El despertador sonó hace unos minutos pero yo sigo tumbado en la cama, no tengo ganas de levantarme. Supongo que debería estar nervioso, ya que hoy es un día importante.
-¡Levántate ya!- El grito llega desde el otro extremo de la casa. Es mi madre, no tiene muy buen humor por las mañanas.
Aún medio dormido, salgo de mi habitación y me dirijo a la cocina. Cojo una caja de leche de la nevera y bebo directamente de ella.
Siento como una mano me golpea la cabeza por detrás tan fuerte que casi se me cae la caja de leche de las manos.
-¡No sé para que coño existen los vasos!
La miro con cara de sorpresa.- Mamá lo hago por ti, porque siempre te quejas de que estás todo el día fregando.
-Mira niño te voy a...- Salgo corriendo antes de que me de otra de sus collejas, que por cierto duelen bastante. Me rasco la cabeza ya que todavía siento un hormigueo en el sitio donde me ha golpeado. -Oye, ¿para que me has hecho levantarte tan temprano? No te vas hasta dentro de tres horas, ¿no?
-¡Joder mamá!- realmente no me la esperaba tan cerca en tan poco tiempo- Es que como entreno todos los dias y hoy seguramente no me dará tiempo pues he pensado en ir antes de irme.
-Vale. Pues que te vaya bien. ¿Te vas a llevar a Dianne?
-Por supuesto, no iría sin ella a ningún sitio- Le dedico a mi madre una gran sonrisa y me voy a la sala de entrenamiento cargado con mi mochila mientras me como unas cuantas galletas que he cogido de la cocina.
Al salir del piso donde vivo con mi madre, se abre ante mi un lugar enorme con muchos edificios. Es una gran urbanización que la Hermandad tiene para las familias que han perdido a sus miembros cazadores. Acabo de llegar a la puerta del edificio que hace las veces de sala de entrenamiento. Es bastante grande pero parece pequeña al lado de los bloques de pisos.
Me acerco a la recepcionista- Perdona tenía reservada una sala de tiro, de modo combate.
-¿A nombre de quien?- No parece estar muy a gusto con su trabajo, eso o es que todavía no se ha despertado del todo.
-Al.
-Toma aquí tienes la llave, Al, no te olvides de cerrar bien la puerta cuando salgas y devolver la llave- Su voz es bastante monótona, la verdad es que da un poco de miedo, casi parece un robot.
Cojo la llave y me dirijo al sotano. He cogido la última sala para así estar mas cómodo, y solo, odio entrenar con gente mirándome.
Una vez dentro de la sala de entrenamiento, saco a Dianne y pulso un botón para que dé comienzo el ejercicio.
Muñecos de madera colgados de raíles que van por el techo aparecen mientras yo disparo y esquivo los que pasan intentando golpearme.
Al cabo de una hora disparando y esquivando me acerco al ordenador para ver los resultado.
-Objetivos en movimiento: 200
-Objetivos acertados en puntos vitales: 143
-Objetivos acertados en puntos no vitales: 57
-Objetivos acertados en total: 200
-Objetivos abatidos:186
-Índice de mortalidad: 93%
-¡Dios!- Me acabo de llevar una grandísima sorpresa al ver estos datos. No me lo esperaba, nunca había pasado de un 82%. Estoy seguro de que voy a estar todo el día con una sonrrisilla tonta en la cara.
Recojo las cosas. Salgo de la sala de entrenamiento, necesito una ducha, mi camiseta de tirantas esta tan mojada que parece que me acabo de tirar a una piscina con ella. Lo bueno es que nunca he olido a sudor por muy sudado que esté.
Ya estoy fuera de la sala de entrenamiento cuando oigo unos aplausos a mis espaldas. Es el entrenador del gimnasio, al parecer ha visto mi entrenamiento, y le ha asombrado tanto como a mi.
-Eso ha sido impresionante, Al- Suele creerse superior a los demás en lo que a temas físicos se refiere, así que no me fío mucho de sus palabras, aunque esta vez parece decirlo de forma sincera. Es un hombre de poco más de 40 años, bastante mas alto que yo, mido 177 cm, por lo que el medirá unos 190 cm, y también mucho más musculoso, y eso que yo no soy lo que se diría delgado, de hecho soy bastante corpulento, con una espalda muy ancha.- Solo he visto una puntuación más alta que la que tú acabas de conseguir. ¿Sabes de quién era?
-Ni idea, supongo que quien haya hecho más puntuación que yo hoy tendría que ser un genio. Aunque si te digo la verdad, lo mío ha sido más suerte que otra cosa- Me río para relajarme un poco, la verdad es que su pregunta me ha hecho entrar en tensión.
-La puntuación fue de un 99%, y fue de tu padre, tu padre ha sido el hombre más letal disparando que yo he visto en toda mi vida, aunque si sigues así, posiblemente lo iguales, e incluso le superes.-Una profunda carcajada sale de su boca casi como si la estuviera escupiendo. Parece que no está muy acostumbrado a reir y cuando lo hace, sinceramente, da miedo.
Tras decir eso, levanta su mano en señal de despedida y se va, dejándome a mi allí paralizado y pensando en mi padre. Él murió cuando yo tenía 6 años y nos dejó a mi madre y a mí viviendo solos, pero de eso hace ya once años y, la verdad, es que las cosas no nos han ido mal.
Estoy llegando a casa, no paro de pensar en lo increíble que debía ser mi padre, y en lo terrorífica que tenía que ser la criatura que lo había asesinado. Dejo la mochila en mi cuarto y voy al baño a ducharme. El agua cae por mi cuerpo desnudo. Parece que los músculos de mis brazos han crecido mucho durante los últimos meses, ahora están bastante marcados.
Voy desnudo hasta mi cuarto para vestirme, toda mi ropa se la ha llevado la Hermandad al lugar en el que voy a realizar la prueba, así que cojo lo único que he dejado aquí, una camiseta negra de Queen, unos vaqueros ajustados y unas Vans negras, cojo mi móvil y mi cartera y me dirijo de nuevo al baño para peinarme. Me hecho gomina en la mano y pongo mi pelo negro azabache apuntando al cielo, siempre me peino igual, desde que era pequeño.
Mi madre esta en el sofa descansando un poco de las tareas del hogar, yo suelo ayudarla en todo lo que hace, estamos muy unidos. La verdad, supongo que tanto ella como yo lo pasaremos mal por estar tanto tiempo alejados, diría que ella lo pasará peor ya que al fin y al cabo es madre.
-Mamá, ha llegado la hora, me voy ya.-Mi voz refleja la indecisión y la pena por dejarla atrás.
-Vale cariño, ten cuidado- Se ha levantado del sofá y viene hacia mí con los ojos llorosos.
-No llores por favor, sabes que si tú lloras, yo también lloro- La verdad es que yo también tengo los ojos llorosos. Hablando de sentimientos soy bastante duro, no soy transparente en ese aspecto, y no suelo tener puntos débiles en lo que a ellos respecta, pero mi madre es un caso excepcional. Creo que si la perdiera me volvería loco, es la única familia que me queda, así que tengo que aferrarme a ella con uñas y dientes, a fin de cuentas, madre solo hay una.
Ya ha llegado hasta donde estoy yo, estira la mano y me acaricia la mejilla con el pulgar, me coge de la nuca y tira hacia ella. Nos fundimos en un profundo abrazo.
-Te quiero- Su voz se ha quebrado y ha empezado ha llorar.
-Yo también te quiero, mamá- Creo que con esas palabras y ese abrazo ya se ha dicho todo, por lo que no hace falta hablar más. Estoy abrazado a ella durante unos minutos más, guardándome cada gota de su amor para los momentos más difíciles, hasta que ya no puedo retrasarlo más, me separo lentamente de ella y me voy, intento no llorar para no hacérselo más difícil, pero cuando se cierra la puerta un par de lagrimas corren por mis mejillas. La verdad dicen que la Prueba es peligrosa, pero nunca me he planteado ni por un remoto instante el no volver de ella. Tengo bastante seguridad en mi mismo, además debo hacerlo por ella, y por la memoria de mi padre, a pesar de que era muy pequeño cuando murió, me gustaría que estuviese orgulloso de su hijo.
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Cazadores: Dianne
Fantasía-Vale. Pues que te vaya bien. ¿Te vas a llevar a Dianne? -Por supuesto, no iría sin ella a ningún sitio- Le dedico a mi madre una gran sonrisa y me voy a la sala de entrenamiento cargado con mi mochila mientras me como unas cuantas galletas que he c...