a que lo hicieran. Estaba muy cerca de la puerta cuando alguien me agarró del brazo y me hizo girar. Mis manos fueron a parar al pecho del joven y noté como muy confiado posaba una de su manos en la parte baja de mi espalda mientras con la otra seguía sujetando mi brazo.
- Estás dando muchos problemas, ¿lo sabías? - dijo el chico de cabello negro que había estado en la celda conmigo.

La Torre de Cristal [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora