❝Capítulo IV❞

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CAPÍTULO IV - HABLEMOS EN PRIVADO

   Nevra había despertado hacía pocos minutos, acostumbrado ya a la luz del sol que entraba por su ventana, sin embargo, se negaba a levantarse de su cama. Se sentía bien estar acostado, rodeado por las sábanas, con Shaitán a sus pies. Él vampiro no olvidaba que dormía con alguien más, pero extrañamente, eso no le incomodaba; él era alguien que detestaba compartir su cama, aunque fuese con una mujer, Nevra prefería que nadie se sentara o acostara en su cama estando él también ahí. Pues el aroma y el calor corporal del tercero se quedaba impregnado en las sábanas y colchón.

Él olor del Daemon, sí ignoraba que pertenecía a un traidor, grosero y irritante, no era desagradable. Y el calor que emitía su cuerpo ciertamente, aunque odiara admitirlo, lo había acunado en la noche, junto al canto de los grillos.

Miraba el techo, con su ojo entre cerrado y su cabello negro cubriendo la cicatriz de su ojo faltante, cuando empezó a sentirse incómodo o más bien cansado, de esa posición, se giró a la izquierda. Haciendo que su cabello negro se moviera y dejara caer en la almohada, permitiendo ver los inicios de unos zarpazos rojos en su mejilla, más sin dejar ver completamente su herida. Su ojo gris chocó con Leiftan, aunque este estuviera aún durmiendo.

Sus pestañas eran tupidas, chocando con sus mejillas cuando respiraba. Una respiración tranquila, sosegada, y debajo de sus ojos se notaban algunas marcas de hinchazón. Como sí, de haber llorado tanto en algún momento de su vida, las marcas del llanto se hubiesen ceñido a sus facciones. Su cabello negro y rubio se mezclaba, dejándose caer en la almohada. Nevra apretó los labios, recordando los sucesos de anoche.

—Te arrancaré la lengua.

—Te llevaré al cielo antes de que aprietes la mandíbula.

Arrugó el ceño, gruñendo por lo bajo. Sus mejillas se habían colorado y su corazón parecía pretender acelerarse como para correr un maratón. ¿Por qué había dicho eso? Jamás tocaría ni con un palo a ese sujeto. Observó con atención sus facciones, era cierto, lo recordaba; las chicas de la guardia siempre decían lo guapo que era. ¿Y eso qué? Ese recipiente estaba vacío, Leiftan era una mala persona.

Aunque, ¿Qué se interpretaba cómo malo? ¿Será qué era una cuestión de un punto de vista? Odiaba las madrugadas como aquellas, su subconsciente parecía querer convertirse en un filósofo y sin duda; no le salía.

— ¿Cuánto tiempo planeas seguirme viendo? —Nevra se sorprendió, abriendo sus ojos con sorpresa, mientras Leiftan abría con tranquilidad sus ojos, rodeados por una oscuridad tan profunda como un pozo, y una luz verde por iris.

— ¿Quién podría verte? —alzó una ceja, fingiendo desinterés. Más sin moverse de su posición.

Nevra notó, en el rabillo de los ojos de Leiftan, como se arrugaba su piel. ¿Una sonrisa sincera, quizás? Deshecho esa idea de inmediato.

—No lo sé, tú dime, tú eres él que me estaba viendo mientras dormía. —contraatacó.

—No sé de qué hablas. —apartó la mirada. Leiftan desvío su mirada a los zarpazos en el lado izquierdo de Nevra, detallando las heridas con suma atención.

— ¿Cuándo falta para que me quiten esta mierda de bozal? —se reincorporó en la cama, parecía como sí, alrededor de Leiftan, hubiese un gigantesco muro siempre.

—Hoy creo, luego de la revisión de rutina con Eweleïn —respondió Nevra, mirando la espalda de Leiftan. Con las cuatro alas negras como la noche, no podía mentir; le recordaban a las hermosas alas de los cuervos, aquellos de los del mundo humano. Un impulso vino a su mente, alzando su mano y deteniéndola en el aire. ¿Q ué diablos iba hacer? ¿Acariciarlas? Sacudió su cabeza, levantándose de la cama.

❝ Domando A Una Bestia ❞ || Leiftan X Nevra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora