Hola soy un cajón y esta es mi historia. No tengo nombre propio pero podéis llamarme Cajón. Estoy hecho de madera de pino obtenida directamente desde los Pirineos, es decir, soy de buena calidad. No me gusta alardear de ello pero en la habitación que vivo ningún mueble está a mi altura y eso que yo solo soy un cajón de la mesita de noche. Comparto mueble con mi hermano, podéis llamarle Cajón II si queréis. Estamos en una habitación de (ahora) un adolescente. Nuestra vida ha ido cambiando a medida que el crecía, aunque yo siempre he sido más importante que mi hermano para él. Cuando era pequeño me tenía siempre lleno de cromos, todo desorganizado y asqueroso. A medida que se hacía mayor guardaba menos cromos y más auriculares. No sabéis la cantidad de cascos que he llegado a tener en total en mis entrañas. También guardaba pegatinas aunque no sé exactamente de que, solo tenían frases estúpidas. Cargadores, también he tenido muchos cargadores. Cada vez que pienso en mis orígenes, recuerdo a mí dueño ilusionado y mirando al carpintero como me montaba. Él era pequeño, seis añitos. Era un niño precioso, el tiempo no lo ha tratado bien, será por eso que ni liga ni a la de tres, nunca he visto un condón en mi. Estuvo mirándome durante 2 horas, típica ilusión de los niños, ahora me trata como una porquería: lleno de barajas, carátulas de videojuegos y monedas que deja caer como un imbécil cuando llega de fiesta. Me hacen mucho daño, ¿A vosotros nunca os han tirado monedas a la cabeza? De vez en cuando aparece su madre y me organiza un poco, nunca ha sido muy organizado. Detesto esta vida aunque sea muy útil, no veo paisajes. Lo único que veo es una cómoda con su colchón, una mesa donde estudia, un armario enorme para la ropa y una estantería para los libros. Bueno mejor no me quejo, a mi hermano le toca guardar toda la porquería que nuestro dueño no quiere: cajas vacías, papel rayado, punta de lápiz, papel de váter... Ostia ya viene, será mejor que me calle.
