Capítulo 11. Informe, Rodolfo.

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Mis ojos revolotean, un quejido sale de mi garganta, la luz me ha dejado casi ciega... Intento levantarme, pero algo en mi brazo me impide moverme con libertad. Algo en mi cara me molesta, me recuerda a cuando tenía crisis de asma y debía usar una inhalo-cámara. Me quedo quieta y me dedico a tener una vista moderada de mi entorno, el techo es de un blanco monótono y en las esquinas de éste hay algunas manchas de humedad.

Me remuevo un poco, inquieta. ¿Dónde carajos estoy?, Capto a mi lado derecho un sonido — en demasía — molesto. Giro con cuidado la cabeza hacia ese lado y... ¿Es un monitor...?, Agh...

¡Esa mierda que se usa en los hospitales, pues!.

Hospitales...

Me remuevo con más ganas, toco mi rostro para descubrir que una mascarilla me cubre la nariz y la boca...

¡¿RODOLFO, QUÉ ESTÁ PASANDO, COMPAÑERO?!

Me la quito con la mano que puedo mover, el letargo y dolor en el proceso son tantos que desistí un par de veces, es como si se me hubiese dormido. El aire del exterior me quema un poco las fosas nasales, pero no es algo que no pueda soportar. Palpo mi otro brazo con bastante esfuerzo y reconozco una intravenosa en él, con cuidado, la voy removiendo de mi piel, el dolor en el proceso es insoportable, pero aprieto los dientes y continúo. La sangre en la aguja me causa algo de impresión, pero la arrojo con descuido a un lado.

No quiero ver eso cerca.

Me remuevo y con bastante esfuerzo — e intentos fallidos — logro incorporarme en una posición sentada. Le echo un vistazo más profundo a mi entorno.

Una puerta, paredes blancas, otra cama de mi lado izquierdo, una ventana, un suelo de baldosa blanca pulida, otra puerta de aquel lado... O y otra de aquel otro... es una habitación pequeña, bastante... Simple, pero hay algo acogedor en ella.

Y el olor... Es como alcohol mezclado con un perfume de... ¿Manzana?, canela y algo que no reconozco. Es agradable.

Las sábanas de la cama a mi izquierda están arrugadas en un costado, alguien estuvo allí. Hay varios libros apilados sobre lo que creo es una mesa de noche, además de una figura de papel y un... ¿Papel? Doblado y depositado sobre la pila de libros.

Bien. Estoy en un hospital, la persona con la que comparto cuarto ha salido, no es un lugar que derroche hostilidad, sino lo opuesto.

Principal pregunta señores... ¿Cómo llegué aquí?.

Trato de mover un poco más las piernas, duele y se sienten algo pesadas, pero consigo algunos resultados. Me relamí los labios. Están secos, al igual que mi garganta.

Una puerta se abrió y una chica con el cabello hasta los hombros de color café claro y bastante baja vestida con un pantalón de pijama negro — holgadisímo — y un suéter melocotón con las palabras JUST DO IT en letras colorinches estampada al frente. Miraba el suelo, distraída y luego comenzó a hablar:

— Moní, Edgar me comentó que... — me miró y sus ojos se agrandaron muchísimo dejó el hilo de sus palabras en el aire y miró la mascarilla a mi lado y a mí, unas... ¿Doce veces? —... Oh mi Dios...

¡Y salió corriendo por la puerta que (según mi intuición) daba al pasillo!.

Informe, Rodolfo.

Estamos jodidos señorita Monika.

¿No podías hacer un informe más... positivo?

¿Y no lo estamos?

Joder, zi zierto.

Rodolfo, fuera.

¿Qué? Lo mínimo que puedo hacer en una situación así es ponerme a decir pavadas internamente, para aligerar los nervios y no terminar cómo psicótica.

***

La chica vuelve, después de unos cuantos minutos, pero no sola, una enfermera y una doctora entran como pedo a la habitación, la mujer de tez morena y ojos cafés me transmiten cierta paz, es como estar entre personas qué, de alguna forma, conozco desde hace ya tiempo.

Aunque no pueda recordar nada de ellas, sus rasgos son nuevos pero no sus voces. Las preguntas y revisiones no se hacen esperar, la enfermera me da un vaso de agua, no tardo en consumir el líquido por completo, como si no hubiese consumido agua en días.

— ¿Sabes dónde estás? — inquirió mientras revisaba mis oídos con una cosa rara.

— ¿En un hospital? — medio respondí. Sin embargo ella no afirmó nada, sólo soltó:

— ¿Sabes qué sucedió? — hizo un ademán para que girase el rostro y le permitiese ver mi otro oído.

— No. — respondí, mi voz era algo ronca y forzada. Me ardía la garganta en cada palabra.

— Tuviste un accidente. — respondió la chica que corrió en busca de las dos mujeres.

— ¿Un accidente?, No. — respondo a secas -. Estaba en casa de una amiga y... Y ella... Ella... — las imágenes de Sayori en el suelo y la sangre que le rodeaba el cuerpo, yo vomitando, sin fuerzas y...

Nada.

— ¿Cómo se llama tu amiga?

— Sayori. — respondo sin más.

Las dudas me llegan de golpe, las facciones de Sayori se me hacen confusas, se mezclan, como si estuviese armando un rompecabezas con facciones de otras personas hasta poder armar su rostro a la perfección.

Dudo del sonido de su voz, de las conversaciones. No puedo armar ninguna de ellas por completo. Es como haber despertado de un sueño y sentir la bruma de la realidad aún sobre mi cuerpo.

— ¿Puedes detallar el rostro de tu amiga?

— No. — susurro.

— ¿Y su voz?

— Un poco...

— ¿Es parecida a la de alguna de las personas que estamos aquí?

— No lo sé.

— Una a una van a decir alguna palabra y tú me dirás a quién se le parece más la voz.

— Hola, Moní. — su voz es bastante parecida, ¿Qué digo parecida?, ¡Es idéntica!.

— ¿Autobús?

— Dálmata.

— Es ella. — apunto a la chica que salió pitando de aquí y trajo a un séquito de desconocidas con ella.

Exit music. {Natsukixprotagonista}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora