Kazoku

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Por fin después de mucho tiempo regresó a atender a mi bebé.

Capitulo dedicado a Yani Anderson -inserte emoji corazón-

Quiero que sepan que este es un regreso a continuar esta historia, porque no la he abandonado.

¡Sin más por el momento a leer!

Kazoku

III

Habían pasado tres días desde que la pequeña niña había entrado al palacio, no quería comer y su falta del habla era un gran impedimento para poder comunicarse con ella.

Sesshomaru había tenido los días muy ocupados y no había podido ir a visitar a la pequeña desde que regresaron al palacio, pues su abuelo lo tenía más que ocupado con la enseñanza de las verdaderas artes en la espada, a pesar de que ya era muy bueno en el manejo del sable para su abuelo aún carecía de gracia.

Para su abuelo era desconocido el futuro del que venía Sesshomaru, asumiendo así que todo estaría completamente igual a su presente.

En varios de sus entrenamientos le había tocado coincidir con los de la sacerdotisa, que resultaba ser una mujer capaz de luchar con cualquier arma que tomara, a eso sumándole que sus poderes sagrados se fusionaban con sus armas haciéndola más letal.

Su abuelo lo había descubierto esa tarde mirando a la sacerdotisa con gran adoración, y lo había enojado el ser descubierto. La mujer aún no se daba cuenta del caos que causaba en él y estaba convencido a que nunca lo lograría averiguar.

Esa tarde después de los entrenamientos decidió tomar un baño para por fin ir a visitar a la pequeña que había regresado a la vida, tenía idea de conocerla, algo le gritaba que la conocía de algún lado pero por más que intentaba recordar no daba con quien era.

Y así como planeo se duchó y cuando se estaba vistiendo las puertas de su habitación fueron abiertas sin preguntar, encontrándolo completamente desnudo.

Lo siguiente que se escuchó en el palacio fue el fuerte grito proveniente de la sacerdotisa.

— ¡Aaah ! —Su rostro estaba completamente rojo—, perdóname. –se llevó las manos al rostro con la intención de tapar sus ojos.

— Solo a ti se te ocurre entrar en habitaciones ajenas y sin preguntar antes. –reprendió la acción de la chica.

─ ¡No creí que fueras a estar así! –respondió en su defensa.

Él continuó vistiéndose, ignorando que la chica seguía ahí. Ya con unos pantaloncillos puestos se aproximó a la mujer.

─ Mujeres, siempre hacen un escándalo cuando ven a un hombre. –le dijo mientras tomaba sus pequeñas manos entre sus garras y las apartaba de su rosto haciendo que ella lo mirara automáticamente.

─ De verdad lo siento, no era mi intención, ya te lo dije. –respondió con enojo.

─ ¿Qué es lo que quieres? –preguntó dándose la media vuelta y caminando de regreso al enorme armario.

Kagome lo miro con extrañeza, era distinto a los yōkais que habitaban ahí, eso le daba demasiada curiosidad, y necesitaba respuestas.

─ ¿Has ido a ver a la pequeña?

─ Eso no te incumbe.

─ Sí lo hace, ella habita la casa que yo habito, por ende es parte de mi manada. –contesto cruzándose de brazos haciendo un mohín mientras lo observaba.

Mi Vida es TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora