Capítulo 08. Mi madre y sus poderes de predicción.

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— Estoy en casa de una amiga, mamá. — repetí. Mientras me restregaba el ojo derecho con el puño.

Quería sacarme el sueño que aún me quedaba de encima.

— Pásame con ella. — encaré las cejas y tomé una honda respiración. Dios, que ésta mujer es complicada. Quise soltar una risita, pero me abstuve.

Tapo el auricular del teléfono y luego llamo a Sayori. Su cara es de confusión absoluta.

— Mi madre quiere saber si es verdad que estoy contigo. — una sonrisa divertida tira de mis comisuras y Sayori frunce el ceño mientras murmura algo que no llego a oír —. ¿Podrías cubrirme y decir que estoy contigo cuando en realidad estoy en casa de mi amante? — bromeo y Sayori niega con la cabeza en un gesto de: estás loca.

— Pásame a tu mamá. — yo le paso el teléfono y entonces ella lo aleja un poco de su oreja —. ¿Hola? — pregunta —, Sí, soy yo. — encara las cejas en un gesto divertido —. Y es Sayori — le informa, porque al parecer los años de más le han afectado a mi madre cobrándose parte de su audición y vista.

Mientras ella habla la miró con atención, no me pierdo un detalle y me repito que debo lograr que coma un poco más, las clavículas se le marcan en terminaciones puntiagudas. Me encamino con rapidez a la cocina, reviso la alacena y la heladera con mucha rapidez, tratando de tomar una lista mental de lo que hay y lo que no.

Podrías hacer un guisado.

Asiento dándole el gusto bueno a mí pensamiento. Y cuando alguien toca mi hombro pego un salto estúpidamente corto y me doy vuelta, la pelirosa me mira con diversión pintada en la cara, solo que ya no lleva el teléfono en la oreja, me lo entrega, éste está apagado.

— Ya cortó. — murmuró, yo tomé el aparato entre mis dedos y lo guardé en el bolsillo de la falda que Sayori me prestó —. Habla bastante alto. — comenta con una sonrisita en la cara —. Pero es muy amable. — luego encara las cejas en un gesto divertido —. Te mandó un beso y dijo que te abriges y no andes descalza. — comentó mientras me miraba de arriba abajo.

Sí señores. Mi madre era adivina o algo por el estilo. Estaba con una falda — que me llegaba cuatro dedos por encima de las rodillas — y una camiseta de manga corta, y ¡Cómo no! Descalza. El rostro me ardió de vergüenza y murmuré una maldición. Sayori soltó una pequeña risa espontánea, tanto que me quedé de piedra mientras los ojos se le arrugaban a los costados y el sonido le abandonaba la garganta. Sonreí por acto reflejo. Ella aún con una sonrisa pintada en la cara, se sienta en la mesada tomando un poco de impulso.

— ¿Qué comeremos? — pregunta Sayori.

— Lo que quieras. — pronuncio aunque la idea del guisado aún me ronda la cabeza.

— ¿Y si comemos zapallitos rellenos? — pregunta y le brillan los ojitos.

— Bien. — ella sonríe satisfecha y luego dice:

— Yo te ayudo a prepararlos. — mencionó con una sonrisa.

Sentí como mi teléfono vibró en mi bolsillo. Mi ceño de frunció y saqué el aparato de mi bolsillo, miré a Sayori y dije:

— Debe ser mi madre pidiéndome... — y me voz se corta cuando veo el nombre que reza en letras blancas en el identificador. Mi respiración se va a pique, mi rostro pierde todo su color y mis ojos dejan caer lágrimas involuntarias; Sayori no para de preguntar preocupada qué sucede. Y yo no dejo de sollozar sin saber qué carajos responderle. Ella se acerca lo suficiente como para ver el nombre y yo, aún queriendo poder moverme, no nuevo un músculo, estoy paralizada. Todo el color abandona la cara de Sayori y traga duro cuando logra procesar el nombre que reza en el identificador:

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Exit music. {Natsukixprotagonista}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora