Exit music. {Natsukixprotagonista}

Capítulo 06. Acercamiento.

El suelo no era un lugar del todo cómodo, pero no me atrevía a mover un músculo. Si Sayori se despertaba, no sabría que hacer. No tenía certeza de poder calmarla de nuevo. Dios mío. Juro que verla así fue casi... casi... destructivo, Sayori, quien se estaba imponiendo — antes de ésta tragedia — a repartir sonrisas y energía de nuevo. Ahora está aquí entre mis brazos, totalmente destruida.

Mi mano se pasea con cuidado por los cabellos de Sayori. Temiendo ser muy brusca y despertarla. Se ve tan... tan tierna así, en una calma total, sin una sola lágrima más rodando por su rostro.

"¿Qué será de tu mente cuando estás sola?"

Le pregunté en un susurro. Pero, como sabía, ella no respondió.

Con todo el cuidado del mundo acaricié su mejilla con mi pulgar, y luego bajé de a poco... haciéndome de un camino invisible hasta... alejé mi mano con cuidado de sus labios.

¿En qué carajos estoy pensando?, Joder.

Sayori se removió incómoda, y se acercó un poco más a mi. Luego caí en cuenta de que debía tener frío. Inspeccioné varias veces en busca de algo para cubrirla que estuviese cerca.

Sayori volvió a remover se, pero esta vez, rodó hasta darme la espalda y casi no tocar me, me levanté con cuidado del suelo, y la miré, estaba echa bolita sobre el suelo, su cabello estaba un poco más largo, pero nada nuevo, — excepto por las bolsas oscuras que adornaban sus ojos —.

¿Y si la llevas hasta su cama?

No sería tan difícil, Sayori era pequeña y muy flaca, casi parecía caída en la anorexia. Mordí mi labio inferior. Debía cuidar de ella... debía...

¿Qué debes hacer?, No eres nada suyo.

Pensó una parte de mi cerebro.

Claro que lo soy, soy su amiga, y mientras sea su amiga la cuidaré. Ella se lo merece, merece que alguien esté ahí con ella, velando por su seguridad.

Sacudí mi cabeza de forma brusca, no te desvíes.

Con mucho cuidado, hice a su cuerpo rodar de modo que quedara sobre su espalda, con cuidado también pasé, mi brazo por la parte de atrás de sus rodillas y agarré se brazo para pasarlo por sobre mi cabeza, de forma que pude sostenerla de la espalda, y la levanté.

Tenía razón. No pesaba nada. Con todo el cuidado del mundo, caminé hasta la cama y la deposité allí. La cubrí con la sábana. Cuando quise salir mi mente no paraba de repetirme que debía hacer algo... me acerqué hasta su frente y deposité un beso en ella.

— Buenas noches. — susurré.

~x~

— ¡Vamos, no seas aburrida! — anime a Sayori mientras que me sacudía como pez fuera del agua, pero, ya mi avidez para que Sayori al menos soltara una maldita sonrisa era mayor a cualquier vergüenza ajena.

Sayori me miraba divertida, pero aún así no quería unirse. La música tampoco era la mejor, pero estábamos escuchando la radio ya que ninguna de las dos tenía las pelotas suficientes para salir y enfrentar la imagen de la calle. Aún no estábamos listas, y sabía, de antemano, que debía regresar a casa.

Pero no me iría sin ocuparme en su totalidad de Sayori. Necesitaba la seguridad de que, cuando abandone ésta casa, ella podrá mantenerse sobre sí misma.

— Nop, nai y no. — dijo mientras negaba también con su cabeza.

Sonreí con sorna. ¡Mierdas que aceptaría un no!.

— ¿Dijiste que sí? — respondí a su afirmación con un tono de: ¿Disculpa?, es que no te escuché. Su mirada adquirió un brillo de desesperación y diversión al mismo tiempo.

— No dejarás mis malditos ovarios en paz hasta que te diga que sí, ¿verdad? — sonreí como diciendo: ¡Qué bueno que lo comprendes!.

Sin embargo, contra todo lo que me imaginé, Sayori solo se encaminó — en un caminar lento y cansino _ hasta el reproductor y cambió la canción. Al escucharla con más atención, percibí la melodía de Perfect de Ed Sheeran en versión de remix. Aún así, la canción no sufría cambios drásticos, como de pasar de lo melódico a lo electrónico en un solo momento, era calmado y hermoso.

— Es hermoso... — susurré.

— Es una de las pocas cosas que logran calmarme. — caí en ese momento en cuenta de que sus ojos estaban cerrados. Y sólo parecía repasar la melodía en su cabeza. La dejé hacerlo sin insistencias con lo del baile.

A fin y al cabo, luego de unos minutos, y quizás siendo consciente de mi mirada, una tenue sonrisa tiró de sus comisuras hasta formar una sonrisa decente.
Sonreí como una especie de efecto espejo. Y sin poder evitarlo, con mis dedos sobre mis brazos cruzados, comencé a reproducir la melodía en golpecitos sobre el gersey salmón que ella me prestó.