"La muerte solo puede causar pavor a quien no sabe llenar el tiempo que le es dado para vivir".
Viktor Frankl
—¿Tú no cantas? —le preguntó Niall a Casey en la clase de música del miércoles.
Casey se mordió el labio y bajó la mirada. No quería mentirle a Niall, pero era mejor que él no se enterara de muchas cosas acerca de su vida.
—No. En realidad, no me gusta porque canto mal —decía la verdad, en parte. Cantaba mal, eso lo sabía, pero sí le gustaba. Aunque había dejado de hacerlo una vez que “él” murió.
—No lo creo. Seguro tienes una hermosa voz —protestó Niall.
—No confíes demasiado…—le dijo Casey.
Niall estaba muy nervioso. Ayer había decidido, con el apoyo y consentimiento de Harry, Zayn y Louis, que invitaría a Casey al baile. Era difícil imaginarla con un vestido, maquillaje que no fuera delineador negro y peinada y coqueta. Él no pedía eso, sólo deseaba que ella aceptara para divertirse esa noche y pasar un momento agradable junto a ella y sus amigos.
Pero una vez frente a ella, todas las ideas que había pensado y las formas que había ensayado para invitarla, desaparecieron. Su mente estaba en blanco y lo único que se le ocurrió fue decir algo sobre el canto.
De pronto, una lucecilla comenzó a revolotear de rincón en rincón dentro de su cabeza. Era algo arriesgado, alocado y disparatado y tenía claro que a Casey no le iba a agradar.
Lo iba a hacer, era ahora o nunca.
Niall se levantó de su silla ante la mirada confundida de Casey. Al igual que la vez anterior, los ojos de sus compañeros le siguieron, observando cada movimiento que hacía. Eso aún incomodaba a Niall.
—Niall, ¿qué haces? —le preguntó Casey cuando vio que él volvía sosteniendo una guitarra entre las manos. La había sacado del montón que se apilaba en fila en un rincón de la sala.
El maestro de música había faltado ese día, así que tenían la hora libre. Algunos chicos conversaban, chismeaban o hacían deberes atrasados. Como a Niall le comían los nervios, se le ocurrió que la mejor forma de pedírselo era haciendo algo que le relajara. Y tocar la guitarra era algo que le despejaba la mente y que unía las palabras con sus sentimientos.
Casey, horrorizada ante lo que Niall haría, abrió los ojos y balbuceó incoherencias. No podía dejar que Niall tocara la guitarra, le recordaría a “él” más de lo debido.
Niall acomodó la silla para quedar frente a ella y tocó el primer acorde. Era una melodía bella y lenta, los demás que escuchaban coincidían que era romántica pero melancólica.
Para Casey era parecida al vómito. O eso era lo que quería hacer cuando el rubio comenzó a cantar, soltando palabras y frases que componían una de las canciones más hermosas que haya escuchado.
Todo estaba en silencio, sólo se oía la voz de Niall y el suave rasgado de la guitarra.
Sin que nadie lo viera venir, la letra cambió:
—…Y sus ojos que enternecen, hasta al más azul océano; su sonrisa ilumina hasta al corazón más desolado…Casey Whitmore ¿me acompañaría al baile? Sólo di que sí y te diré que te…
“Que te amo…” Continuaba la canción, aunque Niall no se atrevió a decir la última frase porque sonaría mal. Rimaba a la perfección, pero hace tres días que le había dirigido la palabra a Casey y decir algo tan importante haría que ella se enojara y le arrojara la guitarra contra la cabeza.