Segunda parte. Capítulo 11

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No te estoy mirando, no. Mis ojos no te buscan, mis pensamientos no te siguen. Mi corazón muerto no se agita. No hay ansias, curiosidad, ni emoción...

Una mañana de invierno, Robert llegó a su despacho, que ahora estaba en las oficinas de White Industries porque eran más amplias, modernas y centrales, y se dio cuenta de que su sempiterno secretario, Walters, no estaba. Nunca, nunca, Walters había faltado al trabajo. Nunca le daba gripe, nunca le dolía una articulación, ni un hueso. No se quejaba del frío ni del calor. No se quejaba si caminaba mucho, o si estaba mucho tiempo sentado. Era el secretario perfecto anticipándose siempre a sus órdenes. Pero hoy no estaba, y él sabía que era un día importante. Miró en derredor, pero el pasillo estaba solo. Como a él le molestaba el ruido de los pasillos, éste en particular estaba despejado. Caminó hasta llegar al escritorio de la secretaria de Terry, y con el ceño fruncido, le preguntó:

— ¿Dónde está Walters? —la mujer lo miró un poco boquiabierta, como si él le hubiese hablado en otro idioma—. ¡Dónde diablos está Walters! —preguntó otra vez, y Terry salió de la oficina.

—No... no lo sé, señor —contestó la secretaria— ¿No está en su escritorio?

— ¿De qué tienes hecho el cerebro? ¿Crees que si estuviera en su lugar de siempre vendría aquí a preguntar por él?

—Lo... lo siento.

— ¿Qué te hace gritar tan temprano en la mañana? —se quejó Terry al ver cómo su hermano trataba a su secretaria.

—Walters no está. ¿Lo tienes ocupado haciendo algo para ti?

— ¿Yo, ocupar tu mano derecha? ¿Soy suicida, acaso?

— ¿Entonces por qué no está en su sitio?

— ¿Has probado llamarlo?, ¿preguntarle qué sucede?

—No, Robert no había considerado llamarlo primero, así que, en silencio, avanzó hacia su propia oficina, tomó su teléfono y marcó su número. Luego del brusco saludo, pues al parecer quien contestó la llamada fue la esposa, Robert se quedó en silencio por largo rato escuchando lo que su interlocutor decía. Su mirada se oscureció, y Terry, que lo había seguido, empezó a preocuparse en serio.

¿Pasa algo malo con Walters? —Robert asintió.

—Está enfermo.

— ¿Qué? ¿No es una broma? —Walters...

—contestó Robert en voz baja— está internado en una clínica.

—Oh, diablos —exclamó Terry, de verdad consternado—. Ahora recuerdo que estaba sintiéndose mal la semana pasada.

—A mí no me dijo nada —se quejó Robert.

—A ti no se te puede decir nada. ¿Es grave? —Robert miró a su hermano con dureza por sus últimas palabras, pero igual contestó: —Sus riñones... parece que, si sigue mal, necesitará un trasplante.

—Eso es terrible.

—Por supuesto que es terrible... ¡Estoy sin secretario! —Terry frunció el ceño.

— ¿Eso es lo que te preocupa? Y yo pensando que mi hermano era un ser humano.

— ¡Mi oficina será un caos sin Walters!

—Y él está luchando por su vida en una clínica. Eso pesa más.

—Tiene que recuperarse pronto. Diablos, ¿cómo consigo un riñón?

—Estás delirando. Walters, además de un riñón nuevo, necesita descanso. ¿O acaso crees que luego de que consiga recuperarse, volverá a ti como si nada? ¿Cuántos años tiene ese pobre hombre?

CORAZÓN con etiqueta 🖤🔖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora