"El amor es fuego que quema sin ser visto"
Luis Vaz de CamõesCasey entró al salón y todas las miradas se posaron sobre ella, ella desvió su vista hasta la ventana e ignoró a todos. Caminó con paso decidido sin bajar la cabeza de lo avergonzada que estaba, esa es la imagen que tenían de ella y que debía mantener, la de una chica segura de sí misma. Tiró con sobrada agresividad su mochila sobre la mesa y se sentó en la silla con las piernas abiertas, como un chico. Algunos se quedaron viendola, pero en cuanto ella los miró hicieron como que había algo muy interesante en la pared que estaba a su lado.
Esa mañana estaba nerviosa. Siempre lo estaba, pero esa mañana más de lo normal.
Cuando despertó aún no salía el sol y ya hacía calor, y aún así se puso un suéter holgado. En la escuela hacía más calor que en su casa, allí no había aire acondicionado y en cualquier momento sentiría como el calor comenzaría a darle golpes en la nuca y en el rostro.Sus compañeros guardaron silencio cuando el profesor entró al salón. Detrás de él venía ese chico que siempre llegaba atrasado. El chico corrió sigilosamente hasta su puesto, que quedaba frente al de Casey, y se sentó antes de que el profesor comenzara la clase.
El nerviosismo aumentó cuando Casey observó que las demás chicas iban con camisetas manga corta, dejando al descubierto sus brazos y su piel libre de marcas o rasguños.
"No pienses en eso, manten la calma. Sólo no pienses en eso" se dijo a sí misma.Inconscientemente se llevó la mano a su antebrazo izquierdo, de allí descendió hasta su muñeca y bajó más la manga de su suéter.
No sabía cuanto duraría la clase, era matemáticas. A Casey le gustaban porque eran lógicas y exactas y siempre daban una respuesta correcta, a veces deseaba que la vida fuera como las matemáticas: si había un problema se podía solucionar con una fórmula. Pero no era así, todo era complicado como su clase de lengua donde debían interpretar textos y poemas que hablaban de mil cosas a la vez. Casey no los enendía.
El timbre sonó y el rechinar de las sillas despertó a Casey de su preocupación. Recogió sus cosas y a medida que daba un paso los demás se alejaban hasta salir al pasillo.
El chico atrasado estaba ordenando unos apuntes, llevaba una gorra como la que ocupaban sus amigos. Ella pensó que era curioso, ya que era verano y seguro que eso le provocaba un calor insoportable en la cabeza, a diferencia de ella que debía ocultarse bajo un suéter.
Ella no podía pasar, el chico estaba en la pasada y seguía ordenando sus apuntes.
-Me harías el honor de moverte, necesito llegar a mi otra clase -le espetó Casey. El chico se volteó y la miró, pero no como lo hacían los demás con cierto odio y temor, sino con un gran signo de interrogación en la cara.
-¿Disculpa?
-Que te muevas -le repitió. Nunca se había detenido a mirar al chico atrasado, en parte porque tenía otros asuntos en los que pensar y porque no le interesaba. Pero lo tenía a unos centímetros en ese momento y no pudo evitar fijarse en sus ojos y en su sonrisa. Era agradable y a la vez adorable.
-Se pide permiso, creo que si hubises tenido un poco de modales tal vez te hubiera escuchado la primera vez -le respondió él de repente. Casey se tragó las palabras, nadie le había contestado jamás en su vida, todos se apartaban temerosos y se sumían a sus órdenes.
-Eso es para perdedores.
-Es para humanos -por segunda vez el chico le contestó. Estaba impresionada.
Si cualquiera de sus compañeros hubises estado allí, habría golpeado al chico hasta que la nariz le sangrara, pero no había nadie, ni siquiera el profesor. Por el contrario, se quedó quieta debatiéndose mentalmente que hacer porque era obvio que este chico no se dejaría intimidar.