Parte 24

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7 de diciembre de 2018

A mis queridos lectores:

Esta historia empezó siendo uno de mis borradores que no pensaban ver la luz, escrito por allá en el 2013... Con el tiempo, decidí retomarlo, y poco a poco, me llevó a lo que tenemos hoy en día, una larga historia de 24 capítulos (más de 400 páginas en word) y muchos sentimientos plasmados en cada uno de sus párrafos, no solo de los personajes de la historia, sino también míos...

He de ser sincera y decir que había momentos en lo que no quería continuar, pero siempre llegaba a mi mente lo que les decía "así me tome tres años, terminaré esta historia"...

Pues bien, la promesa se ha cumplido y aquí tienen el capítulo final de "Reasons to love" dedicado a todas mis hermosas razones para escribir: ustedes.

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Haré una pausa en esta carta, y les dejaré leer el capítulo. Nos vemos al final. 

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XXIV

     Los nudos en las gargantas se tensaron, algunos sollozos se detuvieron y la mezcla de dolor, tristeza, ira y, aunque pareciera extraño, alivio y felicidad, invadieron a todos y a cada uno de los presentes, cuando el patriarca de la familia terminó de leer la carta de Karin.

En algún momento del pasado, todos creyeron saber y tener claras las intenciones de Karin al alejarse de la familia sin mirar atrás. No obstante, sus palabras abrieron los ojos a una nueva verdad que ninguno pudo imaginar. Una verdad que estuvo frente a ellos por un largo tiempo, antes de que finalmente se revelara a ellos de la forma menos pensada.

Y es que, viéndolo bien ¿cómo habían podido ser tan ciegos? Ahora que lo sabían, parecía tan obvio...

Minato se puso de pie, alejándose del agarre Temari, salió de la sala y recorrió aquel pasillo que a veces evitaba por todos los recuerdos plasmados en sus paredes; se detuvo frente al retrato de Karin y la contempló. Nuevas lagrimas recorrieron sus mejillas y colgaron de su barbilla, acumulándose hasta caer, mientras admiraba esa bella sonrisa en el rostro de su hija y aquellos ojos tan parecidos a los de su madre. Luego, su mirada se desvió ligeramente hasta detenerse en una foto más reciente... una donde aparecía Naruto junto a sus nietos. Nietos. Mizuki y Yusuke eran realmente sus nietos de sangre y no solo porque fueran los hijos de la pareja de su hijo.

Nunca se había detenido a observar detalladamente a los pequeños y adorables niños. ¡Ella estaba allí! ¿Cómo no se dio cuenta del brillante azul de aquellos pares de ojos y la semejanza con los propios? El cabello rojo de Karin en Yusuke y los grandes ojos de Mizuki, incluso tenían ese parecido innegable a su verdadero padre, Karui, que, a pesar del mal causado a su hija, ayudó a crear tan maravilloso regalo.

Había estado tan empeñado en ser una mejor persona para su familia, en ser un buen padre, que no se había dado cuenta de que había estado fallando desde el principio. Que desagradable sensación, que intenso dolor sentía.

–Es bonita, ¿cierto?

Minato reprimió el sollozó que estaba a punto de escapar de entre sus labios, y en cambio los curvó, mostrando una sonrisa a la niña que señalaba con admiración la foto de su madre y que interrumpió sus tristes pensamientos.

–Lo es –le aseguró mientras la tomaba en sus brazos, acercándola al retrato–. Tan hermosa como tú –murmuró plantando un beso a un costado de su pequeña cabeza, descansando su rostro en ella, ocultado las nuevas lágrimas que escapaban sin dar tregua alguna.

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