Misión

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—Este es el plan —comenzó Foucault, el líder de aquella operación. Los hombres a su alrededor escuchaban atentos instrucciones —el grupo Gamma rodeará las salidas, Delta y Beta me cubrirán la espalda y Alpha...

El mencionado giró de reojo con una sonrisa ladina mientras terminaba de cargar su arma favorita.

—Vas por ello.

Jason guardó el par de semiautomáticas en sus bolsillos y finalmente se colocó el casco sin perder esa sonrisa desafiante e inquieta.

—Por supuesto —contestó, riendo para sus adentros.

Cada hombre se colocó en su posición, en medio de la noche los francotiradores asechaban a su presa: un par de camiones de carga que se dirían a algún punto de la bahía de Gótica. Los conductores fueron alertados en ese instante por el punto de luz roja directo en su frente, y segundos después una explosión de carmesí inundandó el cristal delantero con trozos de materia gris. Fue cuando los matones del Foucault entraron a llevarse los camiones a la nueva ubicación, pero pronto se vieron atrapados por el bando contrario, quienes no dudaron en abrir fuego junto a Beta y Delta, dando lugar a fuegos cruzados que terminaron con pánico y gritos entre las inocentes personas presentes en el lugar.

Jason mientras tanto esperaba el momento adecuado para intervenir, sabía que el murciélago no tardaría en llegar y el cargamento debía ser suyo a como diera lugar, sin importar el costo. Visualizó cada posibilidad, ideó y desechó varios planes con el arma empuñada hacia cualquier enemigo que pudiera tomarlo por sorpresa en aquella esquina de callejón, y, cuando el número de bajas superó la de altas, Red Hood entró a escena disparando a diestra y siniestra a todo aquel que tuviera por delante, sin importar fueran contrarios, o sus propios compañeros, hasta llegar con Foucault quien había quedado desprotegido y ya sin municiones. Todd lo tomó por el cuello sin dejarle de apuntar ni un solo instante.

—Ahora tú trabajas para mí —aseveró enpuñándole el arma justo en la garganta. —Quiero que todos bajen las armas ahora.

El hombre, aún perplejo de lo que ocurría vaciló por unos instantes antes de obedecer, pero Jason no titubeó en dejarle claro que hablaba en serio. Foucault finalmente sacó su comunicador y acató la orden.

—Buen chico. Así es como me gusta.

—Si no salgo con la mía en esto, ¡te aseguro que tú tampoco! —exclamó, ante esto Jason levantó su arma y con total desquicio golpeó al hombre con el mango de ésta, reventándole el labio al instante.

—Mejor guarda tus palabras.

Foucault escupió al rostro cubierto de su adversario, una mezcla espesa de sangre y saliva.

—El demonio de Gótica se acerca.

El encapuchado rojo giró el cuello y elevó la mirada, viendo la bati-señal que comenzaba a iluminar el cielo.

—Acepto el reto.

Ambos camiones fueron trasladados hasta el despeñadero, Jason junto a su rehén atado de brazos y piernas se dirigieron al extremo norte de la ciudad, mientras que los hombres encargados de la mercancía iban perseguidos por el murciélago y apenas éstos se vieron acorralados, Jason dió la orden. Ambos camiones fueron lanzados por el risco, y los hombres arrestados por el Caballero Oscuro.

Eran las cuatro y treinta de la mañana, hora en que Jason debía volver a casa, sin embargo el trabajo aún no estaba acabado, no había eliminado al grupo de Foucault, ni siquiera al propio líder a quién mantenía atrapado en un viejo cuarto inhabitado, tener enemigos era lo último que necesitaba.

Tal como lo supuso aquellos hombres a los que había dejado con vida iban hacia donde Foucault tal cual abejas a la reina, y eran al menos siete sujetos. Su mejor idea no fué otra que esperarlos con paciencia. Pero estos no demoraron, Jason aguardaba justo con el arma en la sien de Foucault. Los hombres entraron tras abrir puerta de una sola patada, eran solo tres.

—Bajen las armas —ordenó el encapuchado.

—¿O qué vas hacer? —contestó el contrario —¿dispararle? Aunque lo hagas, te superamos en número.

—No es buena idea hablarle así a quién está armado hasta los dientes.

—Nosotros no vinimos por él.

En es instante la expresión en el rostro de Jason cambió por completo bajo aquel casco, no le quedaba más que actuar rápido. Arrojó hacia ellos una granada de gas que los dejó a oscuras el tiempo suficiente para escapar, al mismo tiempo que cubría su cuerpo de los inminentes disparos con Foucault.

—Red Robin, necesito ayuda —llamó por el comunicador integrado a su casco —es urgente.

Jason no dejó de correr ni un solo instante ni tampoco de disparar en cuanto la oportunidad se presentara. Solo dos de sus tiros acertaron sobre los hombres que le seguía, pero el último fué un hueso más duro de roer.

El sujeto, aparentemente, había perdido la pista del mercenario, sin embargo este le asechaba con sigilo desde atrás. Ahora Jason lo tenía en sus manos, y sin previo aviso se lanzó contra él, terminando ambos en el piso y forcejeando por liberarse del otro.

—¡¿Quién eres?! —exclamó el enmascarado mientras sujetaba con fuerzas las muñecas de su oponente.

—¿Quién soy yo? —el sujeto lazó lejos de sí a Todd con el impulso de sus piernas —esa no es la pregunta correcta. Yo soy solo un mensajero.

—¿Quién te envía? —insistió. Jason con dificultad logró ponerse de pie.

—Me ha enviado alguien a quien le has causado muchos problemas.

—Dile a tu jefe que me alegra hacer un excelente trabajo.

—No estás entendiendo, Rojo. Él te quiere mue...

Pero el hombre en medio de sus palabras fue interrumpido por una bala que entró por su nuca y salió justo por su boca, y rematado por una segunda en la cabeza que hizo explotar su cráneo en pedazos que volaron por todo el lugar. Apenas el cuerpo cayó desplomado pudo verse al la mujer tras él.

—¿Pedías ayuda? —preguntó ella.

Jason estaba estupefacto, debajo de aquel casco se escondía una expresión incrédula de lo que acababa suceder

—Tú no te pareces a Red Robin —contestó el hombre —no se quién seas, pero me alegra que estés aquí —agregó mientras dirigía sus pasos hacia aquella completa extraña.

—¿Enserio? —preguntó la rubia a la par que tomaba el casco del enmascarado entre sus manos. El ex-Robin no puso objeción a esto y ella lo extrajo de su cabeza para lanzarlo lejos.

Entre la oscuridad de aquel sitio apenas lograba ver con claridad las facciones de Todd, pero eso no importaba, ella ya lo había recorrido con sus manos, mientras que las de Jason la sostenían con firmeza de su cintura.

—¿Quién te envió? —susurró el mercenario, evitando así romper la armonía que habían alcanzado.

—Soy solo alguien que sigue tus pasos de cerca, tan cerca como para notar el ajustado arnés que llevas en las piernas —contestó a la par que su lasciva mirada recorrió de arriba a abajo cada centímetro del cuerpo del hombre.

—¿Hay algún problema con mi arnés? —continuó, esta vez tras deslizar una de sus manos hasta la nuca ajena y así acercarla más a la propia.

—Eso es lo que resuelvo.

Lo Mejor de mi, Jason ToddDonde viven las historias. Descúbrelo ahora