Capítulo 10. Más que mala suerte.

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Siempre creí en eso de “todo pasa por algo”, trataba de moldear la situación para que perdiera toda esa forma de aura negativa y tomara la forma que yo quisiera, pero en estos momentos, solo puedo creer que ésto es más que mala suerte. Debe ser alguna especie de advertencia o qué sé yo.

Nunca en mi vida me había enfrentado a una situación así, nunca me habían apuntado con un revólver a la cabeza. Tenía tanto miedo que ni siquiera podía gritar, no podía ni siquiera moverme un jodido centímetro. El sujeto retrocedió un paso, como si algo lo hubiese asustado, — por un momento la luz iluminó su rostro — miraba a mi atrás con horror fijo en la expresión el miedo me abandonó y una sensación de adormecimiento se me asentó en los huesos. Y por un momento su rostro me recordó a Natsuki... por un momento, vi sus ojos, sus ojitos azules, incrédulos y en un aterrador estado de negación.

Quise moverme, pero en cuanto la idea apenas se me vino a la cabeza, todo se nubló y algo pesado me impidió moverme.

De ahí en más, todo desapareció en una bruma que no duró más que unos segundos.

***

¿Saben lo raro de todo ésto?, Que aparecí en casa de Sayori. Así, sin más, solo vi la fachada de la casa delante de mí. Por un instante creí que fue una mala pasada de mi imaginación, hasta que palpé el bolsillo del pantalón que llevaba y sólo sentí un aparato en él. Susurré una maldición y pasé mi mano por mi cabello enredado, lo dejé cuando encontré el primer nudo y volví a repetir lo mismo. Solté un resoplido. Y luego reaccioné sin más en un impulso de “Aún no estás asalvo” dejé mi maldito cabello tranquilo y caminé a paso rápido hasta la casa de Sayori. Por primera vez, el color de las plantas del patio — de aquel color verde apagado y amarillento que daba a entender que estaba mal cuidado — me llenó de alivio y no de una mala sensación bajo la piel.

— ¡Sayori! — grité — y como una loca recién salida de un manicomio — toqué una y otra vez el timbre interrumpiendo la melodía que no logré identificar. Fijé mi vista en la puerta y de repente, cómo una especie de despertar de mi razón, procesé el echo de que todas las luces de la casa estaban apagadas. Paré de tocar el timbre. Mis labios se separaron por la sorpresa. No puede estar dormida...

La voz de Sayori recordándome antes de salir que siempre deja una llave bajo la única planta que es sintética — eso explica el color vivo de ésta —. Me maldigo internamente por tener la cabeza en la luna todo el tiempo y luego le quito la llave a la planta guardiana. Abro el portón y lo cierro tras de mí. A paso apurado y sin dejar de llamar a Sayori abro y cierro de un buen portazo. Esperando que en algún momento una alterada Sayori llegue desde algún sitio de la casa con los cabellos revueltos y grite: ¿¡Quién murió?!. Pero nada sucede.

Mis pasos se vuelven una carrera que está intentando ganar a mi corazón, éste último tomando la delantera.

Corro escaleras arriba, mi cuerpo tiembla tanto que mis piernas a penas pueden estabilizarse en cada escalón, siento cómo si de golpe fueran a fallarme las rodillas, la sensación de catástrofe me llena tanto el pecho que siento como si de verdad algo malo estuviese sucediendo.

Llego sorpresivamente en una pieza al cuarto de Sayori, mi estómago comenzó a dolerme por los nervios y la sensación de náuseas es demasiado fuerte — tanto que temo inclinarme un poco y vaciar el contenido de mi estómago de golpe —. Abro la puerta sin tocar y aún gritando — la voz me sale tan aguda y rota que mi garganta duele como el infierno cuando trato de mantenerla firme. Y es cuando la imagen de Sayori frente a mí se materializa — hasta ahora solo vagaba como una suposición — que siento mi garganta hacerse jirones y mi estómago da una vuelta de carro.

Me inclino sobre mí misma y el contenido de mi estómago es vaciado en la alfombra, el sabor amargo del vómito me quema la garganta y a pesar de que mi estómago se vacío de primera, arcadas dolorosas sacuden mi cuerpo. Sostengo mi abdomen por el dolor que se ha situado en él. Levanto la vista, el vómito aún recorre mi barbilla, sin embargo y con lo mareada que quedé, trato de trasladarme hasta donde Sayori yace. Es difícil, me siento demasiado débil, siento como todo se mueve y una caída se avecina. Los párpados me pesan. Las piernas apenas me dan treta para trasladarme.

No puedes, no me dejes.

Cuando el olor metálico me invade los sentidos y la piel pálida de Sayori contrasta en la semi oscuridad de la habitación.

“Parece que su sobrina ha tenido una mejoría significativa, su cuerpo ya responde a los estímulos a la mayoría de los estímulos...”

Exit music. {Natsukixprotagonista}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora