Capítulo 2

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Capítulo 2 ( autora Virginia Camacho)

Que pienses en mí, ese es mi propósito. Con sonrisas o con ceños, entre gritos o sollozos Y llegar a tu corazón como un canto silencioso, Pero en tu mente nunca, nunca ser un anónimo.

Candy llegó a su casa aún con la furia palpitando en sus sienes. Encontró a su madre dándole órdenes al servicio para que bajaran algunos cuadros familiares y fotografías de la sala principal.

—No lo bajes —le pidió ella cuando entre dos hombres hacían bajar un cuadro de los tres, William, Lucile y Candy de niña, la familia que en un tiempo fue feliz. Lucile la miró con una sonrisa incómoda.

—Cariño. Dudo mucho que a los nuevos dueños les guste tener el cuadro de otra familia en su sala.

—No habrá nuevo dueño. Esta casa seguirá siendo tuya —Lucile la miró confundida—. Me casaré con Terry mamá —le dijo—. Lo decidí anoche. Acabo de hablar con él, y...

—Oh, Dios. ¡Pero tú lo odias! —exclamó Lucile acercándose a ella y tomándole la mano—. No, no hagas esto. Dijiste que no soportabas estar con él. Va a ser un infierno para ti—. Candy se mordió los labios y trato de forzar una sonrisa, pero no pudo.

—Mamá, lo voy a hacer, de todos modos. —Pero y... ¿tu novio? ¿Y Sean?

—Sean me dejó —contestó Candy con voz grave—. En cuanto se dio cuenta de que ahora soy pobre, tomó un avión a Europa y dio por terminada nuestra relación.

—No es posible —Lucile buscó el sillón más próximo y se sentó en él, mirando a su hija con mucho dolor en sus ojos—. Ese... desgraciado—. Candy sonrió, y se sentó a sus pies secándose una lágrima que, inevitablemente, había brotado.

—Ya no hay impedimentos para aceptar la propuesta de los GrandChester. -Lucile la miró con una objeción en sus ojos, pero Candy siguió—. Ya se detuvo el embargo. Ya se habló con las personas involucradas en todo esto.

— ¿Vienes de hablar con él?

—Sí. A pesar de lo que parece, es una persona bastante... Se puede hablar con él, quiero decir.

—Pero no te gusta.

—Bueno, apenas lo conozco, y yo...

—Todavía te duele el corazón por lo de Sean—. Candy soltó un sollozo y enterró su cabeza en el regazo de su madre y empezó a contarle lo que había descubierto anoche, el mensaje que había recibido de él y las palabras de sus padres. Todavía le dolía al pensarlo, le dolía el engaño, la burla, la poca decencia de su novio de un año que ni siquiera le terminó personalmente, la cobardía con la que se había ido.

—No entiendo —le dijo a su mamá—. De verdad, que no entiendo. Todo parecía tan... perfecto.

—Debe ser que en verdad no era perfecto.

— ¿Cómo que no? ¡pensé que me amaba!

—Pero acabas de comprobar que no era así.

—Ay, mamá, lo que necesito es que me consueles, ¿sabes? —Lucile sonrió y metió sus dedos en el cabello rubio de su hija acariciándolo suavemente.

—La verdad siempre es dolorosa, pero debes comprender que ha sido lo mejor que te podía ocurrir.

— ¿Cómo puede ser esto lo mejor que me podía ocurrir?

—Porque habría sido una desgracia que te dieras cuenta de su verdadera personalidad cuando ya no hubiese vuelta atrás, cuando ya estuvieras casada, cuando ya fuera demasiado tarde. En cambio, ahora te has salvado de un interesado, de entregarle tu vida a un hombre sin valor. Ni te imaginas lo que las personas son capaces de hacer por dinero—. Candy suspiró apoyando la mejilla en las piernas de Lucile, que seguía acariciándole el cabello.

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