Ausencia

423 37 11
                                    

Aquella tarde nadie llegó por Toddy al preescolar. El niño esperó tras la ventana de su salón a su padre y observó uno a uno a sus compañeros marcharse, hasta ser el último que ahí se encontraba. Toddy no se despegó ni un instante de aquella ventana.

—Toddy —la profesora llegó a acariciar su espalda con ternura —ya debemos irnos, es muy tarde.

—Lo sé, maestra —contestó el niño junto con un suspiro —pero papá debe de estar por llegar.

—Me encantaría poder quedarme a acompañarte pero tengo que recoger a mis sobrinos de la guardería.

—Vaya por ellos, maestra —contestó el pequeño con los ojitos bajos —papá está a punto de llegar.

Pero los minutos pasaron, y las horas se convirtieron en una eternidad. Toddy estaba completamente solo. Sus ojos poco a poco fueron llenándose de lágrimas. El pequeño fué a sentarse en su silla y bajó la cabeza, ocultando su rostro con sus brazos. Las lágrimas pronto inundaron su cara y lloró como el niño asustado que era, hasta que una mano extraña tocó su espalda.

Toddy, con vergüenza comenzó a limpiar su rostro con las mangas de su suéter y de reojo giró la vista a la persona que lo había tocado, dándose cuenta que se trataba de Bruce. El hombre se acuclilló para quedar a su altura y le extendió sus brazos. Toddy se aferró con fuerza de Bruce y este lo llevó cargado de vuelta a casa, acariciando su espalda con ternura y suavidad.

—Nadie te ha olvidado, Toddy.

—¿Qué sucedió con mi papá? —preguntó el niño con la voz hecha pedazos, sus ojos estaban a punto de desbordarse una vez más. Pero Wayne no respondió.

De vuelta en la mansión, Alfred le esperaba con una tasa de chocolate tibio y una cálida sonrisa para darle la bienvenida una vez más al lugar que siempre sería bien recibido.

Damian también se encontraba ahí. Había abandonado a Jason ese mismo día, y el hecho que Todd abandonara a su propio hijo era la gota que había derramado el vaso.

Bruce y Damian apenas si habían intercambiado palabras más allá del saludo, pero hasta ahí se limitaba todo. Su relación seguía siendo tan hostil como cuando le habían enviado a Suiza.

En cuanto se enteró de lo ocurrido Barbara se dirigió de inmediato a la mansión Wayne y en cuanto llegó fue directo hacia el pequeño. Toddy corrió hacia ella y la mujer lo estrechó entre sus brazos. El pequeño no pudo contener las lágrimas en ese instante.

—¿Dónde está mi papá? —fue lo único que al afligido niño le interesaba saber.

Barbara no pudo responderle. Nadie sabía nada de Jason Todd.

—Se encuentra ocupado, Toddy.

¿Y es que acaso existía otra respuesta? El niño estaba harto de que se le tratara como si no pudiera entender nada, pero no, él lo tuvo claro todo desde el comienzo. Llegaría el día en que su padre no volviera más. Pero si tenía una señal, un signo insignificante de que se encontraba seguro en alguna parte, con eso le bastaba para no preocuparse. La cuestión era, que no lo tenía.

El niño corrió a encerrarse a la que era su antigua habitación sin importarle más nada. Barbara de inmediato fue tras él, pero todo en balde. Para cuándo pudo alcanzarlo este ya había cerrado por dentro la puerta.

—¡Toddy! ¡Toddy! —la mujer no dejó de golpetear un solo instante —no puedo dejarte así.

—¿Y es que acaso no tengo derecho a querer estar solo?

—Por favor —suplicó la pelirroja —creeme que esto me está partiendo el corazón más que a ti como nunca... Solo quiero saber qué mi hijo está bien.

En ese instante Barbara escuchó el seguro de la puerta botar y como esta poco a poco fue abriéndose, dejando ver al pequeño que, con el rostro bañado en llanto, tan solo la observó con una mirada cargada de una mezcla entre asombro, duda e incredulidad.

—¿Có... como... dijiste? —cuestionó el pequeño aún aferrado al pomo de su puerta.

—Que no me importa quien haya sido tu madre, para mi tú eres mi hijo.

...

Aquel mismo día los abogados de Bruce Wayne llegaron a su mansión. Los hermanos se reunieron bajo la zozobra del destino de Toddy. Barbara Gordon no dejó ni un segundo de arropar al menor en sus brazos.

—El juicio se llevará a cabo en tres días —afirmó Bruce, lo suficientemente alto para ser una orden directa, y también lo necesario para que Barbara, Damian, Tim y Toddy escuchasen.

El corazon del pequeño se rompía en mil pedazos en silencio entre las disputas a su nombre. Suplicaba que su padre regresara pronto, y esperaba que de alguna manera telepática fuera capaz de saber que le necesitaba ahora más que nunca.

—Jason tiene tres días para intentar convencer a Bruce de lo contrario. Una vez llevado a cabo el juicio, será imposible que pueda ganar la custodia. Lo tiene todo en contra.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 21, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Lo Mejor de mi, Jason ToddDonde viven las historias. Descúbrelo ahora