VII

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"Me es deliciosa un poco de locura cuando recobro a un amigo"

Quinto Horacio Flaco

—¿Quién anda allí? —preguntó Casey, con el corazón latiéndole a una velocidad alarmante. Había escuchado a alguien, estaba segura. Aunque era imposible porque cuando se volteó para ver quien le había hablado, se encontró con la soledad que inundaba al parque a esas horas.

Habría jurado que escuchó una voz que le respondió. Sin embargo, lo más raro fueron las palabras que oyó.

“En realidad, no tanto…”

Fue como si comentara sobre lo que ella pensó y eso era imposible.

“Me estoy volviendo loca” Se dijo a si misma, en un intento por controlarse.

Nadie respondió. Sólo había sido su imaginación.

Suspiró cansada y se preguntó donde dormiría. La calle no era segura, podían asaltarla o incluso hacerle algo peor.

Decidió quedarse despierta hasta que el sol saliera para regresar a su casa, su madre salía a trabajar a las nueve. No tenía pensado ir a la escuela, tenía muchas cosas que hacer sin mencionar que no quería ver a Niall o a alguno de sus amigos.

Primero, quitaría las sábanas en la que se revolcó su madre con ese extraño, las juntaría con el cd que pusieron y lo quemaría todo en el jardín. Borraría toda evidencia y recuerdo de esta noche. Segundo, se refugiaría todo el día en el cementerio. Y por último, en la tarde reprimiría todos los deseos suicidas que volaban por su mente. Porque no era la primera vez que se le ocurría hacer lo mismo que Liam para evadir los problemas, la diferencia estaba en que entre ellos, Liam siempre la consideró la más fuerte, y no iba a arruinar la imagen que su amigo se había formado. No lo decepcionaría.

—De eso estoy seguro…

Casey gritó. La voz era de verdad, no la había imaginado. 

La escuchó fuerte y clara, como si alguien estuviera a su lado y mantuviera una conversación con ella. Se dijo que no era buena idea seguir allí, tal vez hubiera alguien escondido o fuera algún borracho gastándole una broma. 

Caminó unas cuadras más y encontró una cabina telefónica. Revisó los bolsillos de su mochila y encontró unas monedas que le servirían.

Se sentía a gusto caminando sola, era como si nadie más existiera salvo ella.

Entró a la cabina y la pequeña pantalla del teléfono que marcaba los minutos de la llamada daba la hora. Eran las tres y media de la madrugada.

Casey pensó que sería imprudente llamar a esa hora, pero de todas formas se arriesgó.

Echó las monedas y esperó. Después de unos segundos escuchando el pitido del teléfono, contestaron.

—¿Quién es? —escuchó al otro lado de la línea. La voz de su padre sonaba dormida y cansada.

—Soy Casey.

—Cariño, ¿qué haces llamando a esta hora? Deberías estar durmiendo.

—Sí, lo sé. Pero me sentía sola y me dieron ganas de hablar contigo —con la única persona que Casey era dulce y utilizaba un tono de voz agradable era con su padre.

—Bueno, de qué me quieres hablar.

—¿Cuándo vendrás a visitarme? —Casey prefirió abarcar un tema más trivial, no quería preocupar a su padre diciéndole que lo llamaba desde un teléfono público porque su madre no la dejaba entrar a la casa.

I Love You {Casey Whitmore}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora