Hacía dos semanas que me habían hecho la prueba para la guardia. Dos semanas bajo los cuidados, si así se podían llamar, de Sebastian. Me levanté como cada mañana, me puse el uniforme morado y alisé el escudo con el cuervo. Salí y me dirigí a la habitación de mi guardián. Llamé como de costumbre, tres toques fuertes. Esperé pero se estaba retrasando más que de costumbre. Suspiré y volví a llamar. De nuevo sin respuesta y la espera se alargaba cada vez más.
- Sal ya o entro. Último aviso - grité golpeando de nuevo tres veces.
Esperé y de nuevo sin respuesta. Tras dos semanas sabía que siempre estaba acompañado. Siempre salía una chica al primer toque y después él al segundo aviso. Entrar podía ser una mala idea pero no podía llegar tarde al desayuno o me tocaría esperar hasta la comida. Había aprendido eso por las malas el primer día. Y el tercero entré al tercer aviso, una situación similar a la de hoy, y tardé solo un instante en volver a cerrar. Esta vez cuando abrí la puerta no vi ninguna chica en posiciones que prefería no ver. Sebastian estaba dormido bocabajo con la cabeza debajo de la almohada. Me acerqué lentamente como si temiera que se fuese a levantar en cualquier momento. Tenía el torso al descubierto y me fijé en el lado izquierdo. Desde el lado en el que estaba solo veía las ramas de un árbol que cubrían el omóplato. El tronco debía estar en su costado. Se movió ligeramente y mi corazón estuvo a punto de pararse. Traté de despertarle dándole unos toques en el hombro. Le llamé y finalmente pareció despertarse. Se giró de golpe y esperé que me gritara pero en su lugar extendió el brazo hasta mi cuello. Se puso en pie de forma ágil y rápida, casi sobrehumana, y me llevó hasta la pared. La mirada estaba llena de rabia pero no me miraba a mí. Era casi como si no hubiese despertado y tuviera una pesadilla de la que debía liberarse. Me levantó del suelo aún con mi cuello apresado. Traté de llamarle. Sus ojos se clavaban en mí como dos gélidas cuchillas. Me fije en su mirada. No solo era rabia y odio, también... también había miedo. Ahora podía ver el tatuaje con claridad. El tronco se extendía por su costado izquierdo, algunas ramas iban por la clavícula y el cuello, otras por el brazo que me tenía atrapado. No me había fijado en que era zurdo aunque ahora tampoco era el mejor momento.
- Sebastian. Estoy aquí - dije tratando de alcanzar su rostro sin éxito.
Acaricié su brazo con suavidad y poco a poco me dejo de nuevo en el suelo pero su expresión no cambió. Aunque no soltó mi cuello ya podía respirar y esta vez mi mano si alcanzó su mejilla.
- Sebastian - le llamé con suavidad.
Como si despertara de golpe se apartó de un salto. Me llevé la mano al cuello y me di la vuelta para volver a la puerta.
- Vístete rápido que no me quiero quedar sin desayunar - le dije antes de salir.
Una vez cerré la puerta me dejé caer por la pared. ¿Qué había pasado ahí dentro? No ver ninguna chica ya había sido suficiente sorpresa pero después... respiré hondo y me puse de nuevo de pie. Esperé unos segundos antes de que Sebastian saliera con el pelo desaliñado y abrochándose aún la chaqueta. Sin mediar palabra le seguí hasta el comedor principal. Los reclutas y los aprendices comían en la academia con los guardianes de menores clases. Solo los líderes, los de clase S y los de clase A comían en el castillo. Recordaba que Nate me había explicado los rangos. Tras haber sido mi guardián me lo encontré en el comedor. Sebastian no me dejó acercarme, aún recordaba su pelea con Nate, me dijo que le habían ascendido a rango C y que al ser de la familia Redstone tenía una invitación especial para estar entre los miembros de rangos superiores. Lo dijo con un tono que dejo claro su desagrado hacia él. Me senté junto a mis compañeros. Sabía que había 10 de rangos altos pero hoy solo me encontré con 3. De los cuales 2 eran caras nuevas.
- Hola Christian - saludé al chico rubio.
Era muy callado, de hecho no le había escuchado hablar nunca. Me habían dicho que no hablaba y que no sabían si era mudo, había perdido la lengua en una sesión de tortura o si simplemente no quería hablar.
- Tú debes ser la nueva. Yo soy Berck - me dijo un hombre de unos 30 años y pelo negro.
- Encantada. Yo soy Kala.
- Hemos oído hablar de tí. Si yo hubiese sido el líder desde luego que no te habría dejado hacer la prueba - respondió el otro.
Él era más joven. Como Sebastian o yo pero no tanto como Christian. Tenía el pelo blanco y los ojos de un negro profundo. Tenía una cicatriz en el cuello como si hubiesen tratado de ahogarle con un alambre.
- Este es Freyr. Quiere el puesto de Sebastian desde que ambos entraron a la Guardia - me explicó Berck.
- ¿Entraron a la vez?
- Sí. Misma promoción.
- Ese maldito vago se quedó con mi puesto. No es que quiera quitárselo, es que me pertenece- dijo dando un golpe en la mesa.
Comencé a desayunar y eché una mirada a Sebastian que estaba concentrado en su plato.
- No hace más que causar problemas y meterse en peleas con otros miembros de la Guardia. Y Kael le permite esos comportamientos.
- Ya le has retado. Tres veces. Déjalo ya.
Miré sorprendida a Berck.
- ¿Puedes... explicarme eso?
- No es muy oficial que se diga y es más algo que se hacía al inicio de la Guardia pero se puede retar a un duelo al líder para quedarse con su puesto. Freyr le ha retado ya tres veces y Sebastian dijo que no le aceptaría más duelos.
- ¿Tan bueno es?
- Es el mejor. No solo en el combate. Tiene el mayor índice de éxito en misiones. Aunque hasta que tu entres oficialmente en la Guardia no se librará de ti y no podrá volver a las misiones de campo.
- ¿Librarse de mí? Tendré suerte yo cuando me libre de él.
Berck se rió.
- No es una persona fácil de tratar. Yo llevo años con él. La Guardia solo acepta miembros mayores de 16 pero el consiguió entrar a los 13. Superó todas las pruebas sin apenas esfuerzos y tenía un porcentaje muy alto para esta Guardia. Siempre fue de los mejores así que llego a especialista a los 16 años. He visto a ese chico crecer. Siempre ha sido así. Pero trabaja bien y se preocupa por sus compañeros.
- ¿Y cuando llegó a ser líder?
- A los 17. Tras una misión con Kael para liberar Merk, una capital importante que había sido asediada por bestias. Llevábamos unos meses sin líder después de que muriera en una misión así que él fue elegido como nuevo líder.
- Hace 5 años de eso. El muy desgraciado... si hubiese ido yo en esa misión... ¡Pero me engañó! Y cogí una misión en otro reino...
- Kael te mandó esa misión y además aún no eras de rango S. Sebastian sí.
- ¿Por qué le defiendes?
- Es nuestro líder y es un buen líder.
- Hazme caso... no te fies de él.
Terminé de desayunar y esperé a que Sebastian se levantará para hacerlo yo también.
- Bueno chicos, ha sido un placer. Hasta otra - dije dirigiéndome a la salida.
Estábamos yendo al campo de entrenamiento, cruzando los jardines hacia la academia, cuando alguien me llamó. Era Nate.
- ¿Qué haces aquí? - le pregunté.
- Me ha parecido ver... - dijo acercándose a mí.
Me apartó la trenza hacia atrás y empezó a bajar el cuello de la chaqueta del uniforme.
- ¿Qué haces? - le pregunté apartándome instintivamente.
- ¿Qué te ha pasado? Deberías ir a que te pongan una runa. ¿Has sido tú? - dijo girándose de golpe a Sebastian.
Sebastian se acercó y bajó el cuello del uniforme. Sus dedos fríos rozaron mi piel cortándome la respiración.
- Voy a informar de esto - dijo Nate agarrándome del brazo.
- No es tu subordinada así que continúa tu camino - gruñó Sebastian.
- Vi ayer los entrenamientos. Nadie la tocó el cuello. Solo has podido ser tú. Eres despreciable- comenzó a gritar Nate.
- No es de tu incumbencia. Hay una Sala Blanca en la Academia. Yo me encargo de su bienestar. Ahora, lárgate.
- Ya veo. ¿Eso es encargarte?
Nate me apretó más contra él. Vi que Sebastian iba a contestar pero le interrumpí.
- Se acabó. Nate, estoy bien. No ha sido él. Ahora vete. Iré a la Sala Blanca si te hace sentir mejor pero a penas me duele así que por mi iría a los entrenamientos.
Nate me soltó.
- No tienes por qué defenderle. Una agresión así fuera de los entrenamientos es una falta grave.
- He dicho que no ha sido él. Ahora nos vamos.
No sabía que había ocurrido con Sebastian pero no estaba consciente por lo que no quería inculparlo. Y Nate le odiaba, eso lo tenía claro. Esto solo era darle la excusa que estaba buscando. Nate se quedó en el sitio siguiéndonos con la mirada y yo iba al lado de Sebastian. Noté que estaba tenso y llevaba los puños apretados. Quise decir algo pero no era fácil hablar con él.
- Es aquí.
Entramos y en efecto era una Sala Blanca. Un par de Guardianes Cristalinos nos miraron.
- Solo venimos por una runa curativa.
El guardia sonrió y asintió. Entregué mi muñeca, la que no tenía la runa de custodia, y en unos segundos la runa estuvo hecha. Sebastian bajó el cuello de la chaqueta de nuevo y suspiró.
- Ya está desapareciendo.
A pesar de ello no apartó la mano del cuello. Entonces rozó la piel con la yema de los dedos.
- Ya está - susurró.
Se había acercado demasiado y su aliento rozó mi mejilla. Cada músculo de mi cuerpo estaba inmóvil y aún con el contacto de sus dedos sobre mi cuello no pude moverme.
- Veo que ya estás bien. Esperamos no tener que verte pronto - bromeó el guardia.
Sebastian se apartó y yo me levanté de un salto.
- Muchas gracias - sonreí.
Cuando salimos de la Sala Blanca seguimos hacia el campo de entrenamiento. No quería hacer comentarios al respecto aunque me moría por preguntar. Seguí callada y cuando estabamos casi llegando se detuvo.
- Debí avisarte - murmuró.
No supe que responder.
- No pasa nada. No ha sido nada - dije después de un silencio casi eterno.
- Hay ciertas noches que es mejor que esté... solo. Te avisaré la próxima vez.
Me acerqué y puse mi mano sobre su hombro. Estaba realmente serio algo casi extraño en él, siempre con su media sonrisa y sus comentarios sarcásticos. En cuanto mi mano le rozó, la atrapó por la muñeca y se giró hacia mí. Con un movimiento rápido me atrapó entre su cuerpo y la pared.
- Podría haberte matado. Por un estúpido error - dijo entre dientes.
- Pero no lo has hecho. Sabes que puedo defenderme. No he necesitado recurrir a la fuerza y me han hecho moratones peores en los entrenamientos.
- ¿Y si hubiera pasado algo?
- Ya no tendrías que hacer de niñera - dije intentando quitarle hierro al asunto con un poco de humor.
Me sobresalté cuando golpeó la pared justo al lado de mi cabeza.
- No es un maldita broma - gritó.
- No ha pasado nada. Te has despertado rápido.
- ¿Y si no lo hubiese hecho?
- Si lo hubiese necesitado te habría atacado pero no ha sido el caso.
- ¿Y sino hubiese sido suficiente?
- ¿Por qué te preocupa tanto lo que podría haber pasado? ¡No ha sido así!
- Estás bajo mi cuidado y el único peligro he sido yo mismo. No me interesa esa mancha en el expediente - respondió apartando la mirada.
- Si solo te preocupa tu reputación no te preocupes, estás a salvo.
Se inclinó flexionando el brazo que aún seguía en la pared tras el puñetazo. Su aliento me rozó los labios y me contuve para evitar apartar mi mirada de la suya. Sus ojos se entrecerraron cuando bajó la mirada a mis labios.
- Sebastian... - le llamé en un susurro.
Como respuesta solo soltó un gruñido mientras se acercaba lentamente. Sus labios ya rozaban ligeramente los míos cuando recuperé el control. Aparté la mirada y traté de calmar mi respiración agitada.
- Deberíamos ir a entrenar - dije agitada.
Soltó otro gruñido y esta vez el aliento me golpeó el cuello. Casi tan rápido como me había aprisionado, se apartó y continuó andando. Apreté los puños tratando de concentrarme en recuperar el control.
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La Torre de Cristal [PAUSADA]
FantastikHace varios años en el Reino de Minaria apareció una misteriosa torre. Nadie conocía su origen o lo que albergaba. Sin embargo, de ella empezaron a surgir numerosas bestias y monstruos que atacaron y atemorizaron al reino. Entonces se creo la Guardi...