Prólogo

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Hace diez años

Caroline corrió con el señor Whiskers en sus bracitos a la habitación de su madre. Había un par de hombres a ambos lados de la puerta, pero al ver a la pequeña, inmediatamente se hicieron a un lado y la dejaron pasar.

—Mami—murmuró cautelosa entre la penumbra mientras se acercaba a la gran cama de un extremo—Enseñé al señor Whiskers a darme la patita—escuchó un débil murmullo que no pudo distinguir—Y me preguntaba si podríamos ver de nuevo Vaiana...

—Cielo—pudo sentir su sonrisa, aunque no podía verla. Su voz sonaba demasiado agotada y algo rasposa—Me encantaría, pero mami está muy cansada...¿Tal vez mañana?

Caroline frunció el ceño con disgusto. Su madre llevaba días en la cama descansando, no podía entender cómo seguía cansada. Hizo un mohín de enfado, que a cualquiera habría parecido adorable, y estrechó al señor Whiskers en sus bracitos.

—Pero yo quiero verla ahora—repuso con voz cantarina sintiendo sus ojitos cristalizarse.

—Cariño, te prometo que mañana veremos una película y...—comenzó a toser sin poder seguir. Caroline pegó un brinquito al sentir algo líquido impactar en su cara e instintivamente comenzó a retroceder.

—¿Mami?—la tos no cesaba, y la pequeña Caroline se asustaba más por momentos—Mami, por favor, háblame.

Sintió su pecho oprimirse, el aire le faltaba y su corazón latía desenfrenado. Las luces se encendieron y el pavor invadió su cuerpo. Su madre tenía un aspecto demasiado desastroso: la piel excesivamente pálida, se le marcaban los huesos y tenía un pañuelo cubriendo su cabeza. De sus labios asomaban pequeños rastros rojos, el mismo rastro que salpicaba parte de la cara de la pequeña Caroline.

Un hombre corrió a socorrer a la señora Forbes, mientras que el otro se encargó de sacar casi a rastras a Caroline, quien en esos momentos parecía una estatua con un cachorrito en sus brazos.

Lizz Forbes murió aquella noche, dejando a su hija devastada y a su marido al borde del abismo.

•••

Con cuidado se deslizó entre las callejuelas, atento a cualquier sonido o movimiento a su alrededor. Aquel día era el mejor de la semana, no podía fallar en su cometido.

Un delicioso olor entró por sus fosas nasales y le hizo cerrar los ojos por unos segundos. Visualizó su objetivo y se preparó para correr como nunca en su vida. Aprovechando un segundo de distracción del mercader, se apresuró a coger la cesta con los bollos y panes y recién horneados.

—¡Vuelve aquí, mocoso! ¡Maldito ladrón!—corrió entre la gente sin mirar atrás. Sabía que el mercader le perseguiría, pero si aguantaba unos segundos más escurriéndose entre la multitud y llegaba a su callejuela, estaría salvado.

Esquivó hábilmente a toda la gente sin soltar su preciada cesta, y sólo cuando estuvo en su rincón secreto y seguro, a salvo de cualquier transeúnte y mercader furioso, se permitió recobrar el aliento y sonreír ante su preciada adquisición.

—Klaus—se sobresaltó y agarró con fuerza la cesta—Calma, soy yo—suspiró aliviado al ver quién era y se acercó.

—Dios, me asustaste—tomó un bollo de la cesta y se lo dio.

—Lo siento—sonrió inocente y tomó el bollo agradecida. Ambos charlaron largo y tendido, y cuando cayó el anochecer se despidieron para ir a sus hogares.

Klaus suspiró al escuchar los gritos antes de entrar por la puerta y se mentalizó para la escena que sabía que vería.

—¡Dijiste que hoy lo tendrías!—se escuchó un golpe seco seguido del ruido de algo metálico estrellándose contra el suelo.

—Necesito tiempo—replicó con voz calmada—al entrar, Klaus tensó su mandíbula observando a ambos hombres. Nunca se acostumbraría a ver a su hermano lleno de heridas y suplicando por algo de clemencia para seguir teniendo techo—Sabes que te lo pagaré. Estoy seguro de que esta vez el negocio funcionará y podré pagarte todos los atrasos.

El hombre lo miró serio unos momentos y sacó un pañuelo para limpiarse su mano ensangrentada.

—Una semana. Si no tengo el dinero para entonces, podréis ir saludando a las ratas de la calle como compañeras de cama—salió tras echar una mirada de asco al lugar. Klaus dejó la cesta en una pequeña mesa y se acercó a su hermano tendiéndole un trapo.

—Gracias, Niklaus—se limpió con cuidado sus heridas y revisó el contenido de la cesta con gran aprobación.

—Dijiste que lo tenías controlado, Elijah—murmuró Klaus observándole. Su hermano tensó su mandíbula, un gesto característico de los Mikaelson, y se llevó un trozo de pan a la boca.

—Necesitaba ultimar los detalles, pero esta vez sí que sé de un negocio que nos sacará de la miseria.

Klaus suspiró y se limitó a escuchar atentamente el plan de su hermano. Tal vez al fin dieran con la clave para poder seguir viviendo sin temor a morir cada día.

En la actualidad

El señor Forbes ajustó su chaqueta mientras atravesaba las puertas del imponente edificio que esperaba que pudiera salvarle la vida, a él y a su hija.

Desde la muerte de su amada mujer, la situación en su hogar sólo había ido a peor. Caroline había cambiado radicalmente en aquellos años: se había vuelto más fría, caprichosa, cínica y no le permitía a nadie acercarse a su corazón. Si alguien osaba intentarlo, acababan hechos trizas.

Subió al último piso y esperó a que le dieran permiso para entrar en el despacho. No había querido recurrir a aquel hombre, sabía de su reputación y era lo último que quería para su hija, pero era su última baza, o perdería a su pequeña Caroline.

Al entrar, se sentó en uno de los cómodos sillones y se dispuso a contar toda su situación al hombre tras el escritorio, quien se limitó a observarle atento con una mano en su mentón.

—Caroline es peor que un potrillo salvaje—advirtió—Soy consciente de que te estoy pidiendo mucho, pero necesito poner fin a esto.

—Tranquilo, Bill—Klaus puso una mano en su hombro—Le haré conocer el significado de la palabra «esfuerzo» y podrás dormir en paz.

Bill asintió con una sonrisa de agradecimiento, ignorante de todo lo que había desencadenado con el simple hecho de meter a su hija a trabajar en Mikaelson’s Enterprises.



Booktrailer aquí arriba 👆👆

7u7 otra vez estamos aquí, esta historia la estamos escribiendo io y mi amada pauliialways10.

Sip, es con quien escribí triangulo rojo y espero que a esta le den el mismo apoyo ❤❤❤

Sin más, nos leemos pronto. Cambio y fuera 😘

Contrato con satanás. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora