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            Era muy temprano, una luz caliente y agradable inundó la habitación y tras un pequeño momento de reflexión abrí los ojos, algo extraño había en la mesa, parecía un antiguo tomo de la biblioteca, tenía la mente bastante borrosa de lo que sucedió anoche, me estire y pensé en lo que podría hacer ese día,, di unos pasos pero tuve que sostenerme con la pared, aun no me había recuperado del todo, conseguí llegar hasta la mesa y me senté en la silla, el tomo no tenía ningún título, lo cogí, era más pesado de lo que podría haber imaginado, según parecía, era un libro bastante antiguo, con un olor peculiar, sus páginas tenían un tacto extraño, eran rugosas pero suaves a la vez, no sabía de donde podía haber salido aquel libro, puede ser que simplemente olvidara guardarlo.

Una rama golpeaba la ventana de mi habitación, el despertar de hoy no fue tan agradable como el de ayer, me dolía la cabeza, me había pasado toda la noche escuchando esa maldita rama golpeando mi ventana, odiaba con todas mis fuerza ese maldito árbol y el viento y juntos eran como el infierno mismo, el libro seguía en el sitio donde lo había dejado, estaba encima de la mesa, pase la mirada por toda la habitación, todo parecía correcto pero notaba como si algo estuviera mal, me levante y me desperece, entré al vestidor para ponerme algo más decente que el pijama, al salir empuje suavemente la puerta de este, me pare en seco, en ningún momento de la mañana había abierto es puerta y el día anterior me lo había pasado entero en pijama, todo esto empezaba a ponerse feo, pero antes de pensar necesitaba desayunar algo. Ya en la cocina encendí los fogones y me freí un par de huevos, cogí un vaso para ponerme un poco de zumo pero al cogerlo me hice un corte en el dedo meñique de la mano, me subí a la silla para ver que me había hecho el corte, había un vaso roto, no recordaba haber roto un vaso durante mis últimos cinco años, era imposible que lo hubiera roto yo.

Me encontraba entre asustada y preocupada, algo estaba pasando y no sabía que era, pensé en el casero, un hombre viejo veterano de guerra al que le faltaba una mano, podía ser que aquel hombre me observase por las noches, podía ser que me estuviese acosando, creo que nunca me había visto envuelta en una cosa como esta y lo que más miedo me daba, dos días seguidos.

Lunes, primer día de la semana, el fin de semana había sido muy extraño y aún estaba un poco alterada por ello pero no dejé que me afectara. Después de vestirme para la oficina y coger mi bolso y las carpetas, salí de casa. Fuera estaba lloviendo así que como pude abrí el paraguas y me dirigí a la estación de tren. El edificio donde se encontraba la oficina era antiguo, en sus tres primeras plantas se encontraba una gran biblioteca y en la cuarta estaba la editorial donde trabajaba de editora seleccionando que libros publicar.

-¡Buenos días Violet!- Salude a mi secretaria mientras esta me ayudaba con las carpetas de manuscritos que llevaba en la mano.

-Han dejado una cosa para ti.- Me informó mientras me quitaba el abrigo y lo dejaba en el perchero. Me senté detrás del escritorio de caoba y vi que era eso que me habían traído. Un libro igual al que estaba en la mesa de mi habitación pero en el lomo indicaba que era el segundo tomo. Lo metí en una bolsa, lo deje en el colgador y comencé a leer y marcar el último manuscrito que me habían entregado. Por fin llegó la hora de comer y como siempre bajé a la terraza de la biblioteca para comer y a la vez ojear el misterioso segundo tomo. A diferencia del otro, que olía a corteza de pino, este olía a espuma de mar. En la cubierta, aunque desgastada, se podía ver un patrón geométrico. Al abrirlo lo encontré vacío, todas las páginas en blanco.

Fue una semana con mucho trabajo, pero había llegado, por fin, el fin de semana, podría pasar una noche como dios manda. Llegué a casa y me tumbe en la cama, miré hacia la mesa y me puse a examinar los tomos que había ido encontrando. Eran igual de gruesos, a simple vista parecían exactamente iguales, las portadas eran iguales a excepción de los números uno y dos en forma romana que figuraban en ellas. Cubiertos de piel, los lomos eran un tanto más extraños, parecía como si tuvieran cortes o punzadas, pensé que eran marcas de fabricación, al haber unido las páginas a la cubierta. No le di más importancia y, simplemente, acabé durmiéndome con toda la ropa, incluso lo zapatos puestos.

SincerelyWhere stories live. Discover now