Capítulo 1

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Dormía plácidamente con su cabello rubio todo alborotado. Dormía sonriendo entre sábanas de seda, tan suaves como su pálida piel. El sol entraba un poco entre las persianas que cubrían el grande balcón, y la música comenzó a sonar al llegar el reloj a las seis de la mañana.

Abrió sus ojos azules con un pequeño gruñido y se estiró adormilada. Parpadeó y una sonrisa poco sincera, más que nada una sonrisa por costumbre y malicia, apareció en su rostro aparentemente angelical. Se levantó y subió el volumen a aquella canción que tanto le gustaba, caminó a la ducha moviendo sus caderas y se dispuso a prepararse para otro día.

Al salir, enrolló una toalla en su delgado cuerpo, abrió su grande closet y una habitación llena de ropa y zapatos costosos se mostró ante ella. Podías encontrar ropa de cualquier color y estampados, bolsos, accesorios y cualquier cosa que pudieras imaginar. Hizo una mueca de fastidio. De entre tantas opciones, sólo podía llevar una. Tomó finalmente su falda negra, la blusa blanca de botones, las medias hasta las rodillas negras y sus botines.

—Maldito uniforme—hizo una gesto de hastío y subió más su falda, se hizo una coleta acomodando su cabellera rubia, se maquilló un poco y salió de su habitación con pasos elegantes.

—Señorita Caroline, su padre quiere hablar con usted…—se acercó a ella la mujer pelirroja que había trabajado desde siempre para ellos. 

—Dile que gracias, pero no—dijo sin levantar la vista de su móvil—¡Ah! Y, Flor, llévame un jugo de naranja con tostadas. Voy a desayunar en la terraza—caminó sin ver si quiera a su trabajadora. 

—Claro…—mantuvo su sonrisa de maniquí—Y me llamo Azucena—la pelirroja rodó los ojos cuando ella se fue y suspiró tomando paciencia

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—Claro…—mantuvo su sonrisa de maniquí—Y me llamo Azucena—la pelirroja rodó los ojos cuando ella se fue y suspiró tomando paciencia. Todos en esa casa estaban cansados de la hija del patrón. Hacía sus fiestas, los ignoraba mundialmente y ni siquiera era capaz llamarlos por sus nombres. Todos la odiaban, excepto alguien muy especial. 

La rubia entro a la cocina y besó sonoramente la mejilla de una mujer mayor que hacía su labor entre fogones.

—Mi niña—sonrió acentuando sus notables arrugas y la miró con adoración—Como siempre tan hermosa. 

—Lo sé, nana—Caroline le guiñó un ojo y tomó una manzana. 

—Oye, Caroline…Tu padre se enteró de tu fiestecita de ayer—la miró seria y la rubia hizo su característico puchero. 

—Era necesaria. Perdimos el partido y necesitábamos consuelo—sonrió inocente comiendo su fruta.

—¡¡Caroline!!—se escuchó el grito y la mujer calló mientras la aludida hacía una mueca caminando hacia la sala. 

—Buenos días también para ti, papi—sonrió tratando de verse angelical. 

—Llegué hoy en la mañana tras un exhaustivo viaje de negocios, ¿y qué me encuentro? Un desastre en mi casa, toda llena de vasos de plástico, condones en la biblioteca, en mi estudio y las paredes todas sucias—bramó molesto. 

—Ay, fue una pequeña reunión, papá. Relaja la raja.

—Ya no sé qué hacer contigo, Caroline. No puedes hacer lo que se te pegue en gana como si no hubiera consecuencias—Caroline rodó los ojos ante el discurso de siempre. 
—Dios, ¿sabes qué? Ya me voy, no tengo ganas de escuchar tu sermón—dijo la rubia y tomó su mochila, caminó y salió de su casa rumbo a la escuela.

•••

Caminó por la empresa con su estilo marcado, hasta con frialdad. Todos los empleados se enderezaron al verlo caminar hacia su oficina. Aquella secretaria que comía una manzana, al verlo acercarse, dejó su fruta irguiéndose en el asiento.

—Melanie, ¿algo urgente?—la vio y ella negó levemente, aún embobada con su profunda mirada.

—Oh, bueno, el señor Forbes lo espera en su oficina. Dijo que era urgente y lo dejé pasar—lo miró con cierto temor.

—Sabes que no me gusta que los dejes entrar a mi oficina si no estoy yo. Sólo porque es Forbes te la dejaré pasar—después de mirar las finas piernas de su secretaria, entró a su oficina y se fijó en el hombre sentado que esperaba con sus piernas cruzadas.

—Forbes—caminó a su escritorio y se sentó frente a él acomodando su chaqueta.

—Klaus Mikaelson…Como siempre, es un gusto verte—estrecharon sus manos en saludo y Klaus lo miró atento, esperando a que le contara ese problema tan urgente.

—Dime, Bill, ¿en qué puedo ayudarte?—Bill suspiró y miró algo acongojado al joven empresario. 

—Necesito que me ayudes con Caroline, mi hija...No sé qué más hacer con ella, es imposible tratarla. Ella era una niña dulce, responsable…Pero todo cambió cuando su madre murió. Ahora es alguien fría, irresponsable, parece que no le importa nada, cree que todo se hará con un chasquido de dedos. No quiero molestarte, pero no sé qué hacer—pasó su mano por su canoso pelo suspirando—No quiero perder a mi hija, Klaus—lo vio y Klaus se acomodó en su silla con semblante tranquilo.


—Vaya, un potrillo sin domar—lo miró examinándolo unos segundos y sopesando su respuesta—Te voy a ayudar, Bill, tranquilo. Le haré conocer la palabra esfuerzo. Tráela esta tarde, entre más pronto mejor—estrecharon sus manos cerrando aquel «trato» y Bill se fue con una pequeña esperanza. 

•••

POV Caroline

Me besaba con mi novio en el cuarto del conserje. Sentí una de sus manos en mi seno y la quité con una sonrisa de suficiencia.

—Hey, tranquilo...Primero toco yo—sonreí inocente y desabroché su pantalón, lo bajé y miré su amiguito. 

《Y decía que lo tenía grande》

Saqué mi celular y tomé una foto a su mini amiguito. 

—¿Qué haces...?—él se tapó frunciendo el ceño, pero yo ya tenía la foto y no necesitaba nada más. 

—Tomaba un recuerdito—sonreí y lo volví a besar. Él, como buen idiota, me siguió el beso sin dudar. Rodé los ojos aburrida besándolo y vi la gloria cuando sonó la campana.

—Ups, se acabaron las clases—acomodé mi blusa y mi cabello.

—¿Seguimos en tu casa?—lo vi y sonreí pareciendo una niña buena.

—Después, con más calma—salí del cuartito y caminé afuera revisando mi celular. 《No voy a perder mi virginidad con este idiota. Ni le llega a los nueve centímetros y se metió con mi “mejor amiga”》Mientras caminaba, subí su foto desde un perfil falso a Instagram. Lo etiqueté y escribí  «¿Con esto le dio a Gaby? Pobrecita, por eso ella tiene un dildo». Tecleé y la publiqué sonriendo victoriosa. 
《El que me la hace, me la paga》


Me puse labial y salí del instituto

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Me puse labial y salí del instituto. Vi el auto de papá extrañada. ¿Que hacía aquí? Me acerqué a sus gorilas, quienes abrieron la puerta del auto para mí. Subí y lo vi. 

—¿Y este milagro?—lo miré sorprendida. No venía por mí desde mis siete años. 

—Decidí que necesitas más atención de mi parte—respondió con simpleza—También por eso te conseguí un empleo—alcé una ceja al escucharlo.  

—¿Qué? No necesito un empleo, papá. 

—Necesitas disciplina, y si no quieres tenerla de mí, pues entonces la tendrás de tu jefe—lo miré sorprendida y algo asustada. 

—Ya quisieras, no voy a durar ni tres días. 

—Ya veremos. A la empresa Mikaelson—dijo a su chófer y me limité a mirar por la ventana.

•••

Caminé con mi padre por la grande empresa con aire malhumorado. Si esto era en serio, me encargaría de no durar aquí más de tres días.

Entramos a una oficina y miré la ancha espalda de un joven. Cuando se volteó a mirarnos, sentí mis piernas temblar. 
《Jesús bendito》

Lo miré tratando de contener mi baba y él me miró de vuelta antes de pasar a mi padre.

—¿Ella es tu hija?

—Sí, soy su hija—dije antes que mi padre y me miró de nuevo. Jesús, su mirada me mojaba demasiado. 

—Caroline, me han contado mucho de ti—se acercó a paso lento y lo miré tratando de ignorar el hormigueo en mi bajo vientre. Por más guapo y caliente que estuviera, yo no me iba a quedar aquí.

—Hjm...Yo no había oído nada de ti—lo miré mal y retadora.

—Bueno, ten por seguro que de ahora en adelante nos veremos mucho…—me sonrió mostrando sus hoyuelos, pero podía sentir cómo su mirada me quemaba. Yo a este tipo no le caía nada bien…Y parecía muy peligroso.

 Yo a este tipo no le caía nada bien…Y parecía muy peligroso

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